jueves, 23 de octubre de 2014

Reseña XVII Jornadas Mujeres y Teología 2014: “Hacia una teo-ética feminista para generar cambios”

Los días 26 y 27 de septiembre de 2014 recién pasados, en el Centro Mariápolis de la ciudad de Guatemala, se realizaron las XVII Jornadas Mujeres y Teología, bajo el lema “Hacia una teo-ética feminista para generar cambios”. Este recinto se ha engalanado una vez más, pues cada año el Núcleo Mujeres y Teología convoca a muchas y muchos buscadores de sabiduría provenientes de distintos lugares y nacionalidades. En esta ocasión, se contó con la brillante participación de la Dra. Mary E. Hunt especialista en Teología Fundamental, quien de manera amplia compartió cuatro valiosas ponencias donde expuso diversas claves que componen el entramado de una propuesta teo-ética feminista, a fin de generar cambios desde una verdadera justicia que conduzca hacia la creación de la paz.
En la primera ponencia titulada “Género, Sexualidad y religión: Un panorama en el siglo XXI”, Mary Hunt explicó que la teología feminista surge como una manera de enfrentar las estructuras injustas para intentar romperlas.  Además de abordar el aporte del trabajo feminista en la religión de los últimos 50 años, profundizó la comprensión de género, sexualidad y religión, enfatizando que debiesen tomarse en cuenta para realizar los cambios sustanciales en los diversos ámbitos sociales, económicos y religiosos, que lleven a una transformación.
En la segunda ponencia “Religión y Justicia en la teo-ética feminista contemporánea” expuso la necesidad de analizar las raíces de la opresión que se encuentran inmersas en las teo-éticas heredadas, mismas que funcionan como brújulas morales y que han contribuido al embate de la injusticia sobre la vida de las mujeres oprimidas y castigadas por su género; a quienes también se les considera diferentes y desiguales. Por lo que animó a dar un significativo salto ético de cara a la justicia. Desde un enfoque feminista y queer (lo diferente, extraño y considerado transgresor), invita a pensar nuevas formas acerca de las relaciones, la familia y las comunidades, que permitan el desarrollo de criterios para ser agentes de su propia moralidad.  El cambio es posible desde una apertura a la intuición espiritual, en la búsqueda de una energía renovable de las religiones sin marcas imperialistas, donde sea posible la belleza más que el sufrimiento. Alentó sobre todo a ir en busca de los sueños, más allá de los miedos y trabajar responsablemente para hacerlos realidad.
En la tercera ponencia “Recursos teológicos feministas para la paz”, la expositora compartió algunas herramientas feministas que podrían ser útiles para afrontar los conflictos sociales que se atraviesan en la actualidad y a la vez útiles en la creación de la paz. Temas como el análisis del poder, el pluralismo, la opción por las personas marginadas, así también la ética imaginativa. Estos, son elementos clave para dirigir la brújula moral hacia la justicia. Los problemas aparentemente imposibles de solucionar se pueden abordar a través de una actividad imaginativa, que permita avanzar por encima de las ideologías y de los parámetros arraigados, donde el bienestar sea la prioridad. El abordaje de la reflexión sobre la violencia, la disparidad económica, el ecocidio, y el poder, demanda justicia; exige pensar en nuevas imágenes y símbolos que sean congruentes con la paz.
En la última ponencia, “Crear organizaciones, formar redes: Alianzas feministas para el cambio social”, Mary Hunt resaltó la importancia de dichas acciones para desarrollar el trabajo por la justicia, así como la resistencia ante el sistema kyrialcal (señorío que se impone sobre otros, otras) que no acepta cambios, especialmente hacia el bienestar de las mujeres. Es entonces que anima a fomentar la capacidad creadora y propone algunos elementos fundamentales, además, pistas prácticas para aprender a nombrar y afrontar los propios problemas en sus contextos. Concluye que “no hay respuestas correctas” pero sí muchos y variados enfoques que harán que cada grupo involucrado pueda contribuir al esperado cambio social.
Otra expresión importante fue la presentación de la reseña histórica del Núcleo Mujeres y Teología en ocasión del arribo al XX aniversario de trabajo en favor de la teología feminista en Guatemala.  Aparecieron las imágenes y los nombres de las ponentes invitadas, que a lo largo de este tiempo han sustentado el entretejido de la sabiduría desde la valiosa participación, hasta hoy, las XVII Jornadas Mujeres y Teología.

