jueves, 2 de noviembre de 2017

Nuestras Reflexiones 2017



Mujeres anónimas, juzgadas y liberadas en la época de Jesús y en la de  hoy                                                                                                      
En el evangelio de Juan (8, 2- 11), se narra cómo  “Los letrados y fariseos le presentaron una mujer sorprendida en adulterio y poniéndola en el centro le preguntaron – Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en adulterio. La ley de Moisés ordena que mujeres como ésta sean apedreadas; tú, ¿qué dices? Decían esto para ponerlo a prueba, para tener de qué acusarlo. Jesús se agachó y con el dedo se puso a escribir en el suelo. Como insistían en sus preguntas, se incorporó y les dijo: el que no tenga pecado, tire la primera piedra…De nuevo se agachó y seguía escribiendo en el suelo. Los oyentes se fueron retirando uno a uno, empezando por los más ancianos, hasta el último. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí en el centro. Jesús se incorporó y le dijo: -Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Ella contestó: Nadie, Señor. Jesús le dijo: -Tampoco yo te condeno. Ve y en adelante no peques más”.

En la época de Jesús el desprecio, la marginación y la opresión hacia las mujeres era fuerte, las leyes de pureza y el sistema jerárquico patriarcal aseguraban esta realidad. Este episodio puede ser un ícono de la acción violeta que se generaba hacia los cuerpos y la dignidad de las mujeres.  

Este hecho que nos recuerda el evangelio de Juan, de la mujer presentada por los letrados y fariseos a Jesús, puede tener varias interpretaciones. Hoy, este acontecimiento y la realidad que viven muchas mujeres en los países del tercer mundo nos invita a interpretarlo, haciéndonos conscientemente las siguientes preguntas: ¿Cómo vemos a los hombres, a la mujer y a Jesús en el texto? ¿Qué hacen, qué dicen los hombres, qué hace y qué dice la mujer y Jesús? ¿Cuáles serían las representaciones de otras mujeres en el texto? ¿Qué nos diría la mujer si le diéramos voz? ¿Qué le preguntaríamos?¿Habrían algunas preguntas que quisiéramos realizar a los letrados y fariseos o a los hombres de hoy, cuáles?...


Volviendo al texto, vemos una mujer sola, puesta en el centro, juzgada por los varones celosos de las leyes religiosas.  Hoy, ¿no nos es muy conocido, cuando una mujer es tema de conversación en un grupo y que generalmente es para juzgarla desde estereotipos, desde la poca estima y para estigmatizarla?... ¿O cuando en temas de sexualidad, y violencia sexual se le condena, se le responsabiliza, se le desacredita, sin preguntar por el hombre  adultero que la forzó?

Las mujeres hoy, como en la época de Jesús siguen siendo juzgadas y sometidas a la falta de educación, trabajo y salud. Según fuentes oficiales se registra una estadística  alta de analfabetismo y en las áreas rurales es mayor, pues, son las que tienen menos posibilidades de acceso a la educación[1]. También el 20 por ciento de las mujeres alguna vez casadas o unidas han experimentado la violencia física o sexual, según la Encuesta Nacional de la Salud Materno Infantil realizada en 2014-2015[2]; sin mencionar la carencia de servicios para cubrir las necesidades básicas.  Haciendo una interpretación plástica, las acusaciones y pedradas serían las faltas de oportunidades que se le niegan a la mujer, y por si fuera poco, el femicidio ha cobrado demasiadas víctimas en Guatemala, solo en el mes de octubre de este año, ya se ha llegado al total del año pasado, es decir que ha incrementado.

Otro aspecto preocupante es que los hombres que detentan el poder no hacen más que enriquecerse, no sólo a costa de los pobres, sino a costa del trabajo anónimo  e invisibilizado de las mujeres, aprovechando, muchas veces su energía  creadora y emocional.   

