NUESTRAS REFLEXIONES, marzo 2016
El taller “Alianza entre mujeres” realizado con las
compañeras del Núcleo Mujeres y Teología, me invitó a reflexionar sobre otro
planteamiento, que puede ayudar a avanzar en la ruta que motivaba Victoria
Novoa “hacer alianza con otras mujeres a pesar de nuestras diferencias”. En
torno al tema, quisiera hablar de una intuición que me dejó despierta una
psicóloga jungiana, la Dra. Rachel Fitzgerald, respecto a la certeza de que
para hacer alianza entre mujeres el primer paso sería hacer alianza con
nosotras mismas y con nuestros padres biológicos, especialmente con nuestras madres.
¿Qué significaría la alianza con nosotras mismas?, sería escuchar la
voz interior que invita a sanarnos y liberarnos de las heridas que el
patriarcado ha generado, reconciliarnos
con nuestros cuerpos, superar la creencia de creernos segundas, reconocer el
cansancio, el desencanto y el mal que han generado las imágenes estereotipadas femeninas
en todas, superar los roles asignados y
vivir desde las experiencias más originales, dejar de creernos y actuar como
salvadoras y mártires de las familias e
instituciones, dejar de seguir guardando el silencio cuando se violan los
más profundos derechos, de seguir esperando ser reconocidas por nuestros
talentos y capacidades, lo que ha repercutido en el poco o casi nada para el
cuidado de los cuerpos. Cuando aprendamos a hacer pequeñas alianzas con
nosotras mismas, podremos decir que ya tenemos una pequeña porción para cuidar
y hacer alianza con otras mujeres.
¿A qué nos referimos al decir la alianza con nuestras madres
biológicas y nuestros padres? Esta pregunta posiblemente tenga muchas
respuestas, aquí, se abordan solo algunas desde la propuesta del estudio que
hace Jean Shinoda Bolen, en su libro titulado: “Las diosas de cada mujer”[1]. Por
ahora, el artículo centrará la atención en las relaciones con las madres biológicas.
Hay mujeres que
de por sí tienen alianza entre ellas durante varias generaciones, son las hijas
y madres que les une el deseo vital de “ser madres” más que otra cosa en la
vida. Tienen similitudes y relaciones estrechas, como se ha dicho, por varias
generaciones, más si las unen los mismos contextos, por ejemplo, el que las
tres generaciones o más sufrieran cuando sus maridos hicieron o permitieron que
hicieran daño a sus hijas e hijos, esto en el caso de padres inmaduros, o bien,
cuando padres paternales y maridos cariñosos desarrollaron la autoestima, el
valor y las cualidades de sus hijas. Estas mujeres buscarán amigas afines a sus
intereses y se llevaran muy bien con ellas, más no con las mujeres que no
identifican su principal función en ser madres.
También, existen las mujeres que recibieron críticas o rechazo de
sus padres y madres, cuando éstas no fueron las hijas complacientes con ellos y
mostraron desde pequeñas una “cierta independencia”, por ejemplo, cuando a los
tres años, “la pequeña niña independiente” no quiso quedarse en casa con mamá y
prefirió jugar con niños mayores que ella en la esquina de la calle y no le
gustó ponerse un vestido con volantes para agradar a los demás. El rechazo y la
crítica pudieron causar heridas dentro y fuera de las hijas, las cuales
decidieron no parecerse a sus madres y se prometieron a sí mismas ser
independientes, sin embargo aunque decidan ser ellas mismas, tiene sentimientos
de compañerismo con otras mujeres y con sus madres, y defenderán los derechos
de las mujeres en todas las circunstancias.
Son diferentes las mujeres que de hecho, parecen ser inconscientes
de tener una madre, debido a que por alguna circunstancia estuvo ausente o el
padre la invisibilizó en la infancia, pero sí tuvieron la dicha de contar con un
padre de éxito que las aprobó para que “se les pareciera a él”, sin duda
desarrollan sus tendencias y dones naturales. Estas mujeres, por la ausencia de
la madre, tenderán a carecer de amigas cercanas ya que no le gustará tener otra
amistad que la de los varones. Ellas necesitarán descubrir la fuerza y
existencia de las madres de manera que empiecen a pensar de manera diferente
sobre sus propias madres y sobre las demás mujeres.
Así
mismo, hay mujeres que en la etapa adulta, cuando desarrollan un encanto femenino
natural, sienten que sus madres se comparan y compiten con ellas y que de
diversas maneras minan su feminidad y
además empiezan a ejercer el control sobre ellas, vigilando sus “citas”, a lo
que se agregará, el control del padre, todas estas relaciones, de ambos padres,
les pueden causar confusión, depresión u obsesión. Necesitarán trabajarse los
sentimientos de aceptación, valoración de sus cuerpos, los sentimientos de
culpabilidad sexual, estableciendo un equilibrio en su vida, para que en sus
relaciones con las mujeres, puedan estar libres de provocar actitudes parecidas
a las de sus madres. Esto, les dará la capacidad de ser buenas amigas de otras.
El deseo de hacer “Alianza entre mujeres”, es debido a que, esto es una
característica esencial de las mujeres, y aunque suene contradictorio, tenemos
más características en común que diferentes, como dicen las mujeres feministas,
una historia de enemistad, competencia, rivalidad, que también ha sido aprehendida por
muchas generaciones en la cultura patriarcal y este tipo de relaciones nos han
hecho mucho daño y nos ha restado nuestro ser original. Queda preguntarnos, ¿nos
atrevemos a romper el muro personal de enemistad que nos divide a las mujeres?,
¿queremos reconciliarnos o reconocer a nuestras madres?, de manera que podamos
iniciar pequeñas experiencias de alianzas entre mujeres.
Alianzas
entre mujeres no significa estar de acuerdo en todo con ellas, pero sí
reconocer lo bueno que tienen y valorar el trabajo bien hecho, apoyándolo en
lugar de rivalizar.
[1] Shinoda Bolen Jean, “Las Diosas de cada mujer. Una nueva psicología femenina” (1993),
Editorial Kairos, Barcelona. Capítulos 4,5,9 y 12
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