lunes, 24 de enero de 2022

La Visitación: un ícono de la sororidad entre mujeres (Lc 1, 39-45)

               Por Geraldina Céspedes

Una de las contradicciones más llamativas que se manifiestan en el escenario creyente de América Latina y el Caribe es que siendo pueblos creyentes con una piedad mariana muy arraigada, experimentamos, sin embargo, las formas más variadas y extremas de violencia y marginación hacia las mujeres. Pareciera que la admiración y la devoción a una mujer, María, poco tuviera que ver con el reconocimiento y el respeto a la dignidad del resto de las mujeres.

No obstante, la figura de María sí es puesta en relación con las mujeres, siendo utilizada muchas veces para justificar formas de pasividad, sumisión, dominación y exclusión de género. La raíz de ello hay que buscarla en la interpretación que se hace de la figura de María y en las cualidades de ella que se exaltan (la humildad, el silencio, el asentimiento, etc.), dejando en el olvido otros rasgos que se deducen de una lectura de los textos bíblicos desde otras lentes y otras claves interpretativas.

En esta ocasión, propongo que nos acerquemos a un texto concreto, en el que la figura de María nos descubre otras características en las cuales las iglesias han hecho poco énfasis o las han mantenido ocultas: el texto de la Visitación (Lc 1, 39-45).

Seguro que al leer el texto desde la hermenéutica de la sospecha (propia de la teología feminista), vamos a descubrir otros elementos valiosos, pero invito a fijarnos en la espiritualidad del vínculo, es decir, en la sororidad como dinámica de encuentro y alianza entre mujeres.

María es una mujer que nos inspira a la cultura del encuentro, del vínculo y del apoyo mutuo entre mujeres. Al igual que el resto de los seres humanos, María tuvo que tomar postura y buscar una salida ante una situación nueva y problemática. Las personas, ante una situación complicada y ante situaciones nuevas, podemos adoptar distintas posturas. María nos enseña que, ante la tentación de huir o de encerrarnos en nosotras mismas, siempre hay otra salida. María no huye ni se encierra, sino que opta por vincularse, por salir al encuentro de Isabel, una mujer que está viviendo una situación similar.

María es una mujer que decide por sí misma y toma la iniciativa de salir de casa y de su pueblo para unir sus fuerzas y sus sueños con otra mujer. Ella practica la autonomía y la libertad que en ese tiempo y en nuestro tiempo les son negadas a muchas mujeres. Se pone en movimiento, sale sin demora al encuentro de Isabel, cuestionando los cánones de las tradiciones sociales y religiosas y rompiendo con los mandatos patriarcales que impedían a las mujeres salir solas. Contemplar esa imagen de María como mujer en camino, inspira a decidir nuestros caminos como mujeres, cuestionando los encierros y confinamientos del patriarcado que nos encierran entre paredes, anestesiando nuestro espíritu y esclerotizando nuestros cuerpos.

María e Isabel, como muchas mujeres de nuestros pueblos, son tejedoras de relaciones, son capaces de compartir la situación común que están viviendo. El diálogo entre ellas es un diálogo de vida y de fe; no es conversación superficial, sino que encontramos en ellas palabras que brotan de lo que están experimentando. Ellas nos motivan a la escucha mutua, al diálogo profundo, a sintonizar desde lo que nos habita en nuestras entrañas.

Desde la perspectiva de la sororidad, fijémonos en cómo María e Isabel son capaces de superar las barreras que las podían separar: la edad, el lugar de procedencia, la distancia, la situación familiar y religiosa, etc. Por eso la Visitación es un icono inspirador para una nueva relacionalidad entre mujeres, siendo capaces de trascender las distintas barreras que nos pueden separar, dividir o generar tensiones. María e Isabel nos inspiran a un diálogo intergeneracional en el que cada persona reconoce la sabiduría de la otra, en la que se potencian y se ayudan mutuamente. La Visitación muestra unas relaciones sanas entre mujeres, liberadas de los celos, rivalidades, envidias o competencia que a lo largo de los siglos ha sembrado el patriarcado.

La Visitación nos impulsa a unir fuerzas, haciendo sinergia intergeneracional, pues el germen de la vida está en las dos generaciones; tanto la joven María como la anciana Isabel son generadoras y portadoras de vida. En las dos hay futuro, hay esperanza, pues ambas son mujeres que por su apertura al Espíritu llevan en su propio seno la vida que renueva a la humanidad. La liberación de las mujeres se logrará cuando integremos en pie de igualdad los “sueños” de las mujeres mayores y las “visiones” de las jóvenes, como dice el profeta Joel (Jl 2, 28).

El icono de la Visitación nos desafía a unirnos para tejer lo nuevo: tenemos que tejer desde la diversidad, la intergeneracionalidad, la interespiritualidad, la interculturalidad, el ecumenismo, etc. Ante la tentación del aislamiento o la huida, María e Isabel nos convocan a la comunión, al vínculo, a trabajar en red, a construir puentes y alianzas entre mujeres. Una espiritualidad del vínculo, de la alianza que hemos de practicar no sólo entre las personas, entre mujeres, sino también con todas las criaturas. Es alianza cósmica que brota de una ecoespiritualidad que reconoce la interdependencia e interconexión de todo lo que existe.


 Doctora Geraldina Céspedes
Integrante del Núcleo Mujeres y Teología de Guatemala