Fuente: Paü Victoria, 2020. |
Este camino lo hemos iniciado juntas hace más de 25 años y aún hay tanto que aprender, que compartir, que soñar y que trabajar y eso tenemos que hacerlo junto a tantas mujeres y hombres que anhelamos cambios profundos que deseamos hacer realidad en nuestros países en nuestra Casa Común.
Querida amiga, usted sabe que
nuestros pueblos y también nosotras mismas como mujeres experimentamos día a
día la enfermedad y el sufrimiento ante tanta violencia provocada por el
patriarcado, deseamos vivamente la salud de nuestros cuerpos y de nuestras relaciones.
También la Madre Tierra sufre, la Creación entera enfrenta las problemáticas
ambientales, causadas por el sistema capitalista, utilitarista y sobre explotador. No podemos separar el sufrimiento de las
mujeres y el de la Tierra ya que ambos tienen la misma fuente, la misma raíz,
una visión centrada en el antropocentrismo, que hace que los hombres se crean
dueños de la Creación, y que piensen – equivocadamente-, que son seres
superiores a las mujeres, a quienes nos ven como alguien a quien nos pueden y
deben someter. Esto ha sido reforzado por una teología androcéntrica, por una
concepción de un Dios, como un ser exclusivamente masculino y no como un Di*s
padre y madre, un Di*s que cuida y da vida como nos lo presenta la Biblia.
Estamos llamadas a ser mujeres
medicina, capaces de sanar nuestras relaciones con los demás, con la naturaleza
y con Di*s. Hemos visto la necesidad de una teología saludable. Saludable para
las mujeres y para la tierra. ¡Cuánto bien se puede hacer! Y esto a la manera
de Jesús. Durante siglos hemos visto como la teología cristiana nos ha dañado y
nos ha llevado a relaciones enfermizas, de dominio y explotación hacia las
mujeres y hacia la tierra.
La teología feminista ha percibido que la contaminación estaba enfermando a las personas, a los pueblos, a los animales, a las plantas y a la Casa Común. En los últimos años, la pandemia del Covid 19, puso en evidencia las “otras pandemias” que durante siglos han enfermado y dañado a la humanidad: la desigualdad, la violencia, la injusticia sistemática que actualmente abonan el deterioro ecológico y la exclusión social y religiosa de las mujeres…. Imagínese amiga cuánto daño, cuánto dolor y sufrimiento, cuántas muertes han causado estos males…. El ecocidio, el feminicidio… Tenemos que parar este deterioro de la calidad de vida de los más vulnerables, de los niños y niñas, de los pobres, de las mujeres y de la Pacha Mama.
Urge una teología saludable, una
espiritualidad saludable para que, como creyentes, desde nuestra fe podamos
establecer unas relaciones sanadoras, armonizadoras con la tierra y entre
nosotras, entre todos hombres y mujeres.
Por ello estamos invitadas a revisitar y a cuestionar los textos bíblicos,
porque desde ellos se ha legitimado el sistema patriarcal y capitalista que ha
llevado a relaciones de dominio y enseñoramiento de los hombres sobre las
mujeres y entre los demás seres de la naturaleza.
Desde los textos e imágenes bíblicas
que nos inspiran a cuidar y no hacer daño, a proteger la vida, a sanar los
cuerpos, la vida y las relaciones podemos ayudar a iniciar procesos de sanar
las formas de habitar en esta tierra. En Jesús y en la Divina Ruah cada una de nosotras encontramos la
capacidad de sanar y de sanarnos. En los cuatro evangelios encontramos a Jesús
sanando a muchas mujeres. La mujer con flujos de sangre Mc 5, la hija de la
sirofenicia, la hija de Jairo Mc 5, a María Magdalena Lc 8, a la suegra de
Pedro Mc 2, a la mujer encorvada, a cada una de ellas Jesús le ha restablecido
la salud con sus palabras, con su mirada, con su presencia. Él y ellas nos inspiran, nos hablan y nos
dicen que Jesús quiere restablecernos dándonos la salud del cuerpo y la
participación en la sociedad como sus discípulas.
En sororidad y fraternidad seremos
capaces de transformar las relaciones entre hombres y mujeres y con la tierra. La propuesta y la apuesta es, mi querida
compañera, plantear nuestras relaciones desde una espiritualidad de una alianza
de amor, armoniosa y saludable, buscando así un cambio radical en nuestras
relaciones. A la vez el eco ecofeminismo apela a una mística democrática
cósmica.
Se imagina amiga que gran misión la
que nos espera: Buscar juntas cambios de mentalidad, cambios de estructuras
jerárquicas piramidales, por unas más circulares y abiertas, en donde quepamos
todas y todos, liberándonos así del dominio y la exclusión. Proponemos unas
relaciones más horizontales y más holísticas.
En una línea parecida, el papa Francisco ha hablado a la humanidad sobre el cuidado de las personas y de los ecosistemas naturales y ha dicho que ambos son inseparables. Ha pedido que esta visión sea tomada en cuenta en la acción socio pastoral de la Iglesia. No se ha explicitado abiertamente la situación de género, aunque se hable del ecocidio y del feminicidio. Esperemos querida amiga, que en el Sínodo de la Sinodalidad se toquen abiertamente estos temas y se abran espacios a las mujeres en la toma de decisiones y la participación ministerial.
Un abrazo en la distancia.
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