Es importante anotar que en la narrativa bíblica existe un rasgo literario que presenta a los personajes en pares. Así, en el libro de Rut encontramos a Orfa/Rut, Mahlon/Chilion; Boaz/Fulano; mujeres del pueblo/ancianos de la puerta.
El libro de Rut es un ejemplo del arte narrativo hebreo.1 El carácter dramático domina y el/la autor/a crea un ambiente aldeano, medido por las faenas agrícolas y desemboca en el tiempo de la fecundidad humana. Hay un proceso de contrastes, de la desdicha a la dicha, del vacío a la plenitud. De ahí el protagonismo está reflejado en Rut, en cambio Orfa, apenas mencionada sale pronto de escena.
Tras la búsqueda de Orfa se le descubre incorporada a las mujeres reprobables de la Biblia. Y es desde la incomodidad que se elabora la presente reflexión. Porque ¿Cuántas veces logramos ver solo una cara o perspectiva de cualquier situación humana? Esa interrogante despliega el interés por seguir sus pasos y compartir algunas consideraciones sobre ella, desde la narrativa del texto.
De ahí se marca la ruta opuesta de ambas y optan por el retorno a sus raíces, a la tierra donde su ombligo les llama. Una regresa a Belén, la otra a Moab. Sin embargo, sobre la amargura de Noemí se menciona, y quedan en incógnita los sentires de Orfa...
Incluso, hay ciertos
personajes, a quienes nos parece común verles en función del otro: Jacob y
Esaú, Isaac e Ismael. Usualmente uno de los personajes es visto desde una
perspectiva de luz y el otro de la sombra, y en el caso que nos ocupa Rut y
Orfa, podría tomarse como papeles o roles antagónicos, "quien hace el bien
y quien hace el mal". Conocemos escasamente de Orfa, y aquí queda reducida
a un rasgo. Hay una comprensión anticipada, inducida con sutileza hacia
condenarle que a entenderle. Lo que nos lleva desde el inicio a una lectura
atrapada, que acompaña el pre-juicio.
Cabe señalar también que en
algunos relatos de la narrativa bíblica, algunos personajes realizan una
función instrumental: aparecen en un momento del relato, actúan en lo necesario
y luego desaparecen sin dejar huella, son fugaces. Este procedimiento
unidimensional lleva a pasar por alto, o ignorar la complejidad literaria y la
riqueza sicológica de la narración.
De esa cuenta, en el caso de
Orfa, (heb. zOpah, "testarudo", "cuello (crin)" o
"cervato") cuyo nombre la ha marcado, por su nombre que significa
"nunca", está etiquetada sobre el reverso de Rut ("amiga",
"aliada"). Es señalada al nombrarla, como "la que da la
espalda", se le asocia con Sara la mujer de Lot. Así también, los antiguos
comentarios rabínicos indicaban que "el nombre de una (de las esposas) era
Orfa porque ella había dado la espalda a su suegra" (MidrashRabbah, Ruth
II, 9).
Sin embargo, en la relación
con Noemí recibe de ella como nuera, la libertad en lo que se refiere al amor,
de seguir tras de ello. Recibe además sus buenos deseos y el consejo de volver
a casarse. Es así que elabora una libertad interior y opta por seguir la
exhortación de su suegra.
En esta historia no hay
villanas ni villanos, a ninguna persona se le censura. Y, aunque distintas las
lecciones, en ningún momento son desaprobadas. Cada una elige lo mejor para sí.
Orfa al igual que Rut toma su
propia decisión, seguir el camino que le dice su corazón. Pese a que en ese
contexto cultural del Antiguo Testamento era algo insólito. Por eso, ellas
representan dos modalidades de ser, diversas. En esta dualidad de personajes,
el narrador reconoce la posibilidad de la diferencia. El coraje y la madurez de
ambas, radica en haber seguido cada una la voz de sus consciencias. Orfa es la
persona que gusta de lo concreto, de lo sedentario. Rut es la persona soñadora,
la que gusta de la dimensión de lo posible. Orfa es una mujer de raíces, que
celebra la presencia de Dios en lo acontecido, en la regularidad, en lo
inmanente.
Ella decide aceptar la
petición de Noemí, y ¿qué lleva en su interior esta mujer?, sino lo mismo que
lleva Noemí: ir al encuentro de si misma. Aún a riesgo de caminar
"sola" el trayecto de vuelta, Orfa eligió su propio camino, en busca
de "sus dioses y diosas".
Por lo anterior debemos
comprender el antagonismo en las creencias, porque para el pueblo de Israel,
monoteísta y patriarcal, los moabitas debían ser despreciados por ser
politeístas. Adoraban a Quemos su dios nacional. Y había vinculo con la diosa
Astarté, Diosa madre fenicio cananea, de origen sumerio, que representaba la
naturaleza, la guerra, el amor y la fecundidad.
Es desde esta joven mujer, que
hay una provocación a comprender el dolor desde la separación, desde el amor.
Su despedida, es ese acto de cruzar el umbral. En esa dolorosa despedida de
Noemí, que es como un rito de iniciación. En ese recorrido las lágrimas
quedaron en el Jordán, luego, al encauce del re- descubrimiento personal. Y esa
separación no es meramente geográfica, es una marcha como "El Éxodo",
o como "La Odisea", es algo más que un viaje. Es un peregrinaje
interior, un caminar al re-encuentro de sí misma, y de lo suyo, al encuentro de
aquello para lo cual una ha sido llamada.
Se desconocen las vivencias de Orfa al regreso, a su tierra natal. Sin embargo, por lo escrito podemos sospechar que había conocido sobre las costumbres de su esposo, del judaísmo, con la familia de él (diez años de casada), por eso, la plausibilidad de ubicarse en resiliencia, dentro de las vicisitudes de supervivencia, y a direccionarla hacia el emprendimiento, a la proactividad.
¿Por qué no sospechar que
logró estabilizar su situación e inició una labor de protección a la niñez y a
otras mujeres? Que se revistió de empatía con las personas en vulnerabilidad...
e instauró el arte de abrazar. Además, cabe cuestionar sobre la compasión de
Dios también para ella.
Es hora que reivindiquemos su
nombre y su dignidad.
Qué interesante Lilian, de verdad que nunca me había puesto a pensar en Orfa, y hay mucho que aprender de ella, como de cada una de las mujeres en la Biblia. Muchas gracias
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