lunes, 10 de noviembre de 2025

LA SEMILLA QUE CRECE CON LA FUERZA DE SOFÍA

El sábado 20 y el domingo 21 de septiembre de 2025, Guatemala fue testigo de las XXVIII Jornadas Mujeres y Teología: Tejiendo una espiritualidad holística en tiempos de violencia. Este año, la valiosa participación de las ponentes —María Andrea González (México) y Emma Martínez Ocaña (España) — iluminó los corazones de las participantes e inspiró a detectar las fisuras del sistema patriarcal a partir de una espiritualidad que sana, restaura heridas y despierta esperanzas.

Durante el ritual de bienvenida, las participantes honraron la belleza y la fuerza de la naturaleza en conexión con el cuerpo. Se animó a cultivar una “espera en la esperanza”, fundada en el clamor por una espiritualidad que sana, anuncia vida, denuncia heridas y relee el dolor de un mundo que tiembla por la violencia.

Aportaciones de Emma Martínez Ocaña

Martínez Ocaña enfatizó que la esperanza es el motor de la historia, y por eso a veces se nos quiere arrebatar. Es necesario concebir el mundo en emergencia como novedad, donde detectar las grietas del sistema nos orienta a construir nuevas maneras de relacionarnos, de vivir en comunidad, de amarnos, de edificarnos y crecer juntas y juntos. Tal como ella afirma: “El cuidado apunta al desarrollo de la energía positiva, la vivencia del placer, la des-programación de nuestras mentes dominadas por estructuras de poder … son antídotos contra la violencia.” ¹

Vivimos tejiendo redes y amando los arcoíris de la historia, apuntando al futuro que soñó Jesús: rompiendo muros, levantando a los oprimidos, poniendo en el centro a los marginados y caminando esperanzados con fines comunes; sustituyendo el SOY por el SOMOS. Alcanzar realidades que sueñan con un mañana sin muros, sin derrotismos, sin lágrimas, sin división: todo colmado de vida.

Martínez Ocaña también invitó a contemplar el misterio escondido tras la palabra “cuidado”, pues en ella se halla implícita la palabra AMOR. Amarnos y cuidarnos a nosotras mismas, amar y cuidar a otras y a otros, a las polis, a la Tierra, al cosmos entero. Reconocer que somos seres relacionales, con derecho a ser cuidados y a cuidar, que merecemos desafiar narrativas internas y esquemas cognitivos dominados, para orientarnos al bien común basándonos en sueños, anhelos y utopías (como Jesús de Nazaret). Ella declara que el cuerpo (en especial el de la mujer) ha sido víctima de visiones dualistas, dicotómicas y patriarcales; por ello ha sido instrumentalizado. Como respuesta a este pecado estructural, propone la visión del cuerpo como transparencia del amor, como lugar creador de vínculos, portador de abrazos, palabras, escuchas, gritos y lágrimas que encarnan al mismo amor. También expone el imperativo de reconocer el cuerpo como espiritual por antonomasia; si queremos vivir la espiritualidad en nuestros cuerpos, debemos contemplarlo en relación con otros, sirviendo, sintiendo los afectos, valorando, cuidando y alentando la vida, como lo hizo Jesús de Nazaret.

Aportaciones de María Andrea González

Por su parte, González invitó a la contemplación de cómo lo femenino, desde la prehistoria, era considerado sagrado: un lugar de encuentro con lo trascendente. Esto se evidencia en la abundancia de figurillas que representan mujeres en actitud holística, espiritual, en unidad con la Tierra y el cosmos. ² La dominación patriarcal desplazó ese sentido de comunidad, de unidad y de relacionalidad, e impuso un sistema dicotómico, jerárquico, transgresor de identidades y deshumanizador de personas.

María Andrea afirmó que recuperar lo femenino implica también recuperar nuestra humanidad, la integralidad del ser humano en unidad con la Tierra y con el cosmos. Asimismo, advirtió cómo la sabiduría personificada en las diosas fue desplazada por el proceso de monoteización, dando lugar a una religión que deshumaniza y nos desvincula de nuestra naturaleza holística. Inspiró a formular la pregunta: “¿Dónde está Sofía?” Esa fuerza dinamizadora que da vida, que permite saborear y gozarse en una realidad que encarna ternura, amor y cuidado. Sanar la fractura del ser humano en unidad con la Tierra y el cosmos, a la luz de la Sabiduría, es nuestro verdadero reto.

Vivencia comunitaria y ritual

Durante las jornadas no sólo se ofrecieron ponencias, sino que también se vivieron danzas, canciones, rituales de conexión, talleres y liturgias colmadas de sororidad y cuidado. En esos espacios se pudieron contemplar las denuncias y los anuncios cargados por la fuerza energizante y dinámica de Sofía, quien junto a sus hijas: Fe, Esperanza y Caridad, motivaron a levantar la voz, a sanar y encontrar caminos hacia la concreción del auténtico Reino de Dios.

