Este año he
iniciado un Diplomado denominado Mujeres y Teología y en el curso “Mujeres en
la Prehistoria hemos ido trabajando la “presencia invisibilizada” de tantas
mujeres que, en verdad, han hecho un gran aporte a la cultura. Interesada en
este tema he querido centrar mi comentario en dos aportaciones interesantes que
me permiten expresar mi propio pensamiento.
¿Que no tenemos historia las mujeres?
En el
capítulo 11 del libro de Gerda Lerner “La creación del patriarcado”, del que
recomiendo su lectura, se hace referencia a Simone de Beauvoir en su libro El segundo sexo” y cuando explicaba “por
qué las mujeres carecen de medios concretos para organizarse y formar una
unidad” en defensa de sus intereses,
declaraba con llaneza: “Ellas (las mujeres) no tienen pasado, ni historia, ni
religión que puedan llamar suyos”. Esto
significa que el pensamiento y los saberes de las mujeres han sido olvidados,
sin trascender en el tiempo, pero no significa que no tengan historia.
En los
períodos hasta ahora conocidos como históricos desde el inicio de las grandes
civilizaciones antiguas (alrededor de 3,500 años A.C.) de la tradición oral,
eran las mujeres las que, como formadoras de los hijos, fueron las transmisoras
de las tradiciones, creencias, valores, rituales religiosos. Pero como no
disfrutaban de autonomía y lugar social, toda esa tarea quedó en el silencio,
permaneciendo solo aquellas acciones y saberes de los varones.
Posteriormente,
con la escritura se fue afianzando el pensamiento de los varones, quedando
postergadas las mujeres del acceso a la educación. La dominación masculina, la
exclusión de las mujeres del ámbito público y de la elaboración de un
pensamiento propio mantuvo a la mitad de la humanidad en el silencio e impidió
a las mujeres ser intérpretes de la historia, quedando ésta registrada como
“historia” solo desde una visión parcial interpretada por los varones y desde
sus intereses andocráticos. Mujeres invisibilizadas e imposibilitadas de
interpretar su propia historia quedan sin futuro, ya que la historia de los
pueblos permite reflexión, avance y elaboración de nuevas propuestas y saberes.
Esta
perspectiva histórica androcéntrica-patriarcal permaneció hasta los inicios de
la época Contemporánea, hace más o menos dos siglos, las mujeres han trabajado
para hacerse presentes en la cultura, en la literatura, en la investigación, en
el desarrollo de nuevas fuentes del saber, con una palabra y un estilo propios.
No siempre ha sido fácil, incluso han tenido que adoptar formas masculinas para
ser incluidas y escuchadas, pero va llegando el tiempo de decir nuestra palabra
y levantar la voz con lenguajes propios de nuestro ser mujeres.
La escritora
Irene Vallejo, en su investigación sobre las huellas de las mujeres en los
libros, destaca y considera que ellas han sido un eslabón fundamental en la
educación y transmisión de los conocimientos, aún a pesar de permanecer en el
ámbito privado. En el mundo romano las mujeres que estaban preparadas a nivel
intelectual eran elegidas por varones, y al mismo tiempo utilizadas por ellos,
para la educación de sus hijos. Sin embargo no estaban interesados en que las
propias mujeres recibieran educación para sí mismas.
Es
interesante en su investigación el constatar que fueron las mujeres las
primeras narradoras de historias mientras cosían, una tarea netamente femenina.
La autora destaca el nexo entre las tareas de coser y narrar. Términos que
encontramos en los textos y que guardan relación con la acción de coser: Y así
nos encontramos con expresiones como “nudo de una historia, hilo del relato,
urdir una trama, bordar un discurso, referirse al desenlace de una narración…” metáforas
netamente femeninas. Se puede reconocer en esto que en la época de la oralidad,
y mientras cosían, las mujeres contaban cuentos, narraban historias, utilizando
metáforas de la costura.
Toda esta
experiencia de saberes ha sido borrada…
Pero a través
del tiempo, las mujeres siempre se han ido rebelando ante ese silencio
impuesto. Repasando la historia esta misma escritora encuentra el texto más
antiguo conocido con nombre propio y firmado por una mujer, sacerdotisa acadia
hace 4.300 años y su nombre es Enheduanna.
Y Enheduanna utiliza, a su vez, una metáfora muy propia de las mujeres
al manifestar que cuando ella escribe, la diosa Inanna entra en su cuerpo y da
a luz las palabras.
Es cierto
que través de los siglos las mujeres
hemos ido ganando cierto espacio, tanto en la ciencia, como en la literatura, la
investigación, el arte, la música, las distintas ramas del saber, pero es claro
que este aporte viene de muchos años y etapas atrás. Hay en nuestro ser una habilidad para, desde
la situación concreta y sin demasiados recursos, hacernos presentes…aún en el
silencio y la invisibilidad. Acudamos a la historia, investiguemos, utilicemos
el criterio de la sospecha y hagamos preguntas al silencio donde reencontrar a
nuestras ancestras.
Yo he
aprendido de otras mujeres que investigan la historia y se resisten a creer que
solo ha habido vacío y silencio en relación al aporte de mujeres sabias. Invito
a que levantemos la voz, digamos nuestra palabra y la pongamos al servicio de
quienes nos precederán para que nos conozcan a través del tiempo. Porque las
mujeres, SÍ, tenemos historia.
Soy la mitad de la historia humana y la plenitud de la vida.
Todo
el cosmos está dentro de mí.
Yo soy mi propio territorio.
Cierro los ojos y contemplo
a mis ancestras
toda la historia está en ellas.
Nos acompañan las mujeres que nos precedieron
las narradoras, las cuentacuentos, las sanadoras,
madres, amantes, amigas, sabias…
Sé de dónde vengo y a dónde voy
En mi ser ya brota la primavera,
Es nuestro tiempo de generar semillas de humanidad
sabiendo de
dónde venimos.
No temas, ya salgo de las sombras y el silencio
Para decir mi palabra.
|
Chus Laveda Integrante del Núcleo Mujeres y Teología |
Querida Ma. Jesús, me ha encantado tu artículo, resumes con frescura y profundidad la maravilla del encuentro con las mujeres en la Prehistoria. Gracias
ResponderEliminarGracias por tu artículo Chus. No temas, dices en tu poema, ya salgo de la sombra y el silencio....una invitación provocadora a que todas, desde nuestros espacios y nuestra historia salgamos y también digamos nuestra palabra.
ResponderEliminar