Y nos surge la siguiente pregunta: ¿Será que los hombres, como esposos, hijos, padres de familia, como miembros activos de esta sociedad, seguirán solo viendo o buscarán formas para que a las mujeres se les dé su lugar en todos los espacios donde les corresponde y renunciarán a seguir ejerciendo esa violencia hacia las mujeres o simplemente se quedarán como espectadores? Jesús nos cuestiona entonces, a cristianos y cristianas. En ninguna familia debe haber una mujer que no sepa leer, en ninguna familia se le debe dar importancia sólo para los oficios domésticos, en ninguna familia debe haber una mujer que se esfuerza trabajando en la calle para llevar su aporte económico a la casa y continuar haciendo las labores  del hogar siendo invisible y no apoyada ante la misma, duplicando y triplicando así su trabajo.

Lo interesante de Jesús es que no se deja condicionar por la ley, es decir, actúa con libertad, la cuestiona, y pone a la mujer por encima de la misma. Reacciona diferente a nosotras  y nosotros, que ponemos pretextos para comprender a  todas las mujeres que durante toda una vida se han dedicado al trabajo como empleadas domésticas,  ¿Cuál es el trato y el pago que les doy y se merecen? ¿Cuál es la comida que les ofrezco?...la que sobra o la que comemos en la familia.
Este evangelio nos inspira a la ternura, a la calidez, al amor y a la libertad de Jesús para acoger con toda la humanidad de que somos capaces a las mujeres y así lograr una sociedad más equitativa... Cambiar las piedras, las leyes, el sistema de relaciones desigual y la violencia por el  amor, la justicia, la igualdad, la educación y las condiciones igualitarias de oportunidades de trabajo. 


                                  Felícita Pineda García* 
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* Esposa y madre de un hijo, licenciada en pedagogía y ciencias de la educación, tercer año de diplomado en Teología de la Liberación en la Escuela Monseñor Gerardi y miembro del Núcleo Mujeres y Teología, catedrática del Instituto Nacional de Educación Básica Atlántida.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Comunicado URGENTE XX Jornadas Mujeres y Teología












Les deseamos paz en nombre de Núcleo Mujeres y Teología.


Con inmensa tristeza compartimos con ustedes que hemos recibido notificación reciente por parte de la comunidad de la Dra. Joan Chittister, respecto a que ella está sufriendo serios quebrantos de salud que le impedirán viajar y participar en las jornadas programadas para la próxima semana.

Por tal razón nos vemos en la penosa posición de CANCELAR las XX Jornadas Mujeres y Teología "Una espiritualidad saludable para quienes buscan despertar", que hemos estado preparando con mucho entusiasmo durante varios meses.

Desde ya lamentamos los inconvenientes que pueda producir la cancelación de estas jornadas, especialmente a quienes, participan en las mismas, ya era parte de sus planes.

Así mismo agradeceremos socializar este comunicado con quienes consideren necesario.

Esperamos su comprensión y solicitamos nos acompañen con sus oraciones por la salud de la Dra. Joan.

En esperanza,


Núcleo Mujeres y Teología de Guatemala
24 de septiembre de 2017

viernes, 8 de septiembre de 2017

"HACIA UNA ESPIRITUALIDAD SORORARIA"

                                     Lubia de León      
   “Solo haciendo pactos entre mujeres alcanzaremos
niveles superiores de humanidad”


La humanidad y el cosmos en continuo devenir van tejiendo cambios inherentes a su subsistencia. Así también las mujeres y los hombres han ido adquiriendo a través de la historia nuevas consciencias, desde diversas miradas y experiencias que reclaman serias transformaciones en sus relaciones.

Los terribles problemas sociales evidencian la división y el dualismo entre seres humanos. Habitamos en una “casa común”, donde descubrimos que, a pesar de cohabitar nos sentimos personas totalmente extrañas; enemigas y enemigos eternos de los otros y de las otras que sean o piensen distinto, limitando así nuestra capacidad de formar comunidad, un ser nosotras y nosotros.