Fue un espacio propicio para compartir los sueños y esperanzas en diversos momentos. Las y los participantes pudieron expresar sus sueños y esperanzas en diversos momentos. Con palabras, gestos y flores, al compás de la música en ritos y danzas, nos acercaron a la plegaria, como a la risa y al apretado abrazo. En estas Jornadas, durante estos dos días aprobamos por unanimidad soñar juntas y juntos nuevas posibilidades de vida.

Autora: Lubia De Leon, integrante del Núcleo.

viernes, 29 de agosto de 2014

“Los poderes ocultos”


         NUESTRAS REFLEXIONES



08-14

Maite Menor Esteve(*)
Desde hace 5000 años el poder androcrático[1] tomó las riendas de la historia, y desde entonces hasta nuestros días, los “poderes ocultos” que hay detrás y debajo de las conductas, planes, acciones y programas de todo tipo, invaden nuestro mundo.
Vivimos en un mundo donde la ambición no tiene límites, a costa de seres humanos. Conflicto de Israel y Palestina, Irak, Siria, Ucrania, crisis económicas por corrupción, y ahora la epidemia del Ébola que se ceba en países y grupos de por sí frágiles y vulnerables como Sierra Leona, Guinea, Liberia. ¿Será posible que el drama del Ébola pueda convertirse en un negocio, como se convirtió la Gripe A hace unos años? ¿Habrá personas que pondrán ahora su producto para que las administraciones públicas lo compren en masa y ganen millones, como ocurrió con la “vacuna de la gripe A”?
El informe sobre el Desarrollo Humano del 2013, plantea unos desafíos para los próximos años, entre ellos erradicación de la pobreza, cambio climático, la paz y la seguridad. Expresa, también, cómo las crisis de los últimos años han arruinado y empobrecido la vida de tantas personas, los ejemplos de esto son bien evidentes. ¿Es este el mundo que queremos? ¿Quiénes manejan y mueven los hilos para que este mundo siga a diferentes velocidades y niveles? ¿Quiénes ostentan el poder? ¿Qué pasaría si hubiera más mujeres que estuvieran en los lugares donde se toman las grandes decisiones? ¿Habría otro ethos en el mundo?
Según Humberto Maturana[2], “la educación basada en la cultura matrística que recibe el niño en su infancia, está fundada en el respeto, la cooperación, la legitimidad del otro, en la participación, en el compartir, en la resolución de los conflictos a través de la conversación. En la vida adulta debemos negar todos estos valores, pues encontramos una cultura opuesta: la cultura patriarcal, fundada en la competencia, en la apariencia, en la negación del otro, en la lucha, en la guerra, en la mentira”[3]
Me parece increíble que en una cultura que decimos ser de conciencia de los derechos humanos, se estén dando tantas situaciones que violan, degradan, oprimen y vejan, sistemáticamente los derechos de tantas mujeres en el planeta y de algunos hombres. Las mujeres siempre llevan la peor parte, y en los conflictos bélicos, son usadas como arma de guerra: violación, secuestro, etc.
Me impresiona pensar que más de la mitad de la humanidad vive en esta situación. Me viene, en este momento la imagen del iceberg en el que el poder que se ve es la punta del mismo pero por debajo, existe un poder oculto que además es tirano, dominador, agresivo y violento. 
Urgentemente, necesitamos un ethos más “femenino”. Necesitamos que esa mitad de la humanidad que está sometida, emerja y tome las riendas para que nuestro mundo pueda encontrar el rumbo que le lleve a la justicia, solidaridad, sororidad, a la resolución de conflictos mediante el diálogo y la negociación, en el que las partes implicadas ganen, y no gane una a costa de la otra. Necesitamos una “democracia radical”, como dice Elisabeth Shüssler Fiorenza, para que las relaciones entre los hombres y mujeres, sean de respeto, libertad, autonomía, y donde cada uno y cada una, pueda ser él y ella misma. Donde el dinero y la ambición no tengan cabida, porque la persona es el centro de la historia.
Necesitamos urgentemente, un reemplazo positivo para los mitos e imágenes que, por tanto tiempo, han falseado nuestras relaciones humanas y las relaciones de poder entre personas y países. Necesitamos cambiar la competencia y la confrontación por la cooperación, el individualismo por el amor, la relación de ayuda y la compasión. Necesitamos cambiar la explotación y conquista de la naturaleza, por el equilibrio y la armonía con ella. Necesitamos crear una convivencia basada en el respeto, en la colaboración, en la conciencia ecológica y en la responsabilidad social. Necesitamos un ethos más “femenino”.
Necesitamos descubrir otra manera de hacer las cosas, otra manera de ejercer el poder como servicio al bien común, priorizando por los grupos más vulnerables como las mujeres y los niños. Relaciones más respetuosas entre nosotras y nosotros, entre países y con la Naturaleza. ¿Será posible que empecemos, las que estamos convencidas de esta urgencia de un ethos más femenino, a dar los primeros pasos?

