miércoles, 17 de mayo de 2023

Dos madres valientes y dolidas que defienden a sus hijos


Estamos en mayo, el mes de la madre. Llevo casi ochenta años celebrando con flores y regalos para mi abuela, mi madre, mi nuera, mi suegra, mis cuñadas, sobrinas, comadres y amigas. La imagen que acompaña los saludos es de la maternidad: una madre muy joven con una criatura tierna en los brazos.

La realidad es otra: muchas madres son abandonadas por sus parejas, enfrentan las injusticias, la opresión, el hambre, y la muerte de sus hijas e hijos queridos. Tienen que encarar decisiones sumamente difíciles para la sobrevivencia de ellos y cuando esto no es posible, luchar por la dignidad, por su memoria y su misión.

En este pequeño ensayo, quiero recordar a dos de estas valientes mujeres en su lucha contra la injusticia, la crueldad, los poderes políticos de su tiempo. Mi querida suegra, madre de cuatro hijas y once hijos, me decía que los dolores de parto no se comparaban con los dolores de enterrar a un hijo. La muerte de mi primera hija me dejó un vacío sin fondo refugiado en mi corazón. Perder una hija o un hijo a mano de las fuerzas políticas, las estructuras patriarcales, debe ser aún más doloroso.

[Foto: Slmone Dalmasso].  Fuente: plazapublica.com.gt

Encontramos muchas mujeres madres valientes en la Biblia, que lucharon para proteger a sus hijos de la violencia y la muerte, muchas veces sin éxito. Para comprender sus historias, hay que leer los pasajes desde la perspectiva de estas mujeres. La tradición transmite e interpreta las escrituras tras 2000 años de voces patriarcales. Hay que romper esta tradición.

En esta oportunidad, traigo a dos mujeres olvidadas del primer testamento que merecen ser vistas con ojos de mujer: Jocabed, la madre de Moisés, y Rizpah, la concubina de Saúl.

Jocobed

La historia de Jocobed se sitúa en Egipto antes del éxodo. Después de varios siglos, la comunidad israelita había aumentado con creces y se mantenía su identificación como los hijos de Jacob. En Éxodo 6:20 y Números 26:59 se encuentra a Jocabed junto con Amirán, de la tribu de Leví, la madre y el padre de Miriam, Aarón y Moisés.  

El faraón egipcio consideraba peligrosos a los esclavos israelitas y buscaba cómo limitar el crecimiento de la comunidad[1]. Ordenó a las comadronas matar a todos los niños al nacer, dejando vivas a las niñas. Por temor a Yahvé, las comadronas Sifrá y Puá no obedecieron al faraón, aduciendo que las madres israelitas eran tan robustas que daban a luz a las criaturas antes de que ellas pudieran llegar y atenderlas. Entonces, el faraón ordenó arrojar a todos los niños al río, pero podían dejar vivir a las niñas (Éxodo 1:15-22).

En esta situación de esclavitud y opresión se encontraba Jocabed. Ya tenía a Miriam, la mayor de sus hijos, y a Aarón nacido antes del decreto del faraón. Jocabed dio a luz a un bello niño, Moisés, al cual logró esconder durante los primeros tres meses. Junto con Miriam, elaboraron un plan arriesgado para salvar al bebé. Prepararon un cesto embarrado con asfalto y resina. Jocabed, llena de tristeza y esperanza, acomodó al bebé y lo colocó en el río. Miriam siguió de lejos el cesto en su viaje por el río.

En esto, bajó la hija del faraón al río para bañarse. Vio, entre los juncos el cesto y mandó a una de sus sirvientas a traerlo. Encontró adentro al bello niño llorando y le dio lástima. Se dio cuenta de que era un bebecito israelita. En este momento apareció Miriam y le preguntó – Su Majestad, ¿quiere que llame a una mujer israelita para que alimente al niño? La princesa accedió y ordenó a la niña traer a la mujer. Al llegar Jocabed, la princesa le entregó al niño pidiéndole que le diera de comer y lo cuidara, y que le recompensaría sus servicios. Jocabed atendía al niño con esmero y amor, instruyéndole en la fe y las tradiciones israelitas. Cuando el niño creció, lo llevó de regreso a la princesa, quien lo adoptó como hijo propio y le puso por nombre Moisés, que significa “Yo lo saqué del agua.”

La Biblia no nos cuenta más sobre Jocabed, pero podemos sentir el gran dolor de madre al entregar dos veces su propia sangre, primero al río y luego a la princesa. La formación que Jocabed le dio a Moisés lo preparó para ser el liberador de los israelitas en el éxodo de Egipto.

La palabra tebah es empleada en el pentateuco en dos oportunidades: para el arca construida por Noé y para la cesta de Jocabed. En ambos casos es el vehículo de salvación de un pueblo. En la primera instancia salva a la humanidad de la muerte en la gran inundación; y en la segunda, del genocida de los israelitas, el faraón de Egipto.

En este corto relato, vemos la intervención de seis mujeres valientes, cuyos esfuerzos rescatan del genocidio a Moisés, el liberador de los israelitas de la esclavitud en Egipto. Ellas enfrentaron la política opresiva y patriarcal; fueron las comadronas Sifrá y Puá, la hija del faraón y su sirvienta, Miriam y Jocabed.

Sheryl Schneider
Integrante de Núcleo Mujeres y Teología

Continúa el relato de Rizpah.


[1] De una comunidad original de 70 varones más sus familias había alcanzado a una población total de 2 000 000 (Números 1:46) aunque algunos historiadores consideran que probablemente era una cifra algo menor.

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