                 Las mujeres en especial, atravesamos una larga historia de división intergenérica e intragenérica que no es natural. Esta situación ha sido generada por la cultura patriarcal y sus efectos perjudiciales aún persisten en nuestras vidas y en nuestras relaciones, ya sea en menor o mayor escala. 

Podemos constatar como la enemistad y rivalidad con las de nuestro propio género sale a cada paso, sin ni siquiera percatarnos de las consecuencias... Y pensar que, cada vez que nos dividimos retrocedemos al estadio anterior.

Hablar de espiritualidad es referirse a un sentido profundo de vida, de plenitud que nos lleva a la trascendencia y por ende a la transformación.  Lamentablemente, por siglos, las mujeres nos hemos visto desprovistas de la oportunidad de desarrollar nuestra propia espiritualidad, una espiritualidad que en primera instancia sea sanadora de nuestras memorias y de nuestros cuerpos heridos por la deshumanización ejercida hacia las de nuestro género. De ahí que, el propósito de esta reflexión sea propiciar la búsqueda de una espiritualidad sororaria, es decir de hermanas, que dé sentido a nuestras relaciones entre mujeres...Y pensar que, hasta estar saneada la propia casa se podrá habitar en ella.


Siguiendo esta misma intuición y con la esperanza de encontrar pequeñas luces para la construcción de relaciones sororales; invito a dar una mirada a la situación de dos mujeres que refiere el evangelio de Lucas (Lc 10, 38-41), ellas son “Marta y María”, muy bien conocidas como las amigas y discípulas de Jesús, en Bethania.

En este pasaje, se contrapone la actitud de Marta preocupada por realizar las actividades domésticas con la de María, su hermana, quien decide quedarse a escuchar al Maestro como discípula. En la actitud de Marta se puede deducir su solicitud por cumplir con los roles asignados a las mujeres de su época, llegando en ese momento a sentirse cargada y “sola”. María ya no le acompaña, ha transgredido el sistema y decide quedarse escuchando al Maestro, una actividad que era propia de los varones. María en ese momento deja de escuchar a su hermana; el diálogo entre ellas está ausente y ya no se ven juntas buscando el mismo fin.

La mediación de Jesús es solicitada por Marta, quien más que dar solución, confirma una manera distinta de relación a la marcada por el patriarcado y que será la instaurada en el nuevo proyecto del reino. No obstante el desencuentro de las dos hermanas, esta dinámica de libertad contribuirá a una evolución en su relación sororal.

Indicios de esta evolución se pueden percibir en el Evangelio de Juan, capítulo 11 que  refiere a Marta y María en una nueva situación donde aparecen rasgos de su profunda sororidad. Aquí se comunican y juntas son capaces de suscitar que Jesús realice aquel milagro de resurrección para su hermano.


A partir de esta breve reflexión, quiero conectar algunos elementos que puedan ser útiles a la hora de abordar nuestra conflictividad entre mujeres desde una espiritualidad sororaria. Un primer punto es reconocer el mal que nos afecta. Las mujeres del siglo XXI, queramos o no, aún seguimos inmersas en un sistema patriarcal, donde la división de las mujeres sustenta en gran parte la permanencia y reproducción del mismo, por lo que es importante identificar la problemática intragenérica concreta, confrontarla y disuadirla a través del diálogo, la apertura, el reconocimiento mutuo y la conversión propia.

Un segundo elemento será la capacidad de decidir por nosotras mismas,convirtiéndonos en transgresoras del sistema que nos oprime y en constructoras de nuestra propia humanidad. Implica la tarea de sanarnos, reconstruir lo dañado y permitirnos llegar a un nivel de evolución expresado en el cuidado, la alianza, la confianza, el apoyo y el perdón.


Un tercer elemento será vernos y experimentar que podemos llegar a ser verdaderas  hermanas de nosotras mismas, de la tierra, de las criaturas, de la naturaleza, de los hombres y sobre todo de las demás mujeres donde a manera de espejo “nos reflejamos”. Amarnos entre nosotras, nos humaniza.