(*)Maite Menor Esteve es Médica y Psicóloga. Integrante de Núcleo Mujeres y Teología. Miembro del Instituto Secular Vida y Paz. Vive en Guatemala.


[1] Supremacía de los hombres en la sociedad
[2] Biólogo chileno, doctor en Biología por la universidad de Harvard (Ph. D.) Doctor Honoris Causa, Universidad de Bruselas, Bélgica. Es fundador y colaborador del Instituto Matríztico de Santiago de Chile (www.matriztica.cl). Profesor del Departamento de Biología de la Universidad de Chile.
[3] Extraído del sitio web del instituto co-fundado por Maturana: ht.tp://www.matriztica.org/

domingo, 6 de julio de 2014

María de Nazaret, discípula y seguidora de Jesús




         

  NUESTRAS REFLEXIONES



06-14

 María Jesús Laveda[1]

En mi tarea como estudiante  en la Escuela de Teología Feminista Éfeta he tenido la oportunidad de reflexionar acerca de aquellas dimensiones que se han acentuado más en mi vida, en nuestra vida de fe, referidas a María de Nazaret y qué callejones sin salida o qué caminos nos ha abierto a nosotras, las mujeres   esta imagen de María.
     Esta ha sido, y sigue siendo mi reflexión. Yo creo que uno de los aspectos más acentuados de María ha sido el de su virginidad y maternidad. Pero el acentuar en María su maternidad divina, la aleja de toda persona que pretenda poner su vida al servicio del Reino. Lo que ella acogió realizar en su propio cuerpo y vida, está lejos de poder hacerlo otra mujer. La fuerza se ha puesto, no en su disponibilidad y riesgo, porque aceptando ser madre en esas condiciones rompía muchos esquemas y tradiciones acerca de la mujer en la tradición judía, sino en la intervención divina del Espíritu. Por eso… la justificación, la intervención del Espíritu de Dios en su maternidad. Aparece la fuerza de Dios y su donación se oscurece.
      María, como mujer modelo, prototipo de nuestro ser, hacer y estar de todas las demás mujeres. De esta manera se ha quedado en el olvido la vida real de María, su quehacer en medio de su pueblo, con otras mujeres, con el resto de los que conformaron su sociedad y cultura en los inicios del movimiento de Jesús.
      Esto ha marcado la forma y presencia de las mujeres en la Iglesia. Pero es una forma de presencia definida por los que antes y ahora sustentan el poder, los varones. Siguiendo el modelo de María hemos de ser dóciles, calladas, acogiendo con una “actitud pasiva” lo que se supone es el plan de Dios para nosotras, frente a la posición de dominio hegemónico del varón al interior de la misma.
      El silencio que sobre María, mujer real, de carne y hueso,  con problemas personales, con dudas en su propia fe, con rechazos, dentro de una cultura específica como la judía, sin entender tantas veces lo que estaba sucediendo en su vida, nos ha impedido conocer realmente su propio proceso de discípula y seguidora de su  Hijo Jesús, acatando la voluntad del Padre.
     También las mujeres fueron acogidas y elegidas para vivir con Jesús  y compartir su vida y misión. Ellas aceptaron el desafío, rompiendo esquemas culturales de su pueblo y sociedad. Participaron de la Misión, tuvieron roles destacados dentro de las comunidades y fueron las elegidas para hacer el primer anuncio pascual de su Resurrección.
