Mujer, eres agua, fuente del beber de la vida. Danzas en los riachuelos, nacimientos y todo lo que invita a moverte, a extenderte al vaivén de tu alegre paso. Es una danza al verdor, a la creación, a los frutos; das vida a la creación. Mujer, danzas y tus movimientos despuntan firmeza y lucha, fecundas pensamientos que impulsan a la vida, refrescas los corazones con tu ternura, afán y espíritu de crecimiento para una humanidad fértil, justa, libre, soñadora. Eres agua que, cuando la mano violenta contamina tus sueños sufres, mueres, pero no detienes tu rumbo. El mar muerto yace, pero es historia.
Tú, Mujer, que manos violentas con escasez de sentimientos mutilan tu fertilidad, tus sueños, tu justa lucha, mueres, pero sigues en movimiento, siguen existiendo tus sentimientos en la humanidad que has bañado con tu agua a lo largo de los años, y los corazones no pueden borrar esas huellas impregnadas. ¡Vives, agua; vives, ¡mujer! Sigues en la ruta del camino eterno de la realización, de la proyección justa que nadie podrá truncar.
Agua, te veo inmortalizada en Semuc Champey, en el río La Pasión, en el lago de Atitlán, en el lago de Amatitlán, en todas las hermosas cuencas de nuestro país y en todas las personas que luchan por cuidarte y conservarte. Mujer, te veo en las mujeres que Dios ha tocado y no permiten que sus cuerpos sean abusados. Le dan libertad a su cuerpo para que exprese lo que siente.
Madre,
mujer de tierra, de monte fresco, de agua cristalina, me enseñaste el valor de
convivir con la naturaleza, el agua, las flores, los animales. Siempre con la
vida. La frescura de esta hermana mía siempre, siempre, mojaba mis pies, refrescaba mi vida y
la hacía plena. Por eso hoy al amanecer me sumerjo en el agua fresca, y esta
frescura besa mi alma, me reconforta, nuevamente armonizo con la naturaleza que
me ha besado por años.
Pero, ¡alto!,
has sido mancillada, mi hermana; sin embargo, sigues recorriendo los caminos de
la Madre Tierra y hace elevar mi espíritu que me une al cordón umbilical y este
me empuja a seguir rompiendo las cadenas y a
fecundar mis sueños.
El agua
cristalina y fresca ha cambiado su color, se ha tornado oscuro triste. Su
frescura ha perdido candidez. Han roto tu corazón y hundido sus raíces en el barro. Pero Jesús
mismo, mujer reconoce tu grandeza, ternura, generosidad; con Él al vaciar el
perfume impregnas tu olor a tierra mojada, y Él lo recibe con mucho amor (Mt.
26,1-13), Jesús también resalta la igualdad el respeto y la dignidad, sin hacer
ninguna diferencia de clase, religión o territorio (Juan 4-42). Jesús, gracias
por tu agua viva que anima siempre nuestras luchas en busca de la justicia, la
igualdad y sororidad.
Sin embargo, en ciertas circunstancias de la vida sus besos se volvieron insípidos, duros y desafiantes. Quieres refrescar mi alma, pero has encontrado bejucos, piedras y laberintos que se lo impiden. Mas la fuerza de tu frescura ha abierto mi mente y mi corazón.
Agua, regresa a mi camino como fuente inagotable, como compañera fuerte, limpia y transparente. Mujer, tus raíces resurgen de la tierra con nueva frescura, con ímpetu de gracia, color, armonía, equilibrio, esperanza, fuerza y presencia infinita.
Feli Pineda, es pedagoga, en educación tiene un Diplomado en Teología es Socia del Núcleo Mujeres y Teología |
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