Llegamos nuevamente a marzo, y parece obligado hablar sobre el Día Internacional de la Mujer. Y no es que no tengamos nada más de qué hablar, pero todavía no alcanzamos el objetivo del que hace gala el Movimiento Internacional Revuelta de Mujeres en la Iglesia, nacido en España, que dice: “Hasta que la igualdad se haga costumbre”.
Hoy en día, las mujeres seguimos constatando que,
aún no somos iguales en derechos humanos, laborales, ni económicos, así
como no lo somos en respeto a nuestra dignidad, justicia, libertad, autonomía.
Por eso seguimos alzando la voz… hasta que la igualdad se haga costumbre.
Tampoco olvidamos la terrible
experiencia de las niñas quemadas en estas mismas fechas hace ya siete años, el
8 de marzo de 2017, por la falta de atención y seguridad de las personas
responsables del cuidado de las niñas que estaban bajo su tutela, irónicamente
llamado Hogar Seguro. A fecha de hoy, la
justicia todavía no dicta sentencia sobre los responsables de este drama. Fue
una tragedia que saltó a los medios de comunicación y pudimos conocer los
hechos y denunciar tan tremenda injusticia. Pero hoy, sigue habiendo tantas
niñas y adolescentes que son maltratadas en su dignidad, violadas por sus
propios padres, hermanos, familiares varones que rompen sus sueños, apagan su
voz y, de alguna manera, acaban con sus proyectos de vida.
Por eso seguimos levantando
nuestra voz y nuestras manos exigiendo respeto, justicia y reconocimiento de
nuestra dignidad de mujeres, adolescentes, niñas.
Muchas de nosotras somos mujeres
de fe, que acogemos el proyecto liberador de Jesús y reconocemos al D**s que
Él, desde su experiencia de desierto, descubre, acoge y ofrece para que creamos
en ese Padre-Madre, que no hace distinción de personas y amando profundamente a
cada una, la llama por su nombre y la reconoce hijo e hija suya, promoviendo
una comunidad de iguales. El Proyecto de D**s, inaugurado por Jesús, es que el
ser humano tenga vida y vida en abundancia. Entonces, no se entiende que tantos
padres, hermanos, amigos, sigan rompiendo vidas de niñas, adolescentes.
Por eso la pregunta: ¿Es esta
realidad la que D**s quiere para cada una de nosotras? ¿Es este plan de vida lo
que nos tiene preparado, lo que proyecta para mí? ¿Qué significa, para nosotras
las mujeres, que nos digan en nuestras propias comunidades de fe que D**s nos
quiere felices? Porque si mi vida ya está decidida por otros, ¿dónde quedan mis
proyectos, sueños, esperanzas. ¿En dónde puede descansar mi fe, mi verdadero
nombre, ese que D**s tiene pensado desde siempre para mí?
También en marzo, este año, iniciamos un tiempo de reflexión honda sobre nuestras vidas, actitudes, conductas, un tiempo que llamamos de invitación al cambio, a la conversión. También desde aquí invitamos a todas y todos a repensar nuestro espacio y a unir esfuerzos para que nuestra propia identidad y dignidad de mujeres sea reconocida y aceptada. De lo contrario, seguiremos alzando la voz… hasta que la igualdad se haga costumbre.
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