     Hay que rescatar a la mujer fiel al proyecto de Dios para ella como mediadora y constructora del reinado de Dios que salva y busca generar espacios de amor, justicia solidaridad sanadora en medio de nuestro mundo. Reconocer a María madre de Dios nos ayuda a comprender mejor la vinculación entre lo humano y lo divino, la presencia salvadora, sanadora, amorosa de Dios con la humanidad entera. Hay que recuperar la figura de María como discípula y seguidora de Jesús que nos permita al resto de mujeres participar y pertenecer a la comunidad-ekklesía en igualdad de dignidad y derechos con los varones.
     Hay que recuperar la “vida real” de María y las primeras discípulas, para entender mejor su servicio a las comunidades posteriores en los inicios del movimiento de Jesús.
El sexismo eclesiástico se sostiene en el afán de poder y autoridad del varón que pretende justificar, sin lograrlo al menos desde presupuestos teológicos y análisis de textos bíblicos, la superioridad del varón en cuanto que, por serlo, se acerca más a la realidad física de Jesús.
     Nuestra lucha se sostiene en la convicción de que nuestra dignidad de personas creadas a imagen y semejanza de Dios y ser discípulas y seguidoras de Jesús, por opción y vocación personal asumida, nos da el derecho de acceder a participar en igualdad de condiciones y oportunidades en la conducción, tarea y misión de los y las que formamos parte de su movimiento, cuyo objetivo es el anuncio y vivencia de su Proyecto, el Reinado de Dios en medio de nuestra historia.
    Este es mi sueño, y el de tantas mujeres que nos sentimos parte de la comunidad eclesial en igualdad de dignidad y derechos con los varones y que seguimos en la lucha por re-imaginar nuestra casa común. Tenemos una larga tarea por delante para reivindicar la figura de María y la de las mujeres desde su vocación y rol de discípulas y seguidoras de Jesús.
     Sueño con una comunidad de iguales en dignidad y responsabilidades, aportando los dones específicos de cada una de las personas que conformamos la comunidad nueva de Jesús. Una casa-ekklesía, casa hogar en donde nutrir la fe personal y comunitaria, en donde celebrar la fe, la vida y la alegría de la presencia viva de Jesús en medio de su pueblo, animando, acompañando, construyendo en conjunto ese mundo diferente en el que creemos y que se fundamenta en el amor, el servicio y la justicia y que puede hacer transformar nuestra sociedad dañada y lejos aún del proyecto de Dios para nuestro mundo.
     Eso es lo que hicieron nuestras antepasadas mujeres: acoger, enamorarse del proyecto de Jesús, y seguirlo poniendo al servicio de las comunidades vida, bienes, fuerza, dones, cada una desde su propia realidad. María ofreció su propio cuerpo para acoger maternalmente a Jesús, pero ella y tantas otras entendieron lo que era ser seguidoras aceptando la voluntad del Padre, expresado en el proyecto de Jesús.
Eso es lo que hicieron nuestras antepasadas. Eso es lo que hemos de seguir haciendo nosotras.
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[1] Estudiante de teología en Escuela de Teología Feminista Éfeta

Integrante del Núcleo Mujeres y Teología. Guatemala.



sábado, 15 de marzo de 2014

Medios de Comunicación social por la igualdad las mujeres


        

  NUESTRAS REFLEXIONES


03-14
María Concepcion Vallecillo(1)

