lunes, 8 de septiembre de 2025

Cuando las mujeres nos acompañamos: una mirada ecofeminista

En un mundo cada vez más marcado por el individualismo y la competencia, las mujeres nos atrevemos a desafiar las estructuras de un sistema patriarcal haciendo diversas propuestas concretas: compartir en lugar de competir, tejer sororidad y colectividad frente al egoísmo y la separación.

En el caminar de la vida experimentar que podemos hacer camino con otras mujeres en medio de la diversidad, nos abren posibilidades de acompañarnos, crecer en identidad y pertenencia a una familia ampliada. Una comunidad de vida donde nos unimos para avanzar hacia nuevos paradigmas que posibiliten nuevas formas de vivir con dignidad e igualdad.

Sentirnos acuerpadas nos ayuda a sanar de manera holística, tanto personal como colectiva. Además, se convierte en una forma de acompañarnos y crear sinergia frente al imperante extractivismo, consumismo, sexismo, racismo y elitismo.

Ante esta realidad, el ecofeminismo se presenta como una propuesta de sanación integral, puesto que no se queda únicamente en la denuncia, sino que propone formas alternativas de ver y habitar el mundo. Una de sus principales aportaciones es: el reconocimiento del valor de la sabiduría ancestral, la invitación a recuperar la unidad de nuestro cuerpo frente al estado de fragmentación y desconexión causadas por la opresión y creencias limitantes. De igual manera, promueve la necesidad de vivir armonizando nuestras energías con las energías del universo, haciendo énfasis en la importancia del cuidado como prácticas políticas y transformadoras.

 El acompañamiento desde una visión ecofeminista nos conduce a la meta de la sanación integral. Esto parte de la necesidad de reconstruir relaciones rotas por sistemas de dominio: relación con nosotras/os mismas/os, entre géneros, con la comunidad y con la Tierra. También busca fomentar la resiliencia, no solo resistir, sino regenerar la vida. Así impulsa el deseo profundo de transformar la visión y narrativa que nos lleva a pasar de ver la naturaleza como “objeto de consumo” a verla como sujeto de derechos y como parte de nuestro propio ser.

 En países como Guatemala, Colombia, Bolivia y México existen colectivos de mujeres indígenas que lideran procesos de defensa territorial. Sus acciones integran la salud, el entorno y la espiritualidad. Muchos de estos colectivos sostienen, desde su cosmovisión, una fuerte convicción: proteger el territorio es proteger el cuerpo.  De ahí que, el autocuidado no se entiende como una práctica individualista ni egoísta sino como una forma de sostener y prolongar la vida colectiva.

Estamos llamadas a recuperar la medicina ancestral, las plantas curativas, los rituales de autocuidado y los vínculos comunitarios como herramientas de resistencia. Estas prácticas no solo buscan curar enfermedades, sino también sanar heridas históricas, reconectar con el cuerpo y restablecer una relación armoniosa con la naturaleza.

Es vital crecer en cultivar relaciones interpersonales sanas que nos permitan colocarnos al lado de la otra, otro, otre, con respeto. Sabiendo que, cada historia de vida es una tierra sagrada, por lo que es fundamental descalzarnos para poder entrar con reverencia y acompañar. Recuperar la esencia del acompañamiento entre iguales, es un modo de derribar las estructuras jerárquicas y misóginas.

Para Mary Judith Ress, el sueño ecofeminista es anhelar el reconocimiento de que somos un único Cuerpo Sagrado con todos sus matices y diversidad. Esto no sólo es simbólico, sino profundamente político, espiritual y transformador. El cuidado del cuerpo, de la alimentación, del entorno y de los vínculos se convierten en actos radicales liberadores, frente a un sistema que promueve el consumo, el desgaste, descarte y la desconexión.