Al final, esta enriquecedora experiencia concluye que en medio de un mundo que tiembla, seguimos tejiendo la vida con hilos de esperanza. Desde nuestras grietas brotan semillas nuevas, y el Espíritu sopla entre nosotras, recordándonos que el Reino se gesta en lo pequeño, en lo que cuida, en lo que ama. Somos parte de esa trama que Jesús soñó: una humanidad reconciliada con la Tierra, con los seres, donde el cuidado se vuelve nombre de Dios y la esperanza, respiración del alma.

Rita María Gálvez Retozala
Psicóloga clínica. Diplomada en Teología. Catequista del Buen Pastor

Referencias

1. Emma Martínez Ocaña, Aprender la Sabiduría del Cuidado de Sí Mismo (título aparente; citado en “Nursing Models: Education, Research, Practice and Administration”, ResearchGate, 2014).
2. María Andrea González Benassini, “Controversies in Feminist Theology”, Universidad Iberoamericana (México), 2022.

lunes, 6 de octubre de 2025

Enfoque en masculinidades, una nueva tendencia en los estudios críticos de género

Dos hombres firmaron un contrato comercial y uno de ellos lo estaba incumpliendo. El ofendido salió furioso de una reunión conciliatoria infructuosa y, al ver el lujoso carro, último modelo, del infractor, le rayó la pintura desde el bumper trasero hasta el delantero.

Tradicionalmente, los estudios con perspectiva de género han analizado las relaciones sociales y de poder entre hombres y mujeres, en las que los hombres dominan y las mujeres están sometidas. Los estudios de género que se centran en las masculinidades son mucho más recientes. Cuando por primera vez escuché sobre ellos, pensé que eran una búsqueda de alternativas socialmente válidas para contrarrestar la tan dañina masculinidad hegemónica.

Según la autora Elisabeth Cook, “Quizá la aportación más importante del concepto de masculinidad hegemónica sea el reconocimiento de que no sólo existen diversas masculinidades, sino que éstas se construyen unas en relación con otras. […]  La masculinidad hegemónica, por tanto, implica el dominio de la masculinidad y de los hombres no sólo sobre la feminidad y las mujeres, sino también sobre las relaciones de dominio, subordinación, resistencia, exclusión y alianza entre los hombres.”[1]

¿Las relaciones de dominio, subordinación, resistencia, exclusión y alianza entre hombres son de interés solo para los hombres o tienen algún interés para los estudios feministas? Es necesario aclararlo, porque pareciera un burdo intento de los hombres de adueñarse del análisis de género que, hasta hace muy poco, había estado centrado solo en las mujeres.

Los estudios en masculinidades han descubierto que, en las relaciones de poder entre hombres, las mujeres están directamente implicadas como víctimas de violencia. De aquí que las alianzas y conflictos entre hombres sean de gran interés para el movimiento feminista.  Cook afirma que el género no solo está “implicado en la naturalización del poder de los hombres sobre las mujeres, sino también en cómo las mujeres y las feminidades son utilizadas para situar a unos hombres por encima de otros en un espectro de masculinidades diversas, situadas cultural y socialmente y producidas relacionalmente”[2].

En el ámbito de las ciencias bíblicas también está tomando fuerza el enfoque en masculinidades, dentro de los estudios con perspectiva de género. Gracias a este giro, se están alcanzando resultados sumamente interesantes para la exégesis feminista. Como ejemplos podemos revisar algunos de los textos del Antiguo Testamento más violentos contra las mujeres:

Jueces 19-21

Este es un relato a favor de la monarquía, que pretende evidenciar la decadencia moral en que había caído Israel en los tiempos en que no tenía rey y cada quien hacía lo que le parecía bien (19,1; 21,25). Contiene mucha violencia contra las mujeres. Lo que le acontece a la concubina del levita es tan atroz (19, 25-29), que se corre el riesgo de subestimar y normalizar los terribles actos de violencia contra cientos de mujeres inocentes en los capítulos 20 y 21 (exterminio, rapto, esclavitud sexual).

Luego de aniquilar la tribu de Benjamín, incluyendo a sus mujeres inocentes (20,48), los israelitas se entristecen porque la tribu ha desaparecido. Entonces les niegan a las jóvenes de Yabés y de Siló su derecho a ser entregadas en matrimonio; las usan, raptadas, para procrear y restituir a Benjamín. ¿Los israelitas odian a estas mujeres? No, las aprecian como aprecian a sus ovejas y cabras. Y disponen de ellas para recuperar el orden social que el conflicto entre varones ha roto.

Samuel 13

Este es un relato en contra de la monarquía; pone en evidencia los abusos de poder de la realeza y la impunidad de que goza. Se trata de la violación de Tamar, hija del rey David, por parte de su medio hermano Amnón, el heredero al trono. El rey David se indigna, pero avala la impunidad de su primogénito. Absalón, hermano de Tamar, ha sido ofendido en su honor[3]; pero en ese momento ni hace ni dice nada.

Dos años después Absalón tiende una trampa y mata a Amnón. ¿Es para vengar la violación de Tamar? No, esa es la excusa perfecta para deshacerse de Amnón, porque Absalón pretende el trono.

