Las
teólogas feministas nos planteamos preguntas recurrentes sobre algunos
comportamientos de opresión entre mujeres, de traición de género y aunque
queramos justificarlo como un acontecimiento histórico, sabemos que su raíz está
en el sistema patriarcal. Por esa razón es muy importante interpelar las
relaciones de poder entre mujeres. Hablo
de las tensiones, encuentros y desencuentros entre mujeres como género.
No hay una
rivalidad de mujeres como algo antiguo, sino como la desigualdad de condiciones
y la violencia naturalizada de unas a otras.
Al
margen de las narrativas bíblicas de los capítulos 16 y 21 del libro de Génesis,
encontramos experiencias de la humanidad, como las marginaciones,
discriminación, migración, trata de personas, desalojos territoriales, opresión,
luchas de poderes etc. Hoy nos detendremos, en la experiencia de la lucha de
poder entre dos mujeres desiguales ante el sistema económico patriarcal. El texto parafraseado, trata de una mujer
llamada Agar, que es comprada como esclava egipcia, para el servicio de otra
mujer llamada Sara.
Sara
plantea que para que se cumpla la promesa de Dios hecha a su esposo Abram, de
tener descendencia, dispone del cuerpo de su esclava, como un vientre alquilado
y obtener un hijo que ella no puede concebir.
El problema se da luego que Agar queda embarazada, cuando Sara observa
que la esclava la mira con desprecio y esto provoca maltratarla; por la opresión
recibida, Agar no tiene más opción que huir.
La
interacción entre Sara y Agar está determinada por el sistema de valor
patriarcal.
El patriarcado no permite la interacción
humana basada en el respeto y las alianzas mutuas.
En
la configuración patriarcal, las mujeres quedamos atrapadas en rivalidades, pues las mujeres somos
producto de este sistema social
asimétrico, con una jerarquía rígida, que tiene la intencionalidad de
desarrollar relaciones de superiores e inferiores, dominadas y dominantes, que
establece una clara competencia, de ahí que socialmente hay roles valorados y devaluados.
¿Cómo nos sentimos accionando en contra de nuestra propia libertad y la de
otras mujeres? La crisis patriarcal nos acecha más a las mujeres en nuestras
relaciones, el poder autoritario, la opresión, la explotación, las hegemonías, hoy
más que nunca debemos reflexionar sobre la forma de ejercer el poder en
nuestras relaciones cotidianas, ya sea como madres, hijas, amigas, colegas, empleadas
etc.
El
mundo patriarcal no tolera las complicidades entre mujeres, por lo que es
importante que apliquemos una crítica al poder a nosotras mismas y no solo a la
“sociedad patriarcal”. Debemos reconocer las propias limitaciones y la
posibilidad de construir con las otras una complicidad, una paridad, para
cambiar la vida.
Las mujeres tenemos cualidades que nos permiten relaciones asertivas, porque podemos acompañar, abrazar o simplemente respetar. Por esto, celebremos hoy que tenemos amigas, vecinas, comadres, confidentes, acompañantes, y cómplices. Las mujeres requerimos de la sororidad para superar las dudas sobre nuestra valía, así también requerimos del reconocimiento y fortalecimiento mutuo de las potencialidades, virtudes y talentos.
Delia Leal
Teóloga-Pastora Iglesia Bautista Luz.
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