Esta espiritualidad sororaria podrá construirse paso a paso en la cotidianidad, en el intercambio, en el rito, en el canto, en la danza, en la celebración, en el dolor, en la paz, en el conflicto y en todo aquello que nos afecte... para llegar como nuestras amigas Marta y María, a ser capaces de propiciar la resurrección y la vida.


miércoles, 9 de agosto de 2017

Soltando dos pájaros de la jaula


   Por Geraldina Céspedes, op               

Hay dos realidades que nos están urgiendo hoy a un cambio de mentalidad en la manera de percibir y de vivir la relación con el cosmos y la relación entre hombres y mujeres: el deterioro del medioambiente y la violencia hacia las mujeres. Precisamente, con el objetivo de responder al desafío que estas dos magnas cuestiones nos presentan surge la corriente denominada ecofeminista que analiza la conexión entre la crisis ecológica y la crisis del patriarcado y que nos plantea que nuestro sueño de otro mundo posible ha de articular la lucha por la sostenibilidad medioambiental con la lucha por relaciones justas y equitativas entre hombres y mujeres.

El ecofeminismo intenta soltar dos pájaros de una jaula al buscar sanar y liberar desde la escucha a los dos gritos que hoy expresan con más fuerza el sufrimiento ecohumano: el grito de la tierra y al grito de las mujeres. Es una perspectiva que indica la relación existente entre dos de los movimientos más importantes de nuestra época: el movimiento feminista y el movimiento ecológico, que junto a otros movimientos están sacudiendo las referencias tradicionales en nuestra forma habitual de entender el mundo.

El ecofeminismo se opone a la apropiación patriarcal tanto de la naturaleza como de las mujeres, considerados objetos de dominación para el crecimiento del capital, y al modelo dominante de desarrollo, basado en el crecimiento y el lucro y su estrategia de modernización que destruye la diversidad biológica y cultural. Uno de los rasgos fundamentales del ecofeminismo es que percibe la interconexión entre todas las formas de opresión y violencia que afectan a las mujeres y a la naturaleza. Así, quiere oponerse a la apropiación masculina de la agricultura y de la reproducción (fertilidad de la tierra y fecundidad de la mujer), que no es más que una consecuencia del desarrollismo occidental de tipo patriarcal y economicista. Dicha apropiación se manifiesta especialmente en dos efectos perniciosos para la naturaleza y para las mujeres: la sobreexplotación de la tierra y la mercantilización de la sexualidad femenina, cuya expresión más degradante lo constituye hoy día el tráfico de niñas y mujeres para fines de prostitución.


                                                                          El actual modelo económico, basado en la obtención de un máximo beneficio, necesita del sistema patriarcal, es decir, necesita que unos dominemos sobre otras/otros para poder mantenerse. El ecofeminismo busca derrumbar esa mentalidad patriarcal que no sólo considera a las mujeres como ciudadanas de segunda categoría, sino que usa la naturaleza como objeto de dominación y lucro, sometiendo a ambas desde una visión jerárquica y sexista del mundo. Desde esa mentalidad, la tierra y las mujeres son vistas como objetos a utilizar, conquistar, someter y violar. Por eso se usa el mismo vocabulario machista para hablar de las mujeres y la naturaleza.

El ecofeminismo analiza la vinculación entre patriarcado, militarismo y destrucción del medio ambiente. Las guerras conllevan la destrucción de la naturaleza: seres humanos, cultivos, animales, contaminación del aire, del agua y de los suelos, etc. Muchos conflictos actuales, que frecuentemente sólo se consideran desde la perspectiva política o económica, tienen que ver con la crisis medioambiental y con la imposición de un paradigma patriarcal y androcéntrico que no ha hecho más que deshumanizar tanto al hombre como a la mujer.