Esdras 9-10

Este relato presenta cómo los retornados del exilio fueron conformando un nuevo Israel, con nuevas normas y nueva identidad. Esdras se entera de que muchos retornados han tomado esposas de los pueblos del país. Afirmar la nueva identidad requiere excluir de la comunidad a quienes no fueron exiliados; estos ahora son considerados impuros y “extranjeros” en su propia tierra. De manera que los retornados deben expulsar a sus mujeres “extranjeras” con la prole que les han dado, porque contaminan la comunidad.

¿Qué daño han hecho esas mujeres? Ninguno. Han sido entregadas como esposas a los exiliados y les han dado hijos, como buenas esposas. Estos hombres, los culpables, se comprometen a expulsar a sus mujeres con sus hijes. Las inocentes cargan con la culpa, convertidas en chivos expiatorios.

En conclusión, identifico dos situaciones que generan en los hombres impulsos feminicidas[4]. La primera es la más reconocida: cuando un hombre siente que pierde el control sobre una mujer que, a su juicio, debe estar sometida a él, pero ella no se somete. En este caso existe odio por la víctima.

La segunda es el caso de mujeres y niñez en medio de conflictos de poder masculinos. Son casos en los que dañan lo que el enemigo aprecia en vez de al enemigo mismo, porque el daño emocional es mayor que el físico. Estas víctimas no son parte del conflicto y no pueden tomar precauciones.

No es cosa del pasado; sigue ocurriendo todos los días: mujeres y niñez violentades por luchas de poder entre grupos criminales. En el ámbito de la violencia doméstica, se llama violencia vicaria[5]. Esta violencia no responde a odio por la víctima; puede que se le considere útil y atractiva, tanto como un carro de lujo, último modelo.

Regina Castañeda
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[1] Cook, Elisabeth, “¿Qué nos aportan las masculinidades?” En Men, Masculinities and Intermarriage in Ezra 9-10, (Londres: Routlege Press, 2024),26 (texto traducido por deepl.com).
[2] Cook, “¿Qué nos aportan las masculinidades?”, 25
[3] En las sociedades mediterráneas antiguas, basadas en la dupla honor/vergüenza, mancillar el honor de una mujer se consideraba una deshonra para los varones de su familia, más que para ella misma. “Es interesante observar el orden de las personas de quienes se podía esperar que defendiesen (a muerte) el honor de mujeres jóvenes, incluso de las casadas: hermano(s), esposo, padre”. Bruce Malina y Richard Rohrbaugh, Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I; Comentario desde las ciencias sociales, (Estella: Editorial Verbo Divino, 1996), 406.
[4] Violencia entendida como aquella causada por un hombre a una mujer, sin más motivo que el hecho de que ella sea mujer. Aquí no me refiero estrictamente al asesinato, sino a cualquier tipo de violencia (física, emocional, psicológica, económica, etc.).
[5] La violencia vicaria es una forma de violencia de género por la cual los hijos e hijas de las mujeres víctimas de violencia de género son utilizados e incluso asesinados para maltratar y ocasionar dolor a sus madres. “¿Qué es la violencia vicaria?”. Amnistía Internacional, España, última modificación el 10 de marzo de 2025, acceso el 27 de septiembre de 2025. https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/que-es-la-violencia-vicaria/
Malina, Bruce y Rohrbaugh, Richard. Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I; Comentario desde las ciencias sociales. Estella: Editorial Verbo Divino, 1996.
“¿Qué es la violencia vicaria?”. Amnistía Internacional, España. Última modificación el 10 de marzo de 2025. https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/que-es-la-violencia-vicaria/.

lunes, 8 de septiembre de 2025

Cuando las mujeres nos acompañamos: una mirada ecofeminista

En un mundo cada vez más marcado por el individualismo y la competencia, las mujeres nos atrevemos a desafiar las estructuras de un sistema patriarcal haciendo diversas propuestas concretas: compartir en lugar de competir, tejer sororidad y colectividad frente al egoísmo y la separación.

En el caminar de la vida experimentar que podemos hacer camino con otras mujeres en medio de la diversidad, nos abren posibilidades de acompañarnos, crecer en identidad y pertenencia a una familia ampliada. Una comunidad de vida donde nos unimos para avanzar hacia nuevos paradigmas que posibiliten nuevas formas de vivir con dignidad e igualdad.

Sentirnos acuerpadas nos ayuda a sanar de manera holística, tanto personal como colectiva. Además, se convierte en una forma de acompañarnos y crear sinergia frente al imperante extractivismo, consumismo, sexismo, racismo y elitismo.

Ante esta realidad, el ecofeminismo se presenta como una propuesta de sanación integral, puesto que no se queda únicamente en la denuncia, sino que propone formas alternativas de ver y habitar el mundo. Una de sus principales aportaciones es: el reconocimiento del valor de la sabiduría ancestral, la invitación a recuperar la unidad de nuestro cuerpo frente al estado de fragmentación y desconexión causadas por la opresión y creencias limitantes. De igual manera, promueve la necesidad de vivir armonizando nuestras energías con las energías del universo, haciendo énfasis en la importancia del cuidado como prácticas políticas y transformadoras.

