Por el texto bíblico referido se sabe
que la joven se levantó al instante, caminó y comió. Si imaginamos que podemos
conversar con ella, ¿Qué nos diría ante la experiencia de haber recuperado la
vida? ¿Qué pudo haber pasado por su corazón y mente al saber que su vida era
tan valiosa que no le fue indiferente al hijo de Dios? Claro que perfectamente se puede subrayar que
fue la fe de Jairo, padre de la adolescente, el principal móvil que motivó a
Jesús a desafiar a la muerte. Pero, conociendo
a Jesús, podríamos también atrevernos a decir que más allá de querer enfatizar
su identidad, lo que le ganaba era su deseo de estar cerca de quienes sufren y
de quienes, aparentemente, no valen porque la sociedad les coloca en el último
escalón como simples objetos que son utilizados cuando conviene. (Vale la pena
recordar en este momento, que en el
tiempo de Jesús, las mujeres eran marginadas tanto social como religiosamente,
no participaban en la vida pública en donde debían pasar inadvertidas.)
Al trasladarnos a hechos concretos de nuestra
realidad guatemalteca: ¿Qué diría…qué dice Jesús ante la noticia publicada en
Prensa Libre[1] el
sábado 18 de agosto de 2018, página 11, titulada “Mujeres explotaban
sexualmente a tres niñas”? Aparte del
dolor tan profundo que puede sentir, me animo a creer, sin equivocarme, que su
indignación es tan grande como cuando expulsó a los mercaderes del templo.
Y, ¿Cómo puede sentir nuestra sociedad
ante un hecho como éste? Una madre y una tía vendiendo a tres niñas de 11, 13 y
15 años, durante 6 meses por Q.50.00 (aproximadamente US$6.50) para “servicios”
sexuales requeridos por hombres mayores de edad. ¿Qué las llevó a actuar tan nefastamente,
a desvalorizarse desvalorizando a estas chiquillas? ¿Será que el desenlace de
estas jovencitas violentadas es que podrán caminar, comer y seguir viviendo,
levantando sus rostros con dignidad como signo de que pese a haber sufrido
tanto daño, están vivas y tienen derecho de ser felices? ¿Cómo podemos sentir las mujeres que tenemos
hijas, sobrinas, hermanas, amigas ante esta acción de pisotear la dignidad de
estas jovencitas? Porque, al fin y al
cabo, esta afrenta es para todas las mujeres. ¿Cómo decirles “levántate” y pedirles
que reconstruyan su vida ante vejaciones de esta naturaleza?
Sin embargo, ante todo lo absurdo que
pudiera parecer ese “levántate”, puede que sea la fuerza que impulse a gritar
que el mal NO puede ganar y que, también, sea lo que empuje a que la justicia se
aplique para: proteger a estas niñas (brindarles tratamiento psicológico y
médico adecuado para que puedan rehacer su vida, creer en ella y que no repitan
la historia con sus hijas o hijos); así mismo, para que las medidas que se
tomen contra quienes las dañaron sean tales que garanticen que nunca más volverán
a cometer actos en contra de seres indefensos.
Ojalá que ante realidades tan dolorosas
e inaceptables como la de esta noticia, las personas seamos capaces de dejarnos
tocar para decir ¡SI A LA VIDA! y testimoniar así que no pertenecemos al grupo
que padece de la “globalización de la indiferencia”, que nos puede volver
incapaces de compadecernos ante el sufrimiento de los y las otras.[1]
Ojalá que nos dejemos iluminar por
Jesús, que lloró, se compadeció y que, también actúo en favor de la existencia
humana: “Yo he venido a dar vida” (Jn 10,10).
Así que es necesario… es urgente
rescatar el valor de la indignación ante noticias como la expuesta en este
espacio, de preguntarnos: ¿Qué hay detrás de un trato tan inhumano e injusto?
¿Qué vida es la que se promueve en nuestra sociedad? ¿Puedo aportar de alguna
manera para que la obscuridad de la muerte (y no con referencia a la natural
como proceso normal de la vida) no se cierna sobre nosotras y nosotros? ¿Responde
nuestro actuar a lo que espera Jesús cuando habla del Reino?
Por eso, quiero terminar este mensaje
dirigiéndome a ellas y a todas las mujeres jóvenes, niñas, adultas que han
pasado por momentos de muerte, diciéndoles:
¡LEVÁNTATE!
Si
no fueras tan valiosa, no hubieras sido hecha a imagen y semejanza de Dios
(Gn1,27). Si Dios no te quisiera tanto,
no tendrías la dignidad que recibiste por el sólo hecho de nacer. Eres valiosa, fuerte, tienes derecho a ser
amada y, no estás sola.
¡LEVÁNTATE!
[1] Periódico guatemalteco.
*Ana Luisa Argueta
W. es Licenciada en Teología por la Universidad Rafael Landívar. Actualmente
trabaja en: ICE/CEFAS, Trabajo
pastoral, Parroquia Nuestra Señora del Carmen, Ciudad de Guatemala.
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