jueves, 17 de julio de 2025

Salud mental de las mujeres emigrantes: el costo invisible del desplazamiento forzado

En la crisis actual del fenómeno migratorio millones de personas en el mundo son desplazadas a causa de conflictos armados y desastres naturales entre otros. Además de perder su hogar y su estabilidad, enfrentan otra amenaza silenciosa: la falta de atención médica adecuada.

Agencias internacionales como la Organización de Naciones Unidas (ONU) para los Refugiados (Acnur) han indicado que más de 60 millones de mujeres y niñas desplazadas o que son apátridas se enfrentan a un alto riesgo de violencia de género, y el financiamiento para los servicios vitales que les prestan apoyo es lamentablemente escaso.

Algunos datos alrededor del mundo[i]

·       Más de 600 millones de mujeres y niñas viven en zonas afectadas por conflictos, un aumento del 50% desde 2017.

·       En situaciones de emergencia, 1 de cada 5 personas desarrolla trastornos mentales como depresión, ansiedad, TEPT (trastorno por estrés postraumático) o esquizofrenia.

·       Sin embargo, solo el 2% recibe atención adecuada, mientras que la salud mental recibe apenas entre el 1% y 2% del financiamiento global en salud.

Entre los principales problemas que enfrentan las mujeres y niñas migrantes se encuentran:   Acceso desigual a servicios de salud, en los países de bajo ingreso los pobladores locales tienen acceso precario a los servicios de salud. Esto tiene mayores repercusiones para las mujeres migrantes; Otro problema es el grave impacto en la salud física, la escasez de vacunas, atención prenatal, medicamentos básicos o cirugías urgentes.

Desde la visión de salud pública el análisis del desplazamiento forzado es visto no solo como una crisis humanitaria, sino como un determinante social de la salud. Las personas desplazadas enfrentan múltiples barreras: pérdida de redes de apoyo, interrupción de tratamientos, hacinamiento, inseguridad alimentaria y exposición a violencia continua. Todo esto incrementa el riesgo de enfermedades transmisibles, crónicas y trastornos mentales.

El desplazamiento y el estado de intemperie a que se ven sometidas las mujeres y niñas migrantes puede provocar un estado permanente de duelo, el miedo constante, la ansiedad. Esto hace urgente la necesidad de servicios de salud mental culturalmente sensibles a esta situación.

El trauma del desplazamiento se transmite entre generaciones, afectando la construcción de redes solidarias y la memoria histórica. Niñas y adolescentes desplazadas reportan encapsulamiento emocional: silencio, culpa, aislamiento y miedo a denunciar.[ii]

Búsqueda de soluciones

Dentro del fenómeno migratorio la situación de salud de las mujeres y niñas implica un enorme desafío. Las soluciones no están a la orden del día, algunas agencias internacionales, ONGs y otras organizaciones humanitarias tratan de abordar el problema a sabiendas que son gotas de agua en un océano inmenso de causas y efectos.

Además, se trata de conectar con enfoques interseccionales, mostrando cómo mujeres, personas con discapacidad o comunidades rurales enfrentan barreras específicas, pero también cómo las comunidades organizadas generan redes de apoyo.

Acorde con lo anterior es importante colocar el pensamiento decolonial que invita a cuestionar cómo se construyen los discursos sobre salud, normalidad y sufrimiento desde una lógica occidental. En contextos de desplazamiento, muchas veces se imponen modelos biomédicos que ignoran saberes locales, espiritualidades y formas comunitarias de sanar.

La politóloga argentina Agustina Barukel, en su trabajo sobre salud mental y decolonialidad, señala que los dispositivos de atención muchas veces reproducen relaciones coloniales de poder: patologizan el dolor sin atender sus raíces estructurales (racismo, despojo, violencia histórica). Desde esta mirada, el sufrimiento psíquico no es solo un “trastorno individual”, sino una respuesta legítima a contextos de opresión.

Teniendo en cuenta lo anterior es urgente reafirmar la importancia de políticas públicas que prioricen la salud de personas desplazadas. Incluir un llamado a reconocer su dignidad, resiliencia y derecho a cuidados integrales.

Para una atención real y eficaz proponemos crear: Clínicas móviles y alianzas con organizaciones locales para llegar a zonas remotas, especialmente donde se concentran las poblaciones migrantes tales como las periferias de las grandes ciudades o las zonas fronterizas. La capacitación comunitaria en primeros auxilios y salud mental y uso eficiente de tecnología móvil servirá para seguimiento de pacientes y educación sanitaria.

La propuesta decolonial implica también, reconocer el saber de las comunidades desplazadas como fuente de sanación.  Incorporar prácticas culturales y espirituales en los procesos de atención. Denunciar las causas estructurales del desplazamiento como parte del abordaje en salud.

Antes de concluir quiero ofrecer tres imágenes del evangelio que son en si mismas sugerentes. Los dos primeros: El pasaje de la hemorroisa y la hija de Jairo están en Marcos 5, 21-43. Ambas, mujeres adulta y niña son restauradas en su salud. La hemorroisa es una buscadora de salud, preocupada por el autocuidado, comprende que el cuerpo de Jesús es fuente de salud. La niña, hija de Jairo, a los ojos de muchos no hay nada que hacer está muerta, sin embargo, tanto su padre como Jesús son restaurados de salud y vida.

El tercer pasaje descrito por Marcos 2, 1-12, “vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro”. Este pasaje describe una acción colectiva, cuatro preocupados por recuperar la salud del paralítico.

Dejo acá esta reflexión con la esperanza que nos cuestionen: ¿Qué podemos hacer en nuestros espacios personales y colectivos, para el autocuidado y reclamo de servicios de salud dignos y acorde a las necesidades de todas la mujeres y niñas, especialmente la salud de las mujeres emigrantes?

María Concepción Vallecillo MSC