“Igualdad para las mujeres: progreso para tod@s”  
 es el lema propuesto por la ONU para celebrar el día internacional de las mujeres en este año 2014. Pregunté a algunas y algunos, de mi equipo de trabajo y de otros ambientes sensibles a las luchas de las mujeres, si conocían el significado de la celebración 8 de Marzo como día internacional de la mujer, y las respuestas fueron variadas y alguna poco acertadas. Luego insistí en preguntar si conocían  el lema de la ONU propuesto para el 2014, y las respuestas que escuche de tod@s  fue un no.
Las respuestas obtenidas  me llevaron a reflexionar sobre el papel que juegan los medios de comunicación para informar y generar opinión sobre tópicos determinados, especialmente el tema de las mujeres. Los medios de comunicación social tienen una gran responsabilidad, ellos contribuyen de manera impactante sobre la configuración del pensamiento colectivo y de los estereotipos acerca de las mujeres influyendo sustancialmente sobre los patrones de comportamiento entre y hacia las mujeres.
En cuanto al tema de publicidad y comunicación no tengo mucha experiencia, pero  hay dos cosas que quisiera señalar; una es la dimensión persuasiva e influyente de los medios de comunicación y la publicidad; y la otra, el carácter masivo que tienen especialmente hoy las llamadas redes sociales al alcance de much@s.
La dimensión persuasiva de las campañas publicitarias a través de los medios sociales de comunicación se refiere a la clara intención de estos, de generar cambios en el pensamiento, las creencias, actitudes y conductas de los destinatarias hacia un determinado tópico. Esto se hace evidente en las campañas políticas en donde se invierten grandes sumas de dinero para cuidar y vender una imagen ante los posibles votantes.
El otro aspecto al que me quiero referir es a la dimensión masiva de los medios. La comunicación y publicidad llega a tod@s a través de la radio, la televisión, sendas vallas publicitarias a lo largo del camino, está en nuestro teléfono móvil, en las redes sociales, los mensajes de texto, en nuestro correo electrónico etc. Se introduce afectando la vista, oído, incluso el tacto de miles y miles de destinatari@s.
En los últimos años los grupos feministas y de lucha por los derechos de las mujeres han alcanzado logros, permitiendo visibilizar el papel de las mujeres y su contribución en diferentes campos de la vida. Cada vez más la celebración del día internacional de la mujeres se presenta como ocasión propicia para la reflexión sobre los avances y conquistas y lo que queda por hacer en materia de derechos, oportunidades y tratos de igualdad para las mujeres.  Es innegable  la contribución que los medios de comunicación han dado para expandir esta lucha y logros
Paralelo a esto hay gran despliegue de comunicación y publicidad con fines comerciales que subrayan en las mujeres sus dotes femeninas corporales en menoscabo de sus capacidades intelectuales, su creatividad y más aun su capacidad de generar espacios habitables. Es fácil ir por la calle y encontrar sendas vallas propagandísticas que utilizan la figura femenina semi desnuda para vender automóviles, promocionar una bebida alcohólica, un nuevo desodorante, una toalla sanitaria o una crema vaginal para las “jovencitas bien portadas”. Estas campañas solo refuerzan una visión utilitarista sobre la mujer, que es vista como objeto de placer.
Más diversidad encontramos en las redes sociales de comunicación, donde publican todo tipo de ideas sobre el día de la mujer. Imágenes que van desde los  ramos de rosas rojas, pasando por mensajes religiosos sobre las mujeres que acentúan sus dotes de mujer virtuosa, hacendosas amas de casa, o las mujeres que reclaman el derecho sobre sus cuerpos, las denuncias contra el patriarcado, el machismo, la violencia de género, la igualdad de oportunidades. Constatamos  que las posturas y acciones son de lo más variopintas.
Y para terminar mi reflexión  me referiré a una anécdota. Hace algunos años una compañera me dijo: “Que rico se siente participar en estos talleres feminista, donde se habla acerca de las maniobras del patriarcado y todas las formas de opresión impuestas a las mujeres, Aquí podemos hablar en voz alta sobre nuestros derechos pero… en estos talleres participamos un número reducido de mujeres y  solo duran cuatro horas, luego regresamos a nuestras casas y volvemos a ser las hacendosas amas de casa, cuidadora del esposo y  los hijos; continuamos siendo “sumisas devotas e invisibles”.
Mucha razón tiene mi amiga pues la cultura patriarcado ha introyectado en nuestra conciencia arquetípica y colectiva unos patrones y dioses primordiales a los que mujeres y hombres nos doblegamos una y otra vez. Así ordenamos  nuestras energías, la casa y nuestra vida misma,  rindiendo culto a unas deidades que nos oprimen, y más aún invisibiliza todo el aporte  que como mujeres damos  para parir  tiempos  mejores y espacios habitables. Los talleres feministas de reflexión grupal permiten el despertar de las mujeres, pero seguimos lamentando que los medios sociales de comunicación y las campañas publicitarias refuerzan patrones patriarcales y machistas y hacen que el trabajo por la igualdad parezca la inmensa roca de Sísifo que empujamos y cuando  creemos haber llegado a la cima nuestro esfuerzo cae de rodada.
Con el debido respeto a la libertad de expresión y a la generación del libre pensamiento, proclamo a toda voz la urgencia para acabar con el lenguaje sexista, machista y patriarcal que está presente en nuestros medios de comunicación y en la publicidad que bombardea a diario nuestro sentidos y cuyo impacto se evidencia en nuestras formas de relacionarnos. Queremos medios de comunicación social, redes y vallas publicitarias que proclamen “Igualdad para las mujeres: progreso para tod@s”.
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[1] Ma.C. Vallecillo. Nicaragüense, teóloga y médica, con maestría en salud pública es miembro del Núcleo de Mujeres y Teología en Guatemala.