 El acompañamiento desde una visión ecofeminista nos conduce a la meta de la sanación integral. Esto parte de la necesidad de reconstruir relaciones rotas por sistemas de dominio: relación con nosotras/os mismas/os, entre géneros, con la comunidad y con la Tierra. También busca fomentar la resiliencia, no solo resistir, sino regenerar la vida. Así impulsa el deseo profundo de transformar la visión y narrativa que nos lleva a pasar de ver la naturaleza como “objeto de consumo” a verla como sujeto de derechos y como parte de nuestro propio ser.

 En países como Guatemala, Colombia, Bolivia y México existen colectivos de mujeres indígenas que lideran procesos de defensa territorial. Sus acciones integran la salud, el entorno y la espiritualidad. Muchos de estos colectivos sostienen, desde su cosmovisión, una fuerte convicción: proteger el territorio es proteger el cuerpo.  De ahí que, el autocuidado no se entiende como una práctica individualista ni egoísta sino como una forma de sostener y prolongar la vida colectiva.

Estamos llamadas a recuperar la medicina ancestral, las plantas curativas, los rituales de autocuidado y los vínculos comunitarios como herramientas de resistencia. Estas prácticas no solo buscan curar enfermedades, sino también sanar heridas históricas, reconectar con el cuerpo y restablecer una relación armoniosa con la naturaleza.

Es vital crecer en cultivar relaciones interpersonales sanas que nos permitan colocarnos al lado de la otra, otro, otre, con respeto. Sabiendo que, cada historia de vida es una tierra sagrada, por lo que es fundamental descalzarnos para poder entrar con reverencia y acompañar. Recuperar la esencia del acompañamiento entre iguales, es un modo de derribar las estructuras jerárquicas y misóginas.

Para Mary Judith Ress, el sueño ecofeminista es anhelar el reconocimiento de que somos un único Cuerpo Sagrado con todos sus matices y diversidad. Esto no sólo es simbólico, sino profundamente político, espiritual y transformador. El cuidado del cuerpo, de la alimentación, del entorno y de los vínculos se convierten en actos radicales liberadores, frente a un sistema que promueve el consumo, el desgaste, descarte y la desconexión.

A raíz de este despertar, Geraldina Céspedes resalta que la mística y las prácticas de carácter ecofeminista tienen hoy distintas manifestaciones a través de pequeños gestos y acciones en la vida cotidiana. Por ejemplo, muchas mujeres han comenzado a cuestionar sus formas de relacionarse, sus hábitos de consumo, el origen de los alimentos, los cosméticos que usan o los medicamentos que ingieren. Esta conciencia no parte del miedo, sino del deseo de vivir en coherencia con un modelo más respetuoso con el cuerpo y la tierra.

En este proceso personal y colectivo, se va fortaleciendo también la autonomía. Como mujeres aprendemos a conocer nuestros ciclos, a leer las señales de nuestro cuerpo, a gestionar la salud desde una mirada más integral. Estos aspectos, potencian el autoconocimiento y la inteligencia emocional como primer paso del empoderamiento, así nos colocamos como protagonistas y gestoras de espacios alternativos que impactan de manera directa nuestros estilos de liderazgos colectivos y comunitarios.

Elizabeth Johnson desde una perspectiva de la teología feminista destaca la experiencia de amistad en la mutualidad divina como modelo relacional para la humanidad. Propone que la amistad divina es libre, mutua y compartida. Así, la comunidad humana estaría llamada a vivir con responsabilidad compartida, igualdad y respeto mutuo, sin jerarquías de subordinación.

Otra manera de generar alianzas y construir lazos reales y fuertes, es la sororidad entre mujeres, ayuda a potenciar nuestro crecimiento integral. Crear vínculos de sororidad como principio básico en las relaciones sociales femeninas se convierte en una plataforma de nutrición y empoderamiento colectivo esencial. Estas alianzas establecidas por las mujeres son para velar por un presente y futuro mejor, por un mayor número de oportunidades para crecer y desarrollarse como personas. Además de, tener mayor incidencia en la sociedad, luchar por eliminar las desigualdades de género y continuar apostando por poner la vida en el centro: la vida humana, la de los ecosistemas, la vida presente y futura.

Frente a una lógica que mide el progreso desde una manera mercantilista el ecofeminismo propone medir el bienestar por la capacidad de sostener la vida con dignidad y justicia.  Acompañarnos implica hacer memoria como sanación. En los orígenes del movimiento de Jesús existe un modelo comunitario fundado en la igualdad y la sanación, donde las mujeres no solo fueron testigos, sino discípulas activas del mensaje evangélico.

