miércoles, 24 de abril de 2019

Después del Sábado


Hoy día todos hablan de procesos, es una palabra que metodológicamente explica algunos cambios de paradigmas sean sociales, culturales o religiosos. En las iglesias se habla de procesos de conversión, procesos de evangelización, procesos pastorales, entre otros. Los procesos tratan de mantener la continuidad en los hilos conductores.
En el ámbito empresarial y organizacional se hablan de procesos sistémicos, se utiliza el ejemplo del cuerpo humano con sus diferentes sistemas; el sistema nervioso, sistema respiratorio o el sistema circulatorio; el mejor ejemplo suele ser el sistema digestivo. Este último, con el proceso de la digestión, transforma los alimentos en energía calórica para el cuerpo, dándole vida y posibilidad para realizar otros procesos transformadores sean endógenos, dentro del mismo cuerpo humano o exógenos, fuera de sí para transformar la realidad y construir la historia.

Otra cosa que podemos decir sobre los procesos sistémicos es que tienen puertas de entrada y de salida. El espacio, sea temporal o físico, que media entre esa puerta de entrada y de salida permite la intervención de diferentes actores y factores. El aporte que estos deben hacer es para contribuir al logro de metas o la obtención de los cambios y situaciones nuevas deseadas.

Estas pocas ideas y la realidad que nos circunda hacen plausibles los “procesos” en sí mismos. Todo proceso, en las condiciones ideales o por ley de inercia, debe alcanzar los fines deseados. Pero, hoy por hoy, la misma realidad histórica nos hace notar que no todo es procesual, de repente se requieren saltos cualitativos y radicales que cambian totalmente el rumbo, que rompan los procesos. Nos referimos a un “antes” o un “después”, se trata de acontecimientos puntuales que, como hitos o señales clavados en el camino, marcan un límite, un hasta aquí nomás, de aquí para allá hay otra cosa.
El Evangelio de San Lucas que se lee en la Vigilia Pascual de la Iglesia Católica Romana en este año 2019, inicia con un hito. Una marca que señala un antes y un después. “El primer día después del sábado, muy de mañana llegaron las mujeres al sepulcro, llevando los aromas que habían preparado ...”
Esta versión empleada en la liturgia de la vigilia Pascual, difiere ligeramente de algunas versiones de biblias católicas como la Biblia latinoamericana, la Biblia de Jerusalén, la Nueva Biblia Española o la versión digital de la Reina Valera. En estas versiones el texto de Lucas inicia anotando “el primer día de la semana” y se omite la frase “después del sábado”.  Sin pretender hacer una exégesis del texto, señalamos algunos elementos que nos sirvan para la reflexión e iluminación de este presente.
“Y el primer día de la semana, muy de mañana” (v. 1a). Los cuatro Evangelios nos dicen que era “el primer día de la semana” cuando ocurrieron los eventos (Mateo 28:1; Marcos 16:2, 9; Juan 20:1, 19). El primer día de la semana, claro, es el día siguiente al sábado y corresponde a nuestro domingo. Lucas pronto nos dirá que la temprana iglesia veneraba el domingo (Hechos 20:7; véase también 1 Corintios 16:2; Apocalipsis 1:10).[1]

El Sábado o Sabat en la religión y cultura judía, es el día del descanso, el día consagrado al Señor. En él confluye no solamente la práctica piadosa, sino también el sentido de plenitud y perfección de la creación. El sábado representa toda la tradición y la historia del pueblo de Israel al amparo de Yahvé. Es acá donde el texto de Lucas 24 coloca el hito, “después del sábado”. Comienza una nueva historia para la humanidad. El primer día de la semana rompe con la tradición del Sábado iniciando una nueva historia, la del sepulcro vacío.

Después del sábado “llegaron las mujeres”, el evangelio de San Juan nos hablará solo de una mujer, María de Magdala; El evangelio de Lucas siguiendo a Marcos y muy ligado a la cultura patriarcal, se refiere a las mujeres en plural. Según la tradición judía, el testimonio de una sola mujer no sería creíble, es necesario el testimonio de varias. En este caso se menciona a tres mujeres con nombre propio, “Eran María Magdalena y Juana y María, la madre de Jacobo (Santiago). También las demás mujeres con ellas…”
Un versículo más adelante, el texto confirma este pensamiento patriarcal de minoridad de las mujeres. Las tres mujeres son consideradas como delirantes, aun así, Pedro prefiere ir y cerciorarse de lo dicho por las mujeres. Ahora él también entrará en una experiencia que lo deja confundido. Él, igual que las mujeres, experimentará y será testigo de la única prueba con que se cuenta acerca de la resurrección de Jesús, el sepulcro vacío y los lienzos por el suelo (Kasper W).

Ahora bien, nuestra lectura del texto quiere rescatar dos ideas que están al inicio de este escrito, “lo procesual” y el “después de”. Las mujeres han seguido a Jesús desde Galilea, probablemente ellas miraban a Jesús como el iniciador de un proceso de cambio en sus vidas y en la vida de su pueblo. El Sábado se habían asegurado conocer dónde yacía el cuerpo de Jesús, habían preparado los aromas y el día después del Sábado se disponen a cumplir con los rituales señalados por la tradición, embalsamar el cuerpo del muerto.
Para su asombro, después del Sábado las cosas cambiaron radicalmente, y ese primer día de la semana la situación es totalmente otra. El Sábado con todo el peso de la tradición ha quedado atrás. La experiencia de la resurrección las saca abruptamente de lo habitual y procesual y las lleva a un salto radical, al punto de ser consideradas delirantes. Esa experiencia marca sus vidas y después del sábado, en ese primer día de la semana nada volverá a ser igual.

Creo en los procesos como necesarios para la correlación de fuerzas y avance de la historia. Pero también creo que los procesos, algunas veces, nos hacen ir por inercia y nos pueden llevar al continuismo haciéndonos creer que lo que hacemos es parte de un proceso. Hoy más que nunca estamos llamadas a ser como esas mujeres que fueron al sepulcro y dieron un salto en sus vidas.
Necesitamos saltos cualitativos en los procesos políticos y sociales, en las relaciones de pareja, la familia, las redes y organizaciones de mujeres, la participación colectiva para el desarrollo sostenible y sustentable, necesitamos vivir nuestro primer día de la semana después del Sábado. Necesitamos empezar a vivir desde cambios radicales. Cada una está llamada identificar su propio Sabat y empezar a vivir después del Sábado, empezar a vivir su primer día de la semana.

La experiencia del resucitado nos urge a ser anunciadoras de tiempos nuevos. No busquemos entre los muertos al que vive. Hoy es el primer día de la semana, estamos estrenando la historia, nos toca escribir páginas nuevas. 


Hna. María Concepción Vallecillo MSC
Participante activa del Núcleo Mujeres y Teología