Al analizar los distintos síntomas de la degradación medioambiental captamos su relación con el crecimiento de la brecha entre ricos y pobres, percibiéndolo como un problema de injusticia en la relación Norte-Sur. El Norte no sólo consume sus propias materias primas, sino que consume más del 60% de los alimentos que produce el planeta, más de dos tercios de los metales y la madera que se extrae en todo el mundo y quema el 70% de la energía. Este despilfarro de recursos por parte de unos pocos es insostenible e injusto desde todo punto de vista (ecológico, ético, religioso) y está produciendo consecuencias nefastas para los pobres, de forma más brutal en las mujeres pobres que sufren más los efectos de un sistema que se sostiene en 3 grandes fábricas: la fábrica de la violencia, la fábrica de basura y la fábrica de la miseria.

Este es el contexto en que surge el ecofeminismo como una filosofía, una espiritualidad y una teología ligada a las necesidades fundamentales de la vida, a la subsistencia, una perspectiva muy cercana a las mujeres pobres del Sur que son las más afectadas por el hambre y la desnutrición, el analfabetismo y la carencia de tierra. Son ellas las que tienen que vivir en lugares inseguros y viviendas indignas, en suelos minados, contaminados con tóxicos, expuestas a radiaciones nucleares. Son ellas quienes ocupan los lugares más amenazados del ecosistema y quienes viven en propia carne las amenazas que les impone el desequilibrio ecológico.


La nueva conciencia ecofeminista se articulan en torno a tres ejes: 1) la sustentabilidad ecológica y social, basada en relaciones de sororidad/fraternidad para con la naturaleza y entre los seres humanos; 2) el respeto y la preservación de la diversidad biológica y cultural en medio de un sistema que busca la uniformidad y la destrucción de las diferencias; 3) la participación en las relaciones sociales y en las formas de gobierno, inspiradas en la democracia como valor a vivir en todos los niveles de nuestra vida (familia, relaciones entre hombres y mujeres, escuela, sindicato, iglesias, religiones, movimientos de base, organizaciones, estado, etc.). Así, cuando hablamos de ecofeminismo nos estamos refiriendo a una nueva visión del mundo, del cosmos y de toda la realidad que nos desafía a buscar formas organizativas en los que se dé una democracia inclusiva en la “que todos y todas quepamos”, incluida la naturaleza.

El crecimiento de la conciencia ecofeminista es un signo de la presencia de la Ruah y es una perspectiva capaz de mantener en alerta a la vez al movimiento ecológico y al movimiento feminista, pues nos hace ver que el análisis de la crisis ecológica no toca el corazón de la cuestión hasta que no vea la conexión entre la explotación de la tierra y la definición y el tratamiento sexista hacia las mujeres; pero también nos hace ver que la teoría y la práctica feminista tiene que incluir una perspectiva ecológica y las soluciones a los problemas de la Casa Común. El ecofeminismo logra este propósito al poner un fuerte énfasis en la relacionalidad y la interdependencia entre todos los seres, como principio absolutamente fundamental para el mantenimiento de la vida. Al colocar la relacionalidad como principio fundante de nuestra vida, somos capaces de superar las jerarquizaciones y separaciones que establecemos entre la naturaleza y los seres humanos y nos encaminamos a vencer el complejo de superioridad de los humanos frente al resto de los seres y el de superioridad de los hombres frente a las mujeres, de los blancos frente a los negros, de los ladinos frente a los indígenas, etc. Al percibir la articulación entre las opresiones de clase, sexo y raza y asumir que la lucha por la liberación ha de abarcar todos los niveles, el ecofeminismo es una postura político-crítica relacionada con la lucha antirracista, antisexista, antielitista, antimilitarista, antisistema. Sus principios cuestionan no sólo la organización jerárquico-piramidal del mundo, las organizaciones y las iglesias, sino también las filosofías, las antropologías y las teologías que fundamentan esa estructuración.