Elisabeth Schüssler Fiorenza propone rescatar la memoria histórica de las mujeres en los orígenes del cristianismo, reconociéndolas como discípulas y lideresas, impulsando una sanación espiritual mediante un discipulado de iguales y haciendo relectura bíblica liberadora, libre de androcentrismo. Desde esa conciencia nos atrevemos a seguir construyendo un discipulado de iguales, donde todas las voces cuentan y todos los cuerpos son sagrados.
Creemos en el potencial que tiene lo comunitario no solo de resistir sino también el de sanar juntas:

  • Sanando personas, reconciliando a cada ser humanos con su cuerpo, rescatando lo que hay de memoria, su identidad y su dignidad.
  • Sanando comunidades, tejiendo y fortaleciendo redes de cuidado, justicia y ternura.
  • Sanando la Tierra, cultivando, protegiendo y regenerando los ecosistemas que nos dan vida y generan bienestar.

 Al acompañarnos rechazamos todo sistema que subordine lo femenino, lo vulnerable o lo natural. Afirmamos una espiritualidad que ve en la creación no un recurso, sino una hermana y maestra. Por tanto, nuestra fe genera esperanza cuando se une a nuestra memoria y a nuestras luchas que se nutren mutuamente del hacer memoria como resistencia, el cuidado como acción política y la sanación como justicia. Porque, la sanación integral en el acompañamiento desde una mirada ecofeminista es, tanto política como espiritual. Se trata, de reconocer y honrar el vínculo sagrado entre nuestros cuerpos y la Tierra, desde la diversidad, la protección mutua y la reclamación de la vida como un Cuerpo Sagrado compartido.

Winivel Peña Peña
Integrante Núcleo Mujeres y Teología
Referencias

I. Céspedes Ulloa Geraldina. Teología saludable para la tierra y sus habitantes, PPC Editorial, Madrid, 2021.
II.Johnson Elizabeth A. La Que Es. El misterio de Dios en el discurso teológico feminista, Herder, Barcelona 2002.
III.Ress, Mary Judith. Lluvia para florecer: entrevistas sobre la ecofeminismo en América Latina. Santiago de Chile: Colectivo Conspirando, 2002.
IV.Schüssler Fiorenza, Elisabeth. En memoria de ella: Una reconstrucción teológica feminista de los orígenes del cristianismo. Ediciones Cristiandad, Madrid, 1994.

lunes, 18 de agosto de 2025

Violencia doméstica - ¿Cuál es la respuesta de las iglesias?

Introducción

Recientemente la revista NCR – National Catholic Reporter, recordó que hace 40 años, había publicado la complicidad de la jerarquía eclesial en proteger a los culpables y abandonar a las víctimas de abuso dentro de la Iglesia, en las parroquias, los establecimientos educativos, orfanatorios, hospitales[i]. Tomó décadas para que la Iglesia asumiera su responsabilidad en proteger a las víctimas y responsabilizar a los abusadores, proceso que aún está desarrollo.

Así como la iglesia institución ha despertado y empieza a afrontar la crisis de abuso/violencia sexual, falta que asuma su responsabilidad en erradicar la violencia doméstica. Actualmente, su labor pastoral enfoca en rechazo al divorcio, promoviendo en su lugar la reconciliación entre víctima y victimario, léanse el siguiente recorrido del continuado sometimiento de la mujer al abuso y la violencia.

Reconocimiento de las iglesias en cuanto a la violencia doméstica

Al principio la década de los ‘80, varias iglesias protestantes en los EE. UU. empezaron a darse cuenta de que la violencia doméstica era un problema en sus congregaciones[ii]. La iglesia metodista de los EE. UU., por medio de su Comisión del Estatus y Rol de Mujeres, realizó un estudio sobre violencia doméstica hacia las fieles, el cual destapó los casos de violencia física o emocional/verbal por parte de los conyugues, abuso de niños, historias de abuso de las mujeres cuando eran niñas incluyendo abuso sexual e incesto. La Comisión señaló que la raíz estaba el entorno patriarcal dentro de las familias y la sociedad. Recomendó la concientización en los cursos educativos en las iglesias, con el desarrollo de materiales respetivos, y capacitación del clero y laicado.

Posteriormente en 1992 y revisado en 2002 la Conferencia de Obispos Católicos en los EE. UU. emitió recomendaciones de acciones pastorales frente a casos de violencia doméstica[iii]. En estas se presentan las diferentes manifestaciones de la violencia doméstica, cómo los abusadores equivocadamente se amparan en las escrituras para justificar el uso de violencia, y porque las mujeres permanecen en la relación de peligro. Luego, los obispos plantean posibles planes de acción para atender a las mujeres maltratadas y a los hombres que abusan, y el uso de las homilías y servicios de reconciliación para concientizar a los fieles que la violencia contra las mujeres es un pecado. Finaliza hace referencia al Salmo 55 que busca un “alegre convivencia”.

Restored, una alianza internacional de iglesias cristianas ofrece un paquete de materiales para enfrentar y atender el abuso y la violencia doméstica contra las mujeres.[iv] Desde 2008, ha trabajado en búsqueda de terminar con la violencia, enfocándose en el rol de las iglesias y el de los hombres con el fin de transformar las relaciones y sanar a las víctimas y los abusadores. El paquete incluye información especialmente útil para las iglesias en el Reino Unido.

