“Que la mujer sea sumisa y aprenda en paz. No permito que la mujer enseñe o mande a los hombres; que se quede tranquila.” 1 Timoteo 2,11-12[1]
Para las mujeres actuales con conciencia sobre su ser y dignidad resulta sumamente chocante e incómodo el lenguaje del autor de Timoteo, así como el de otros textos similares que aparecen en la Biblia con contenido patriarcal, sexista y misógino. Aunque en esta reflexión no se pretende realizar una exégesis del texto, sí se quiere enfocar la importancia de identificar cómo opera la violencia simbólica desde los espacios considerados “sagrados”.
Este concepto de violencia simbólica (Bordieu, 1970) refiere un tipo de violencia que es invisible, sutil, que pasa desapercibido pero es muy poderoso, y la persona que lo sufre lo acepta a fin de obtener reconocimiento en su círculo social. Se consolida desde la dominación patriarcal a través de los roles establecidos para cada género, naturalizándolos y sin advertir que son en realidad, una construcción política y social.
Elizabeth Gareca al respecto, afirma:Volviendo al texto de Timoteo 2,11 ss., su
contexto se sitúa en los inicios del cristianismo y refleja la retórica que los
líderes religiosos utilizaron para fundamentar la dominación del género
masculino sobre el femenino. Esta falacia se asentaba sobre la base de un
orden querido por Dios para lograr el sometimiento y la obediencia de las
mujeres debido a su carácter secundario. En los versículos 13-14, se expresa:
“Miren que Adán fue formado primero y después
Eva. Y no fue Adán el que se dejó
seducir; la mujer se dejó seducir y luego desobedeció, y se salvará por la
maternidad…con tal que ellas perseveren en la fe, el amor y una vida santa, y
que sean capaces de moderarse.”
En un segundo momento, el autor justifica
la subordinación de las mujeres al dar como base la idea arquetípica de que
Eva, la madre simbólica de todas las mujeres mortales, es un ser moralmente
débil. La única forma de salvación para las mujeres sería entonces a través del
rol de la maternidad, siempre y cuando adopten un estilo de vida “santa” que
implica la moderación. Esta última
condición ofrece indicios para pensar que la participación de las mujeres en
los inicios del cristianismo, se salía de ese “orden” y de los códigos
domésticos diseñados para ellas. En la prohibición de no enseñar o liderar como
un varón está la clave para detectar que había mujeres que realizaban esas
actividades.
Desde un enfoque hermenéutico actual, el texto
se puede considerar no normativo sino más bien circunstancial, por lo tanto
debiera ser inofensivo para las mujeres de otros tiempos y culturas. Sin embargo, la historia y la experiencia de
las mujeres es muy distinta, debido a que este y otros textos parecidos fueron
utilizados dentro de la retórica teológica de los padres de los primeros siglos
del cristianismo, así como de los posteriores, hasta integrarlos como parte de
la doctrina cristiana.
Es así como la suma de la sacralización
de los textos patriarcales que se encuentran en la Biblia y la permanencia de
un discurso fundamentado en estos, lograron la subordinación sistemática de las
mujeres, violentando su dignidad y autovaloración. Sobre este imaginario desvirtuado
del ser de las mujeres se han naturalizado los estereotipos y las relaciones
desiguales entre géneros, que operan en las distintas instituciones sociales
como la familia, la escuela, las iglesias; de ahí que sea necesario identificar
y erradicar esta forma de violencia[3].
El lenguaje es un elemento simbólico que expresa realidades. Las mujeres al no ser incluidas y nombradas son invisibilizadas. Por lo tanto, la violencia simbólica radica en no respetar su opinión y ni ser escuchadas.
Es imprescindible un ejercicio de
empoderamiento personal y comunitario donde se identifiquen y a la vez se
rechacen las formas de violencia simbólica insertas en los mensajes que se
escuchan y se reproducen. En especial, aquellos que despojan a las mujeres del
reconocimiento de su autoridad y de la dignidad original de ser creadas a
imagen y semejanza divina (Gn 1,27). Solo
así podrá escucharse la voz de las mujeres tan necesaria en estos tiempos.
Que la creación
y recreación desde la propia palabra traiga esperanza a quienes conforman el
tejido de estas nuevas generaciones que buscan la justicia para todas, todos y
todes.
Lubia de León Integrante del Núcleo Mujeres y Teología
[1] La Biblia Latinoamérica (Edición San Pablo/EDV, 2005).
[2]
Elizabeth Gareca, ¿Violencia simbólica
en las iglesias? UBL, 28 de mayo 2020, acceso diciembre 2021, https://blog.ubl.ac.cr/2020/05/14/violencia-simbolica-en-las-iglesias-
[3] Ver algunas ilustraciones en https://cddcolombia.org/violencia-simbolica/
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