sábado, 22 de febrero de 2014

PARIR: UNA EXPERIENCIA MÍSTICA



         

  NUESTRAS REFLEXIONES



02-14

Silke Apel
Si iniciara diciendo que cada mesa servida con amor en un hogar es una Eucaristía, despertaría algo más que murmullos. Sin embargo cuando se nos dice que todos los célibes también son padres y madres, no dudamos siquiera en discutir, no digamos cuestionar, esta analogía.  Pensando en esta contrariedad, no puedo dejar de preguntarme sobre otra igual: la razón que subyace a la negación del sentido trascendente del parto real. La experiencia vital y humana que viven día a día, minuto a minuto, miles de mujeres en el mundo.  Las estadísticas nos informan que nacen 252 bebés por minuto en el mundo (4.2 por segundo)[i].

Sin embargo difícilmente se profundiza más allá de estadísticas, fríos números, índices de natalidad, morbilidad, mortalidad, pobreza… Es innegable que urge la asistencia sanitaria y el acceso a métodos de planificación de la natalidad, especialmente entre las mujeres más pobres. A pesar de eso, actualmente se enarbolan banderas limitando a las mujeres a ser medios para la procreación, justificándolo con una manipulada teoría de “ley natural” o “querido por Dios”.  Como si la razón de la vida de más de la mitad de los seres humanos no fuera más allá de los 15 a 20 años que en promedio una mujer, fisiológicamente hablando, está capacitada para la procreación.
¿Será que no hemos superado el trasfondo mítico del parto como “castigo divino” por la “desobediencia de la mujer”?  En este caso, si las mujeres nos hubiéramos “arrepentido” (por no decir “regenerado”) para no sufrir “el castigo divino del parto”, ¿cómo habrían llegado al mundo San Francisco de Asís (algo de moda ahora), Santa Teresa de Ávila, o nuestro actual aclamado Francisco I?  En fin, cualquier ser humano y, superando las teologías, elementos simbólicos y mitos propios de su tiempo: Jesús.  En lo personal me cuesta admitir que María, la madre de Jesús, no haya sido mujer, real y verdadera: humana.  Contrario a lo que sostienen algunas interpretaciones populares no dogmáticas acerca de la forma de su parto “misterioso”, la concibo muy cercana, como mujer que ha parido con su cuerpo, con todo lo que ello implica, a su hijo.
¿En qué momento marginamos el misterio más elemental y grande de la gracia divina que se manifiesta en cada mujer cuando es capaz de llegar al umbral extremo del dolor que la lleva al pleno y total abandono de sí misma?  Un conocimiento que difícilmente se puede adquirir por analogía y absolutamente imposible de aprehender académica o discursivamente.  Esta experiencia es una entrega de sí misma llegando a la oblación total y plena de su persona a todos los niveles: corporal, emocional, sensible, espiritual…, adecuadamente llamada “alumbramiento”, como plenificación para una mujer, pudiendo incluso llevar a otro nivel de conciencia. 
Cuando ésta se vive en el contexto de la fe, llega a ser una incomparable manifestación de la presencia de D**s en la vida de una mujer.  ¿Cómo una mujer durante los dolores, que han sido calificados usualmente como “imposibles de soportar por un varón”, no desea más que poder tener entre sus brazos a la criatura que ha alimentado con su cuerpo para besarla por el resto de su vida?  ¿Cómo un ser humano, con todas las limitaciones de su “filosófica inmanencia”, es capaz de sentirse tan anonadado por el misterio de la vida al apreciar la maravillosa criatura que habitó en sus propias entrañas?  ¿Cómo puede negarse que la gestación y el parto sean actos co-creadores, unión del ser humano y D**s?
El parto, puede ser experiencia mística, cuando se vive desde la fe.  Es el encuentro esencial con lo más profundo del ser personal a la vez que vincula con la plenitud de la trascendencia.  Es el abrirse absoluto, pudiendo llegar a ser la más grande participación de la vida y la creación.  ¿A qué más si no a esto es a lo que le llama contemplación y arrobamiento la tradición mística?
Desde el momento en que intuye su embarazo, a una mujer le cambia la forma de situarse en la vida. Difícilmente puede hacerse presente el don de la vida dentro del cuerpo de una mujer sin que el espíritu atento lo intuya.  Ella es capaz de desplegar totalmente su persona ofreciéndose para cuidar, animar, acompañar la vida por el resto de su propia existencia.  El embarazo es una experiencia maravillosa, un sentirse amada y amante plena y total todo el tiempo.  La amada y el amante no se pueden separar: son una sola y a la vez dos.  La vida que habita el vientre de la mujer y late por sí misma, es la experiencia más radical del actuar de D**s en la creación.
La grandiosidad de la manifestación de la Vida en cada madre es una inexplicable, inabarcable, innombrable experiencia de encuentro con D**s, siempre y cuando exista la libre aceptación por parte de cada mujer.  Basta recordar la anunciación lucana, en la cual el ángel Gabriel entabla un diálogo con María posibilitándole el discernimiento para responder a las preguntas del caso.  Lo contrario hubiera sido un atropello, una aberración, una humillación, una violencia inconmensurable, indigna de humanidad, no digamos de divinidad.  Si D**s respeta la libertad, la autonomía y dignidad de sus hijas, ¿qué es el hombre para no hacerlo? 
El amor, la entrega, el servicio dentro de la enseñanza cristiana bajo ninguna circunstancia se puede imponer.  Jamás se puede obligar a otra persona a llevar una carga que uno mismo no elegiría, menos aún amar.  No se puede obligar a nadie, por muy profunda justificación deontológica[ii] que le demos, a entregar toda su vida, su ser, al servicio de otra persona.  D**s no lo hizo con María.