Trabajos en Guatemala

En Guatemala, la violencia contra las mujeres y feminicida era común durante la extendida guerra interna, donde se señalaba a los grupos armados como victimarios y a las mujeres, especialmente las indígenas, como las víctimas. Los Acuerdos de Paz, firmados en 1996, no lograron una verdadera protección a las sobrevivientes. La violencia contra las mujeres y las feminicidas siguen, reconocidas ahora en la convivencia e incluye el incesto y embarazos de niñas y adolescentes.

En la segunda década del milenio 2000, las iglesias encuentran su voz y afirman su responsabilidad de acompañar a las mujeres sobrevivientes y sus familias. El Centro Evangélico de Estudios Pastorales en Centroamérica CEDEPCA, en su búsqueda para justicia para las mujeres en Guatemala, con el apoyo de la iglesia Presbiteriana de los EE. UU. emprende esfuerzos para interrumpir los ciclos de violencia en familia, especialmente en embarazos en niñas y adolescentes, producto del incesto[v].

En 2013 Rosa María Girón Balcazar publica “Violencia Intrafamiliar en Mujeres que asisten a Iglesias Evangélicas”[vi] donde estudia la violencia intrafamiliar en las mujeres y luego señala acciones para atender a ellas en la atención pastoral. Recomienda que los Centros de Práctica de la Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad Panamericana apoya en el proceso.

En 2017, Actalianza publica la investigación de Carlos Aldana Mendoza “Iglesias y comunidades de Fe ante la opresión y violencia hacia las mujeres indígenas y mestizas en Guatemala” en el cual presenta estrategias para acciones institucionales, pedagógicas, pastorales, teológicas y espiritual-psicosociales. Neli Miranda aporta una visión teológica para una vida plena para las mujeres en comunidades de fe[vii].

Publicaciones recientes revelan una orientación más amplia en las acciones de iglesias protestantes en el problema de violencia hacia las mujeres y sus familias. Martina Bär estudia la obra de las iglesias pentecostales con los jóvenes marginalizados[viii]. CEDEPCA ha mantenido una postura firme sobre la violencia hacia las mujeres, enfocando su trabajo de 2024 hacia la violencia digital[ix].  

Por el contrario, la iglesia católica en Guatemala ha estado muy callada en cuanto su rol en la protección de víctimas de la violencia familiar. Obispos católicos europeos visitaron a Guatemala en 2014 en seguimiento de los Acuerdos de Paz. Aunque su informe enfocó en violencia de género y doméstico, especialmente en feminicidas y embarazos en adolescentes, evitó hacer recomendaciones a la iglesia local más que un genérico apoyo a la dignidad y los derechos humanos[x]. Majaella Louise Ruden en 2019 crítica duramente a la Iglesia Católica en Guatemala por su indiferencia a feminicida[xi]. Encontró que solo un obispo de los 31 estudiados, Óscar Julio Vian Morales, mostró interés en confrontar el problema de feminicida. 

Actualmente la comisión de la mujer de la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Guatemala – CONFREGUA incluye actividades promoviendo el autocuidado y la autoestima de las mujeres, sin entrar en el rol de la iglesia en atender a las sobrevivientes de la violencia. El Núcleo Mujeres y Teología apoya a las adolescentes y mujeres en crear ambientes más saludables, con dignidad para todas, sin violencia, fomentando la autoestima, el autocuidado, el liderazgo. No presenta acciones pastorales específicas a nivel parroquial para atender a las sobrevivientes y sus familias.

Consideraciones teológicas finales

La Biblia incluye mensajes contradictorios, que hoy como cristianas debemos interpretar en el contexto del mensaje de amor de Jesús, tal como Pablo recuerda en 1 Corintios 13,13 cuando nos recuerda de las tres virtudes, la fe, la esperanza y el amor, siendo la mayor de estos, el amor. Los abusadores justifican sus acciones en Efesios 5,24 donde la mujer debe someterse en todo al marido, pero no leen lo que sigue en capítulo, una oda al respeto y amor conyugal en que el marido ame a su esposa como a sí mismo. El mensaje de Jesús es de amor, de sanación, de protección a las y los oprimidos, no el abuso de poder.

Usualmente atribuimos la violencia doméstica a la formación patriarcal, el alcohol o drogas, presiones económicas y sociales. Pero la población que envejece manifiesta violencia producto de la demencia y el Alzheimer en personas anteriormente pacíficas y amorosas. ¿Qué es la respuesta de las iglesias y su labor pastoral para las familias y las cuidadoras que están en peligro?

Sheryl Ann Schneider Bogh 
Núcleo Mujeres y Teología


 

jueves, 17 de julio de 2025

Salud mental de las mujeres emigrantes: el costo invisible del desplazamiento forzado

En la crisis actual del fenómeno migratorio millones de personas en el mundo son desplazadas a causa de conflictos armados y desastres naturales entre otros. Además de perder su hogar y su estabilidad, enfrentan otra amenaza silenciosa: la falta de atención médica adecuada.

