Santa
Brígida de Kildare, patrona de Irlanda, primera monja y abadesa de Irlanda, ha
pasado de ser una figura folclórica a ser ícono de feminismo en el siglo XXI.
Nace en 450, hija de un rey pagano y una bellísima esclava. A los 12 años toma
los votos de castidad, tratando de escapar de un largo desfile de
pretendientes. Irlanda en estos momentos es tierra de celtas paganos y el
imperio en Roma se está desmoronando.
Debajo
de un roble sagrado, la jovencita Brígida construye una celda e inicia la vida
de monacato. Con los años, construye una iglesia de roble, dándole el nombre al
lugar, Kildare. En este lugar había una llama eterna cuidada por las vírgenes
del pueblo. Brígida es conocida como la portadora de luz, responsable de la
iluminación y del calor, desde el que trae la primavera hasta el que funde los
metales. Es conocida como la luz que no quema.
Logra
convertir a las personas del lugar, y aún de más lejos cuando inicia
peregrinaciones con San Patricio, con quien estableció una gran amistad: una misma
mente, un mismo corazón. Establece el primer monasterio para mujeres en
Irlanda, y pronto son dos, uno para mujeres y otro para hombres; es nombrada
abadesa. Esta Brígida que fundó Kildare,[1] dejó
una huella profunda en un mundo de hombres. Durante siglos, la abadesa de
Kildare fue probablemente la mujer más poderosa de Irlanda.
Brígida es recordada por sus 46 milagros, más que el mismo
Jesús. Deja pozos de curación para las enfermedades, embarazos y partos, huesos
rotos, tanto para personas como animales. En atención a unos pobres, les deja
una vaca que da leche para siempre. Logra extender su manto mágico por todo el
condado cuando le ofrecieron las tierras que cubriera con él. Hasta es
recordada como la partera de María durante el alumbramiento de
Jesús. Le ayuda a escapar de Herodes con el niño.
La
biografía de Brígida también descansa en las tradiciones paganas celtas, que
cuentan con Brigid, una diosa madre celta. Los
celtas también adoraban a una divinidad triple, compuesta por tres hermanas,
todas ellas llamadas Brigid, diosas de la poesía, la sanación y la herrería,
respectivamente.
La historia de Brígida es parte de una larga tradición oral, con adiciones
de los antepasados celtas y sustracciones de los poderes patriarcales que
buscaban reducir la influencia del recuerdo de una mujer santa. Sus escritos y
parte de su obra física fueron destruidos por Enrique VIII y durante la Reforma.
Condren[2]
rescata su historia de relatos escritos de sus contemporáneos, separando los
mitos de la historia verificable. Termina su trabajo con los siguientes
párrafos:
“En la fiesta de Belfast, nuestra última reunión, forjamos nuestras
armas espirituales para el año entrante echando mano a sus símbolos. Invocamos
la protección de su manto empapado de rocío; nos limpiamos con agua de sus
pozos; bebimos leche de la vaca pura y blanca; mojamos su pan en la miel de sus
abejas para alimentarnos con vistas al viaje que tenemos por delante.
En un mundo nuclear, las viejas imágenes ya no nos sirven. Nuestra actitud hacia la tierra, nuestros cuerpos y nuestras almas debe cambiar. Nuestro rechazo de la tierra y de nuestros orígenes en cuerpos de mujeres debe dar paso a un profundo sentimiento de gratitud y de responsabilidad. Debemos pasar, de los fuegos sacrificiales del patriarcado, a los ardientes fuegos interiores. Debemos volvernos, de capacitación comprometiéndonos una vez más a convertirnos en hijas de Brígida: Guardianas de la llama.”
Invocación a Brígida,
pidiendo su protección[3]
No seré herida,
No seré hecho prisionera,
No seré acuchillada,
No seré despedazada,
No seré saqueada,
No seré pisoteada,
No seré desnudada, no seré partida en dos,
ni Cristo permitirá que yo sea olvidada,
Ni el Sol me quemará,
Ni el fuego me quemará,
Ni el haz de luz me quemara,
Ni la luna me quemará.
Integrante Nucleó Mujeres y Teología
[2] Condren, op cit, páginas 134-135.
[3] Alexander Carmichael, editor, Carmina Gadelica, 2 vols., Constale, Edinburgo, 1900, pp. 169-172, visto en Mary T. Condren. Brígida: Forjadora de almas para el nuevo milenio. Páginas 121-135 en Elisabeth Schüssler Fiorenza y Ma. Pilar Aquino, editoras. 2000. En el poder de la sabiduría; espiritualidades feministas de lucha. Concilium 288. Estella (Navarra) España. El original fue modificado para expresarlo en femenino.
Hermosa historia de una gran mujer.
ResponderEliminarGracias por compartir estimada Sheryl.
Me uno a la potente invocacion a Brígida.
Así es Sheryl. Debemos agradecer a la madre tierra y la naturaleza lo que nos da y cuidarla para que generaciones venideras puedan vivir en ella. Gracias por co partir Sheryl.
ResponderEliminar