En esta oportunidad quisiera compartir, no una fecha conmemorativa que pone
de relieve algún acontecimiento significativo, sino un tema que, en principio,
no parece relevante, pero que ocupa la mayor parte de nuestro tiempo: la experiencia de la cotidianidad. Hablar
de lo que vivimos todos los días y que, a pesar de que parecen vivencias
repetidas, podemos descubrir en ellas novedad, significado y sentido para
nuestra vida. Lo aprendí con Margarita Saldaña, laica consagrada de las Hnas. de
Carlos de Foucault que me compartió estas reflexiones. Estas son algunas notas
tomadas personalmente.
La rutina, repetición, costumbre, está constantemente presente en la
estructura propia de la vida. Pero una
cosa es la inercia, vacía de sentido y otra, la rutina que me permite ahorro de
energía, tener un camino trazado y que me posibilita cuidar la vida. Podemos
preguntarnos: ¿yo deambulo por la inercia… o voy habitando la rutina, dando
sentido a lo de cada día?
El misterio del ser humano solo se esclarece en el misterio de la persona
de Jesús de Nazaret. Jesús asumió la vida humana. ¿Qué experiencia ha hecho
Jesús de la vida cotidiana? “Bajó con
ellos y vino a Nazaret y vivía sujeto a ellos” Lc 2, 45. Aún tenemos, en la
memoria reciente, los acontecimientos de la pasada Navidad.
¿Cómo nos acercamos a Nazaret? En Nazaret no pasa nada. Para Jesús no es
nada más que una preparación para lo que luego será su vida de predicador del
reino. Jesús supo enraizarse en unas coordenadas concretas, propias de su
cultura, su pueblo, sus costumbres. Nace en un lugar periférico, en una aldea
insignificante, con una sociedad piramidal, donde se da la marginación de
género, económica y religiosa. Jesús fue pobre, pero no el más pobre de los
pobres, ya que tenía un oficio, tampoco fue marginado social, porque era varón,
ni religioso, porque no era considerado impuro Jesús tiene un nombre y una
genealogía. Una lengua y un nivel de formación como la de los pobres: aprende
de su mamá, de las mujeres con las que comparte muchas tareas diarias, de la
sinagoga, de su oficio. Tiene una forma de compromiso con el mundo: es laico,
célibe, conoce bien la situación en la que viven las
mujeres y se relaciona con naturalidad con ellas
rompiendo algunos esquemas de la época. Tiene un ritmo de vida. Estas raíces
son las que tejen la humanidad de Jesús y a partir de ellas hemos de
preguntarnos qué nos dice Di*s[1] del ser humano, del mundo, de nosotras
mismas.
Claves teológicas para
habitar la rutina:
- La vida de Jesús no es un enigma histórico,
es un misterio, un lugar donde Di*s se revela y salva. Necesitamos
contemplar nuestra vida cotidiana en el espejo de la vida cotidiana de
Jesús.
- La vida cotidiana como espacio
público de revelación. En Jesús se va desdibujando la frontera entre lo
sagrado y lo profano. Toda la vida de Jesús siempre ha sido pública. No
hay datos que hablen de una vida oculta, pero hay momentos de su vida que
ocultan lo que Jesús es. Teológicamente hablando, toda la vida de Jesús es
oculta. También nuestra vida tiene rasgos ocultos de lo que en verdad
somos cada una de nosotras. Y nunca llegamos a conocer tampoco a las otras
en su totalidad.
- La vida cotidiana como espacio
teológico, donde se vive la misión. Es
espacio de crecimiento, de discernimiento y de elección. Es tierra de misión. Nosotras las mujeres sabemos mucho de lo cotidiano, es nuestro espacio habitual. Pareciera que nos han dejado las tareas pequeñas, las que carecen, en tantas oportunidades, de relevancia. Pero es ahí, en lo cotidiano, donde hacemos historia liberadora para nosotras y para las otras mujeres. Podemos dar sentido y hondura a nuestro quehacer diario, estemos donde estemos, desde nuestras raíces, nuestra historia, nuestros aprendizajes, articulando novedad, construyendo y deconstruyendo a partir de nuestra mirada como mujeres en un tiempo y espacios concretos. Como Jesús en Nazaret, que supo leer en lo de cada día historia de sanación, historia de salvación.
- Toda la vida de Jesús es salvadora,
liberadora. Las tareas cambian en
nuestra vida, la misión es siempre la misma: instalar la liberación en los
pequeños gestos de la vida diaria. Hacer Reino. La vida cotidiana como
tierra de sororidad. La mesa de nuestra vida a la que pueden acercarse los
y las vulnerables, los y las que sufren.
- Lenguaje sacramental de la rutina habitada. Todo puede ser leído desde el Di*s liberador de Jesús. Nazaret, la densidad de lo cotidiano: un lugar de encuentro desde arriba y desde abajo. Un lugar de proceso y esperanza. Una tierra sagrada. Una manera de estar en el mundo transitando de la inercia a la rutina habitada. La vida cotidiana un espacio de verificación de la llamada y del envío a curar, a expulsar demonios, a ensanchar la mesa donde puedan sentarse todas las personas que buscan un mundo mejor.
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María Jesús Laveda Integrante Núcleo Mujeres y Teología |
Hermosa reflexión sobre la belleza de la vida cotidiana. Gracias Chus
ResponderEliminarEs un mensaje profundo y bonito
ResponderEliminarUna reflexión tan bella como nutricia, gracias querida Chus por ser parte activa en la construcción cotidiana del reino.
ResponderEliminarHola
EliminarGracias por tan bonito mensaje
Gracias Ma. Jesús Laveda x tu bella y profunda reflexión sobre lo cotidiano... xq desde ese espacio construimos el reino!
ResponderEliminarEs verdad, desde lo cotidiano vienen grandes reflexiones.
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