Agencias internacionales como la Organización de Naciones Unidas (ONU) para los Refugiados (Acnur) han indicado que más de 60 millones de mujeres y niñas desplazadas o que son apátridas se enfrentan a un alto riesgo de violencia de género, y el financiamiento para los servicios vitales que les prestan apoyo es lamentablemente escaso.

Algunos datos alrededor del mundo[i]

·       Más de 600 millones de mujeres y niñas viven en zonas afectadas por conflictos, un aumento del 50% desde 2017.

·       En situaciones de emergencia, 1 de cada 5 personas desarrolla trastornos mentales como depresión, ansiedad, TEPT (trastorno por estrés postraumático) o esquizofrenia.

·       Sin embargo, solo el 2% recibe atención adecuada, mientras que la salud mental recibe apenas entre el 1% y 2% del financiamiento global en salud.

Entre los principales problemas que enfrentan las mujeres y niñas migrantes se encuentran:   Acceso desigual a servicios de salud, en los países de bajo ingreso los pobladores locales tienen acceso precario a los servicios de salud. Esto tiene mayores repercusiones para las mujeres migrantes; Otro problema es el grave impacto en la salud física, la escasez de vacunas, atención prenatal, medicamentos básicos o cirugías urgentes.

Desde la visión de salud pública el análisis del desplazamiento forzado es visto no solo como una crisis humanitaria, sino como un determinante social de la salud. Las personas desplazadas enfrentan múltiples barreras: pérdida de redes de apoyo, interrupción de tratamientos, hacinamiento, inseguridad alimentaria y exposición a violencia continua. Todo esto incrementa el riesgo de enfermedades transmisibles, crónicas y trastornos mentales.

El desplazamiento y el estado de intemperie a que se ven sometidas las mujeres y niñas migrantes puede provocar un estado permanente de duelo, el miedo constante, la ansiedad. Esto hace urgente la necesidad de servicios de salud mental culturalmente sensibles a esta situación.

El trauma del desplazamiento se transmite entre generaciones, afectando la construcción de redes solidarias y la memoria histórica. Niñas y adolescentes desplazadas reportan encapsulamiento emocional: silencio, culpa, aislamiento y miedo a denunciar.[ii]

Búsqueda de soluciones

Dentro del fenómeno migratorio la situación de salud de las mujeres y niñas implica un enorme desafío. Las soluciones no están a la orden del día, algunas agencias internacionales, ONGs y otras organizaciones humanitarias tratan de abordar el problema a sabiendas que son gotas de agua en un océano inmenso de causas y efectos.

Además, se trata de conectar con enfoques interseccionales, mostrando cómo mujeres, personas con discapacidad o comunidades rurales enfrentan barreras específicas, pero también cómo las comunidades organizadas generan redes de apoyo.

Acorde con lo anterior es importante colocar el pensamiento decolonial que invita a cuestionar cómo se construyen los discursos sobre salud, normalidad y sufrimiento desde una lógica occidental. En contextos de desplazamiento, muchas veces se imponen modelos biomédicos que ignoran saberes locales, espiritualidades y formas comunitarias de sanar.

La politóloga argentina Agustina Barukel, en su trabajo sobre salud mental y decolonialidad, señala que los dispositivos de atención muchas veces reproducen relaciones coloniales de poder: patologizan el dolor sin atender sus raíces estructurales (racismo, despojo, violencia histórica). Desde esta mirada, el sufrimiento psíquico no es solo un “trastorno individual”, sino una respuesta legítima a contextos de opresión.

Teniendo en cuenta lo anterior es urgente reafirmar la importancia de políticas públicas que prioricen la salud de personas desplazadas. Incluir un llamado a reconocer su dignidad, resiliencia y derecho a cuidados integrales.

Para una atención real y eficaz proponemos crear: Clínicas móviles y alianzas con organizaciones locales para llegar a zonas remotas, especialmente donde se concentran las poblaciones migrantes tales como las periferias de las grandes ciudades o las zonas fronterizas. La capacitación comunitaria en primeros auxilios y salud mental y uso eficiente de tecnología móvil servirá para seguimiento de pacientes y educación sanitaria.

La propuesta decolonial implica también, reconocer el saber de las comunidades desplazadas como fuente de sanación.  Incorporar prácticas culturales y espirituales en los procesos de atención. Denunciar las causas estructurales del desplazamiento como parte del abordaje en salud.

Antes de concluir quiero ofrecer tres imágenes del evangelio que son en si mismas sugerentes. Los dos primeros: El pasaje de la hemorroisa y la hija de Jairo están en Marcos 5, 21-43. Ambas, mujeres adulta y niña son restauradas en su salud. La hemorroisa es una buscadora de salud, preocupada por el autocuidado, comprende que el cuerpo de Jesús es fuente de salud. La niña, hija de Jairo, a los ojos de muchos no hay nada que hacer está muerta, sin embargo, tanto su padre como Jesús son restaurados de salud y vida.

El tercer pasaje descrito por Marcos 2, 1-12, “vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro”. Este pasaje describe una acción colectiva, cuatro preocupados por recuperar la salud del paralítico.

