sábado, 11 de septiembre de 2021

‌ “La inmensa potencialidad del caos y sus innumerables posibilidades”


 

Hoy día, en medio de la crisis en la que vive la humanidad y el planeta, la palabra Caos = χάος (kaos), pasó a ocupar un lugar común; frecuentemente se dice que “el mundo volvió al caos primigenio”. Aquí, nos interesa reflexionar sobre el sentido de este término desde una mirada bíblica.

Caos es un vocablo griego que, en el discurso mítico-religioso, vino a significar lo opuesto a orden. Según las cosmogonías griegas, el caos es el estado en que se encuentra la materia antes de la existencia del mundo. De él surgió las fuerzas organizadoras del universo, el Cosmos. [1] 

En esa perspectiva mítica el Caos fue el origen de todo y lo primero que existió, incluso las diosas y los dioses, según la mitología de los pueblos. Era un vacío primordial, del que todo fue creado. También se traduce como «el vacío abierto». Las primeras deidades que surgieron del Caos fueron Gea (la Tierra), Tártaro (el Inframundo) y Eros (el Amor); y más tarde también se crearon Erebus (la Oscuridad) y Nyx (la Noche)[2].

Al principio, el Caos era un estado de desarmonía o desorden aleatorio que existía en el vacío primordial. Poco después se formó un Huevo Cósmico en su vientre y eclosionó produciendo las primeras deidades en la oscuridad. Se pensaba que el caos era femenino, que poseía cualidades antropomórficas y tangibles. Esta interpretación ha cambiado, según las ideas de diferentes historiadores y poetas, a medida del avance histórico del sistema patriarcal, que se impuso sobre las culturas.

La Biblia también habla del Caos en el libro del Génesis (1,1-2): “En el principio, cuando Dios empezó a crear el cielo y la tierra, la tierra era caos y confusión: oscuridad cubría el   abismo y la Ruah de Dios aleteaba por encima de las aguas”.

El término Ruah (Espíritu), en las tradiciones religiosas más antiguas, aparece vinculado al viento, a la respiración y a la energía. Se manifiesta en femenino en la simbología de un ave aleteando, llamas de fuego y la luz.

El sentido onomatopéyico (sonido de las palabras) del término Ruah sugiere lo que quiere comunicar: Ruah significa aliento, viento, amplitud, algo en movimiento, que se opone a lo que es rígido, lo que está inmóvil, represado, calcificado. Es el mismo sonido respiratorio que emite la mujer en el momento de dar a luz a una nueva creatura. En esta perspectiva lo opuesto a Ruah no es el cuerpo, lo material, lo visible, lo concreto. Lo opuesto a Ruah es la parálisis, la desarmonía, la confusión, la muerte, en síntesis, el caos.

En algunos pasajes bíblicos la Ruah aparece como el viento que todo desestabiliza (Ej. Hechos 2,1-21), que produce caos para hacer surgir una nueva realidad. En otros, ella se la presenta como la Brisa Suave, la energía vital que recompone el orden (1Reyes 19,12). Es propio de la Ruah descomponer los patrones rígidos e inmutables y crear una nueva realidad con armonía, belleza y flexibilidad.

Así que, también en medio del caos de esta pandemia en la que vivimos hoy, podemos sentir la Ruah en acción, la organizadora y mantenedora de la vida en medio al caos, transponiendo fronteras, ampliando horizontes, creando espacios de comunicación, integración, articulación y solidaridad, movilizando e impulsando la historia del mundo. Vivimos sostenidas por esa “Dynamis” que despierta en nosotras las grandes inspiraciones e intuiciones dormidas y nos mueve a organizarnos para luchar en contra de todos los mecanismos de muerte que se arrojan sobre la humanidad, y de forma más violenta sobre las mujeres y las niñas.

          Se trata de ser dóciles para dejarnos conducir por la Ruah Divina por donde muchas veces no conocemos y entendemos. Como nuestra Maestra interna, ella nos enseña a dejarnos conducir a la bondad, donación, alegría y paz.

En otras palabras, vivir bajo el Soplo de la Ruah implica activar en nosotras el impulso hacia el "más" y ordenar" los dinamismos humanos hacia un horizonte de sentido: el Reino de Dios como el campo donde actúa la Ruah para que la vida nazca y se desenvuelva.

Su trabajo de transformación y de re-creación nos enseña a reconciliarnos con las dimensiones no integradas de nuestra vida, de la realidad que nos rodea y de las personas, de las cuales nos habíamos distanciado y separado. Su discreta presencia alentadora nos mueve a acoger nuestro potencial de ternura, cuidado y resistencia ante todas aquellas situaciones y fuerzas que desintegran la vida.

Esta es la tierra propicia donde actúa la Ruah. Donde hay más carencia, vulnerabilidad, pobreza y desintegración hay más posibilidades creativas. Ninguna situación puede alejarnos de su Soplo creador y restaurador. Todo vacío es un buen campo para el actuar de la Ruah. Por tanto, nos toca abrir espacio en nuestro ser para que ella pueda realizar su obra transformadora. 


Alzira Munhoz

Integrante del Núcleo Mujeres y Teología

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