martes, 7 de junio de 2022

Por un mundo sin violencia hacia las mujeres y el planeta Tierra

 

 

    Es difícil mirar la realidad que nos rodea y no perder la esperanza. ¿A qué realidad me refiero? A esa inmensa mayoría de personas que sufren la injusticia, la pobreza, la violencia, la exclusión a todos los niveles, en definitiva, al efecto devastador del patriarcado que, como un cáncer, ha invadido desde hace miles de años nuestro mundo. Y no solo me refiero al cincuenta por ciento de la humanidad que son las mujeres, sino también a nuestra casa común que nos acoge y que está tan maltratada. Me pregunto ¿cómo es posible que estemos echando piedras contra nuestro propio tejado?

    Por eso la mirada ecofeminista nos invita a ser conscientes y a escuchar el grito de las mujeres y el grito de la tierra, dos realidades que no podemos separar porque sufren el efecto destructivo del patriarcado.

    Según ONU Mujeres la violencia contra las mujeres y las niñas ha aumentado de manera significativa en los últimos años. Según datos disponibles de 106 países se estima que 736 millones de mujeres -alrededor de una de cada tres- ha experimentado alguna vez en su vida violencia física o sexual por parte de una pareja íntima, o violencia sexual perpetrada por alguien que no era su pareja (el 30% de las mujeres de 15 años o más)[1]. Datos espeluznantes que no nos tienen que dejar indiferentes. En estas cifras no se contempla la violencia como arma de guerra, realidad terrible que están viviendo muchas mujeres. En Ucrania están informando atrocidades en este sentido. Sin ir más lejos, leía una noticia de un soldado ruso que llamó a su novia para pedirle permiso de violar a mujeres ucranianas, la respuesta de la novia fue que sí pero que no se lo contase y que se protegiera. No podía dar crédito a la petición del soldado y a la respuesta de la novia. Hasta qué punto está naturalizada esa forma de “dañar” los cuerpos de las mujeres como campo de batalla y un efecto colateral de las guerras. El dominio masculino que considera a las mujeres un “terreno” suyo en el que puede hacer lo que le plazca. ¡Hasta cuándo! Hay que gritar, hay que salir a las calles, hay que denunciar, que las mujeres no somos propiedad de nadie, nada más que de nosotras mismas. Que nuestros cuerpos son nuestros y solo nosotras podemos decidir libremente qué queremos hacer.

    Y ese dominio del que he estado hablando es el mismo que el patriarcado ejerce sobre nuestra casa común, que también la considera un “terreno” que puede violarlo, destrozarlo y dañarlo con tal de sacar el beneficio y el lucro que le interesa.

    Por eso, es que necesitamos la mirada ecofeminista que nos quite el velo de los ojos y nos haga salir a las calles a gritar con todas nuestras fuerzas NO MÁS, NI UNA MÁS. Cuando todas nos levantemos, tal vez podamos mantener la esperanza de un mundo mejor, de unas relaciones más respetuosas, equitativas y justas, donde cada ser que respira en el ancho mundo, pueda vivir sin temor a ser devorado, destruido o violado.

                                         


                    Maite Menor Esteve
Integrante de Núcleo Mujeres y Teología

                                                                                                                                Junio 2022