Dejo acá esta reflexión con la esperanza que nos cuestionen: ¿Qué podemos hacer en nuestros espacios personales y colectivos, para el autocuidado y reclamo de servicios de salud dignos y acorde a las necesidades de todas la mujeres y niñas, especialmente la salud de las mujeres emigrantes?

María Concepción Vallecillo MSC

lunes, 12 de mayo de 2025

Lilith

¿Cuántas creencias enraizadas en nuestro inconsciente colectivo legitiman ideas, sentimientos y conductas que culpabilizan, dañan y marginan a las mujeres? Estas creencias se fundamentan en los mitos, relatos que abren la puerta a la trascendencia de una forma caótica e irracional. Es valioso reflexionar sobre algunos de esos mitos que señalan a la figura de la mujer.

Lilith es un mito que manifiesta una imagen de mujer que se rebela, que dice no al sometimiento masculino (no quiso someterse a los mandatos de Adán, quien confabulaba con Dios). La negativa de Lilith a las opresiones masculinas se da en un sentido no solo psicológico, sino también espiritual y corpóreo. Desea que sus conductas reflejen autonomía y decide ser libre.

Ante su actuar liberador, es demonizada y tratada como un monstruo que quita la vida a niños y desordena la sexualidad, cuando en realidad vive su sexualidad de manera personal y libre y no se amolda a la figura de una madre y esposa modelo.

Lo que descubro en este relato es la necesidad del sistema patriarcal de someterme como mujer a una imagen de lo femenino asociada a una sexualidad que se lee en clave de subordinación a mandatos preestablecidos, conductas familiares y prosociales enfocadas en pensar en los demás antes de mí y falta de sororidad con las mujeres que se atreven a decir no.

Me llama la atención cómo haber realizado este ejercicio despertó en mí temor de atreverme a contemplar a la figura de Lilith como una mujer con necesidades y capacidades que reaccionan al sistema patriarcal. Siento que yo misma tengo un entramado en mi centro como persona que responde aún al patriarcado, el temor es respuesta al mismo.

Desde una mirada ecofeminista, Lilith no representa el mal, sino la dignidad femenina que se resiste al sometimiento. Su rebeldía es símbolo de libertad espiritual y corporal, de una relación con la divinidad no mediada por jerarquías. Lilith encarna la ruptura con un orden que subordina a la mujer y la naturaleza, por eso es expulsada, marginada, silenciada.

Lilith me habita cuando cuestiono los roles impuestos, cuando vuelvo al cuerpo como lugar sagrado, cuando escucho la voz de la tierra que me llama a cuidar, a resistir, a florecer.

El mito de Lilith tiene en común con el de Tiamat, las mujeres de Toba y Eva el hecho de que fueron demonizadas por defenderse, por no aceptar someter su voluntad a la violencia patriarcal. Su vida y libertad son puestas en peligro a raíz de su capacidad de raciocinio y resiliencia. 

Lilith me habita cuando me atrevo a decir no, cuando pongo límites, cuando me reconcilio con mi cuerpo y mi deseo, cuando nombro el dolor y también la esperanza. Lilith también danza en las mujeres de mi pueblo, que, con su rebeldía silenciosa, cocinan, siembran, sanan y siguen viviendo.

Desde una espiritualidad ecofeminista, creo que estamos llamadas a resignificar los mitos, a desarmar las narrativas que sostienen el patriarcado, y a tejer otras historias desde el amor, la memoria, el cuerpo y la tierra. Lilith, la que no quiso someterse, nos recuerda que otra historia siempre es posible.

Dentro del imaginario colectivo guatemalteco, existen también leyendas que responden a mitos patriarcales que representan a lo femenino como irracional, inmoral, sexualmente desordenado y demoníaco.

Tal es el caso de la Llorona, quien, al ser abandonada por un hombre, asesina a sus hijos y es condenada a vagar y lamentarse; ¿Cuántas mujeres son condenadas y señaladas como malas madres, “locas” o fueras de sí, cuando en realidad el mismo sistema les falló y les arrebató a sus hijos? Repensar en su llanto como una denuncia, es una alternativa:

https://www.youtube.com/watch?v=9FL7GmbNzK4

Por otra parte, está la Siguanaba, una mujer con un cuerpo deseante, pero con rostro desfigurado. La mujer que es víctima de abusos hacia su cuerpo y que se atreve a poner un alto, es llamada monstruo por defenderse y clamar justicia:

https://www.youtube.com/watch?v=TtcuGxmWczU

Por último, tenemos a la Tatuana, una mujer sabia y bella, acusada de hechicería por ser independiente e inteligente, a diferencia de las demás, se libera a través del arte encontrando grietas en el sistema patriarcal:

https://www.youtube.com/watch?v=xH0CL5QCC6k

Reescribir estos relatos desde el sentipensar es un acto político, espiritual y sanador. Nos permite mirar la historia con otros ojos, reconectar con nuestras ancestras, y soñar futuros donde lo femenino y lo sagrado vuelvan a abrazarse sin miedo. 

Rita María Gálvez Retolaza
Psicóloga clínica, diplomada en Teología y catequista del Buen Pastor.