jueves, 4 de enero de 2018

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado...



A quienes vivimos la espiritualidad cristiana, el año nuevo nos encuentra siempre con un recién nacido en brazos. Y es que el año litúrgico nos guía anualmente al encuentro con la Navidad, esa mujer con casi dos mil años de edad, pero siempre tan joven, como para dar a luz la esperanza. Así, cuando llegan los últimos suspiros del año, siempre llega ella, y nos trae de su seno a Emmanuel [Dios está con su pueblo].     
Emmanuel, en la tradición profética de Isaías, es el niño a nacer, pero también la esperanza de liberación de un pueblo que sufre el dominio y la opresión extranjera, y la ineptitud de su propio rey. De acuerdo a esta tradición, Emmanuel no es engendrado, sino  concebido: Y la joven concebirá (o está embarazada) y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (Isaías 7,14). De esta manera, Emmanuel no es hijo del poderío y la dominación patriarcal, sino el hijo de la Vida, del pueblo, de la esperanza. Emmanuel es Dios con su pueblo.

Los poderíos humanos han intentado una y otra vez acabar con las esperanzas del pueblo; más Emmanuel es el Eterno, naciendo cada día y en cada rincón del mundo. Así, Mateo y su comunidad, retomando la tradición de Isaías,  proclamaron a Jesús como el Emmanuel. Esta proclamación vino a finales del primer siglo, cuando el poderío romano se desplegaba con todo vigor en los pueblos dominados y Jerusalén había sido destruida,  cuando el pueblo sobreviviente se había dispersado y no quedaba más esperanza, sino Emmanuel (Mateo 1,18-25).  De acuerdo a esta tradición, la joven concibe por la presencia de la Ruah, la presencia divina (Mateo 1,20).  Por lo cual, Emmanuel es el hijo de la Vida, no de la virilidad que ostenta la dominación patriarcal que oprime a los pueblos.

Mateo y su comunidad también nos cuentan de sus temores, de las acechanzas contra Emmanuel. Herodes [llamado] el Grande y rey de los judíos,  gobernaba Judea al nacimiento de Jesús.  Este Herodes, encarnación de toda maldad y perversidad, gobernaba con tal tiranía que eliminaba todo signo de esperanza en medio del pueblo. Esto lo llevó a asesinar a su propia esposa, hijos, familiares y todo aquel que atentara contra su poder. Así que la noticia de la llegada de Emmanuel, exacerbó su paranoia, propia de los enfermos de poder y dominación. De esta manera, inició una conspiración  contra Emmanuel, y en su perversa persecución, mandó a matar a todos los niños que había en Belén y en sus alrededores,  todos los que tenían menos de dos años… (Mt 2,16).  Su perversidad quiso terminar con la esperanza del pueblo y mientras tanto, dejó gran dolor a su paso: Se oyó un clamor en Ramá, mucho llanto y lamento: es el dolor de Raquel que llora a sus hijos, no quiere consolarse, porque ya no existen... (Mt 2,18). 

Raquel [el pueblo], ha llorado mucho en la historia, le han matado a sus hijos e hijas;  el espíritu de Herodes ha atentando permanentemente contra su esperanza. La paranoia del poder ha perseguido a Emmanuel por siempre, mas su madre y padre [el pueblo], guiados por la voz divina, han sabido protegerlo y por eso sigue llegando en cada Navidad. Ojalá Raquel se consuele un poquito al saber que Emmanuel está más allá de los poderes humanos que intentan destruir la vida.                                                                                                    
Ahora, en este nuevo año, encontramos que la Navidad ha dejado en nuestros brazos a Emmanuel... porque una niña y un niño nos ha nacido, una hija y un hijo no ha sido dado...  Emmanuel en nuestros brazos, es la alegría de las niñas y niños de nuestro tiempo, con su ternura, su inocencia, su alegría y sus sueños por una vida feliz. Emmanuel es nuestra propia niña y niño, abandonados tal vez, en algún rincón de nuestra historia donde perdieron la esperanza.  Emmanuel en nuestros brazos, es también el llanto de Raquel, quien no quiere llorar más, sino reír con esperanza al ver felices a sus hijos e hijas.

¿Cómo le cuidaremos? ¿Cómo mantendremos vivo a Emmanuel? porque Herodes sigue acechándole... viola y embaraza a nuestras Emmanuel; convierte a nuestros Emmanuel en sicarios y los llama continuamente a la violencia; los deja morir de hambre, sin atención médica y sin educación;  de esta manera, los deja sin futuro, y al pueblo sin esperanza.


La ternura de Emmanuel en nuestros brazos nos llama al arrullo, a los mimos, a los cuidados continuos para verle crecer en bienestar. Su fragilidad nos recuerda la lucha por la vida; nos llama al compromiso y nos da esperanza.  Esta es la esperanza que nos compele al compromiso de la lucha diaria, a ir incansablemente contra la perversidad de Herodes y sus herederos; esta es la esperanza que nos guía en el camino de la justicia y la paz en medio nuestros pueblos.

¡Que la Vida y la esperanza de Emmanuel nos acompañen en este nuevo año!






Neli Miranda es:  Ministra ordenada de la Iglesia Episcopal de Guatemala, docente universitaria y miembra activa del Núcleo Mujeres y Teología



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