Hoy
día todos hablan de procesos, es una palabra que metodológicamente explica
algunos cambios de paradigmas sean sociales, culturales o religiosos. En las
iglesias se habla de procesos de conversión, procesos de evangelización,
procesos pastorales, entre otros. Los procesos tratan de mantener la
continuidad en los hilos conductores.
En el ámbito
empresarial y organizacional se hablan de procesos sistémicos, se utiliza el
ejemplo del cuerpo humano con sus diferentes sistemas; el sistema nervioso,
sistema respiratorio o el sistema circulatorio; el mejor ejemplo suele ser el sistema
digestivo. Este último, con el proceso de la digestión, transforma los alimentos
en energía calórica para el cuerpo, dándole vida y posibilidad para realizar
otros procesos transformadores sean endógenos, dentro del mismo cuerpo humano o
exógenos, fuera de sí para transformar la realidad y construir la historia.
Otra cosa que podemos decir sobre los procesos sistémicos es que tienen puertas de entrada y de salida. El espacio, sea temporal o físico, que media entre esa puerta de entrada y de salida permite la intervención de diferentes actores y factores. El aporte que estos deben hacer es para contribuir al logro de metas o la obtención de los cambios y situaciones nuevas deseadas.
Estas pocas ideas
y la realidad que nos circunda hacen plausibles los “procesos” en sí mismos.
Todo proceso, en las condiciones ideales o por ley de inercia, debe alcanzar
los fines deseados. Pero, hoy por hoy, la misma realidad histórica nos hace
notar que no todo es procesual, de repente se requieren saltos cualitativos y
radicales que cambian totalmente el rumbo, que rompan los procesos. Nos referimos
a un “antes” o un “después”, se trata de acontecimientos puntuales que, como
hitos o señales clavados en el camino, marcan un límite, un hasta aquí nomás,
de aquí para allá hay otra cosa.
El
Evangelio de San Lucas que se lee en la Vigilia Pascual de la Iglesia Católica Romana
en este año 2019, inicia con un hito. Una marca que señala un antes y un después.
“El primer día después del sábado, muy de mañana llegaron las mujeres al sepulcro,
llevando los aromas que habían preparado ...”
“Y
el primer día de la semana, muy de mañana” (v. 1a). Los
cuatro Evangelios nos dicen que era “el primer día de la semana” cuando
ocurrieron los eventos (Mateo 28:1; Marcos 16:2, 9; Juan 20:1, 19). El primer
día de la semana, claro, es el día siguiente al sábado y corresponde a nuestro
domingo. Lucas pronto nos dirá que la temprana iglesia veneraba el domingo
(Hechos 20:7; véase también 1 Corintios 16:2; Apocalipsis 1:10).[1]
Después
del sábado “llegaron las mujeres”,
el evangelio de San Juan nos hablará solo de una mujer, María de Magdala; El
evangelio de Lucas siguiendo a Marcos y muy ligado a la cultura patriarcal, se
refiere a las mujeres en plural. Según la tradición judía, el testimonio de una
sola mujer no sería creíble, es necesario el testimonio de varias. En este caso
se menciona a tres mujeres con nombre propio, “Eran María Magdalena y Juana y María, la madre de
Jacobo (Santiago). También las demás mujeres con ellas…”
Un
versículo más adelante, el texto confirma este pensamiento patriarcal de
minoridad de las mujeres. Las tres mujeres son consideradas como delirantes, aun
así, Pedro prefiere ir y cerciorarse de lo dicho por las mujeres. Ahora él
también entrará en una experiencia que lo deja confundido. Él, igual que las
mujeres, experimentará y será testigo de la
única prueba con que se cuenta acerca de la resurrección de Jesús, el sepulcro
vacío y los lienzos por el suelo (Kasper W).
Ahora
bien, nuestra lectura del texto quiere rescatar dos ideas que están al inicio
de este escrito, “lo procesual” y el “después de”. Las mujeres han seguido a
Jesús desde Galilea, probablemente ellas miraban a Jesús como el iniciador de
un proceso de cambio en sus vidas y en la vida de su pueblo. El Sábado se
habían asegurado conocer dónde yacía el cuerpo de Jesús, habían preparado los
aromas y el día después del Sábado se disponen a cumplir con los rituales señalados
por la tradición, embalsamar el cuerpo del muerto.
Para
su asombro, después del Sábado las cosas cambiaron radicalmente, y ese primer
día de la semana la situación es totalmente otra. El Sábado con todo el peso de
la tradición ha quedado atrás. La experiencia de la resurrección las saca
abruptamente de lo habitual y procesual y las lleva a un salto radical, al
punto de ser consideradas delirantes. Esa experiencia marca sus vidas y después
del sábado, en ese primer día de la semana nada volverá a ser igual.
Creo
en los procesos como necesarios para la correlación de fuerzas y avance de la
historia. Pero también creo que los procesos, algunas veces, nos hacen ir por
inercia y nos pueden llevar al continuismo haciéndonos creer que lo que hacemos
es parte de un proceso. Hoy más que nunca estamos llamadas a ser como esas
mujeres que fueron al sepulcro y dieron un salto en sus vidas.
Necesitamos
saltos cualitativos en los procesos políticos y sociales, en las relaciones de
pareja, la familia, las redes y organizaciones de mujeres, la participación colectiva
para el desarrollo sostenible y sustentable, necesitamos vivir nuestro primer
día de la semana después del Sábado. Necesitamos empezar a vivir desde cambios
radicales. Cada una está llamada identificar su propio Sabat y empezar a vivir
después del Sábado, empezar a vivir su primer día de la semana.
La experiencia del resucitado nos urge a ser anunciadoras de tiempos nuevos. No busquemos entre los muertos al que vive. Hoy es el primer día de la semana, estamos estrenando la historia, nos toca escribir páginas nuevas.
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