[ii] Deontología: tratado de deberes.

martes, 18 de febrero de 2014

EN BÚSQUEDA DE NUEVAS VISIONES


         

  NUESTRAS REFLEXIONES



01-14


Lubia De León[i]

Un tiempo nuevo para repensar y renovar

Recién ha iniciado un año nuevo en donde se hacen propicios los análisis, las evaluaciones, las proyecciones, los propósitos y nuevas metas que alienten el horizonte. En este momento de respiro para retomar energías, esta reflexión se enfoca en la necesidad de atreverse a repensar los discursos acerca de los símbolos e imágenes sagradas que influyen en la vida y acción de muchas personas, especialmente de las mujeres, sobre todo desde su propio conocimiento.
Cabe resaltar, que el conocimiento de las mujeres apenas se está reconociendo ya que su participación tanto en la historia como en las ciencias había sido limitada, afectando así su propio desarrollo. Por mucho tiempo, la experiencia de las mujeres se invisibilizó y minimizó, excluyéndola de la sociedad donde han predominado los paradigmas de conocimiento masculino. Ivone Gebara en su libro “Intuiciones Ecofeministas” alude al desarrollo de un conocimiento más amplio, hasta ahora no explorado o reconocido socialmente, desde las experiencias de las mujeres que incluya el espacio sagrado. La autora afirma que las mujeres al repetir las verdades transmitidas en los sistemas socioreligiosos pero no como conocimientos propios pierden el sentido de los significados.[ii] Para muchas mujeres guatemaltecas nuestros conocimientos y sabidurías son de inmensa riqueza. No obstante, parecen estar empañadas por las experiencias negativas de dominación, violencia, pobreza, discriminación, poco desarrollo,…entre otros males. Basta con ver las malas noticias de todos los días en los diarios, donde aparecen los cuerpos de mujeres con el común denominador que sus victimarios han sido varones. Ante este panorama, pensar y hablar de esperanza en un año nuevo es sumamente difícil para las niñas, jóvenes, adultas y ancianas que vivimos en este país. Por otro lado, los símbolos religiosos y las imágenes de un dios liberador que represente esperanza para las mujeres aún están lejos de su percepción. Más bien, éstas provocan fuertes contradicciones en su dignidad e identidad.
Me permito hacer alusión a una experiencia personal en el vecindario donde vivo y que parece ser común en nuestra sociedad: A finales del año pasado, una joven desapareció, hallándose una semana después vilmente asesinada, hecho que desgarró a su familia y conmocionó profundamente a quienes le conocíamos. En el sepelio (como en tantos otros) se escuchaba diversas interpretaciones de las personas asistentes acerca del sentido de esta muerte. Dentro de los discursos religiosos también sobresalió la afirmación de que la muerte, cualquiera sea la forma, era voluntad divina. Dicha explicación aunque tenía como objeto el consuelo de la familia, llamó considerablemente mi resistencia. Al argumentar que la muerte violenta está implicada en la voluntad divina y en especial la de mujeres que en la mayoría de casos es ocasionada por los varones, es contradecir la misma voluntad divina, que llama a la vida plena a todos los seres humanos. Aceptar esta afirmación sería admitir la imagen de un dios sádico, al que se le atribuye el control total del bien y del mal sobre la vida de las personas. Además, creer en este dios no sólo lleva a evadir la responsabilidad personal y colectiva ante hechos punibles sino ante todo a deformar su propia imagen de amor y de justicia. La muerte de toda persona es parte del proceso humano pero cuando es provocada violentamente llama a afrontarla como un hecho criminal que reclama la justicia humana-social. Dicha justicia debiera estar contemplada como voluntad divina. Sólo desde esta perspectiva las mujeres podrían empezar a descubrir la imagen de un dios amoroso al que le importa su bienestar integral, el de sus cuerpos, en su historia y no sólo como almas para ser salvadas en un reino sobrenatural. La situación de violencia que viven las mujeres y los hombres del tiempo actual, aunada a las interpretaciones fundamentalistas y misóginas, favorece que la injusticia continúe prevaleciendo. Cuántos familiares, amigos, amigas, o simplemente ciudadanos o ciudadanas, no hacen o continúan los procesos de denuncias. Muchos y muchas, ante la impunidad y la impotencia, influenciadas por fundamentalismos religiosos, resuelven dejar a las y los victimarios, en manos de una justicia divina que llegará tarde o temprano, pero que aleja las posibilidades reales de precedentes que beneficiarían la aplicación de justicia. Ahora bien, ante la complejidad del problema que representa para las mujeres la justificación de la violencia desde símbolos sagrados, es saludable el permitirse analizar si los discursos teológicos y cristológicos acerca de la redención y la retribución dentro de la tradición cristiana favorecen la justicia hacia ellas. Nuevas visiones y posibilidades
La esperanza nace de nuevas visiones acerca de la realidad con proyección de las posibilidades reales hacia la construcción de un futuro realizable. Como lo indica Mary Judith Ress, “Sin visiones nos perdemos”, título de su libro inspirado en Proverbios 29,18, las mujeres necesitamos de nuevas visiones, nuevos símbolos que correspondan a la realidad, la propia experiencia y conocimiento[iii].
Los cambios estructurales sociales son necesarios como resultado de una nueva conciencia. No basta con tener buenos propósitos, pues es a través de la experiencia que se adquiere y se transmite el verdadero conocimiento que lleva a los cambios profundos. Para avanzar y evolucionar como humanidad será necesario deconstruir muchos de los conceptos que impiden el desarrollo del pensamiento teológico y una espiritualidad propia de las mujeres, que les provea de sentido e identidad, situándose en el aquí y en ahora, en conexión con esta bendita tierra que sostiene al género humano y a todos los seres. Desde visiones nuevas que alienten la renovación y permitan a las mujeres el empoderamiento de la palabra propia y de su autoridad podrán abrirse horizontes capaces de eliminar el gran azote de la dominación de unos seres sobre otros para su utilización y destrucción. Apuntar a una visión holística y a una espiritualidad que conjugue la justicia en la cotidianidad como parte sagrada, puede orientar hacia la transformación a través de acciones encaminadas al cuidado de la vida y el respeto de los seres humanos en relaciones de interdependencia y corresponsabilidad.


[i]  Licenciada en Ciencias Religiosas, M.A. en Teología Feminista, integrante del Núcleo Mujeres y Teología de Guatemala.
[ii] Ivone Gebara, Intuiciones Ecofeministas. Ensayo para repensar el conocimiento y la religión, (Montevideo: Doble Clic, 1998), p. 71.
[iii]  Mary Judith Ress, Sin Visiones nos perdemos: Reflexiones sobre teología ecofeminista Latinoamericana, Traducción Maruja González Torre, (Santiago de Chile: Colectivo Con-spirando, 2012), p.7.