A raíz de este despertar, Geraldina Céspedes resalta que la mística y las prácticas de carácter ecofeminista tienen hoy distintas manifestaciones a través de pequeños gestos y acciones en la vida cotidiana. Por ejemplo, muchas mujeres han comenzado a cuestionar sus formas de relacionarse, sus hábitos de consumo, el origen de los alimentos, los cosméticos que usan o los medicamentos que ingieren. Esta conciencia no parte del miedo, sino del deseo de vivir en coherencia con un modelo más respetuoso con el cuerpo y la tierra.

En este proceso personal y colectivo, se va fortaleciendo también la autonomía. Como mujeres aprendemos a conocer nuestros ciclos, a leer las señales de nuestro cuerpo, a gestionar la salud desde una mirada más integral. Estos aspectos, potencian el autoconocimiento y la inteligencia emocional como primer paso del empoderamiento, así nos colocamos como protagonistas y gestoras de espacios alternativos que impactan de manera directa nuestros estilos de liderazgos colectivos y comunitarios.

Elizabeth Johnson desde una perspectiva de la teología feminista destaca la experiencia de amistad en la mutualidad divina como modelo relacional para la humanidad. Propone que la amistad divina es libre, mutua y compartida. Así, la comunidad humana estaría llamada a vivir con responsabilidad compartida, igualdad y respeto mutuo, sin jerarquías de subordinación.

Otra manera de generar alianzas y construir lazos reales y fuertes, es la sororidad entre mujeres, ayuda a potenciar nuestro crecimiento integral. Crear vínculos de sororidad como principio básico en las relaciones sociales femeninas se convierte en una plataforma de nutrición y empoderamiento colectivo esencial. Estas alianzas establecidas por las mujeres son para velar por un presente y futuro mejor, por un mayor número de oportunidades para crecer y desarrollarse como personas. Además de, tener mayor incidencia en la sociedad, luchar por eliminar las desigualdades de género y continuar apostando por poner la vida en el centro: la vida humana, la de los ecosistemas, la vida presente y futura.

Frente a una lógica que mide el progreso desde una manera mercantilista el ecofeminismo propone medir el bienestar por la capacidad de sostener la vida con dignidad y justicia.  Acompañarnos implica hacer memoria como sanación. En los orígenes del movimiento de Jesús existe un modelo comunitario fundado en la igualdad y la sanación, donde las mujeres no solo fueron testigos, sino discípulas activas del mensaje evangélico.

Elisabeth Schüssler Fiorenza propone rescatar la memoria histórica de las mujeres en los orígenes del cristianismo, reconociéndolas como discípulas y lideresas, impulsando una sanación espiritual mediante un discipulado de iguales y haciendo relectura bíblica liberadora, libre de androcentrismo. Desde esa conciencia nos atrevemos a seguir construyendo un discipulado de iguales, donde todas las voces cuentan y todos los cuerpos son sagrados.
Creemos en el potencial que tiene lo comunitario no solo de resistir sino también el de sanar juntas:

  • Sanando personas, reconciliando a cada ser humanos con su cuerpo, rescatando lo que hay de memoria, su identidad y su dignidad.
  • Sanando comunidades, tejiendo y fortaleciendo redes de cuidado, justicia y ternura.
  • Sanando la Tierra, cultivando, protegiendo y regenerando los ecosistemas que nos dan vida y generan bienestar.

 Al acompañarnos rechazamos todo sistema que subordine lo femenino, lo vulnerable o lo natural. Afirmamos una espiritualidad que ve en la creación no un recurso, sino una hermana y maestra. Por tanto, nuestra fe genera esperanza cuando se une a nuestra memoria y a nuestras luchas que se nutren mutuamente del hacer memoria como resistencia, el cuidado como acción política y la sanación como justicia. Porque, la sanación integral en el acompañamiento desde una mirada ecofeminista es, tanto política como espiritual. Se trata, de reconocer y honrar el vínculo sagrado entre nuestros cuerpos y la Tierra, desde la diversidad, la protección mutua y la reclamación de la vida como un Cuerpo Sagrado compartido.

Winivel Peña Peña
Integrante Núcleo Mujeres y Teología
Referencias

I. Céspedes Ulloa Geraldina. Teología saludable para la tierra y sus habitantes, PPC Editorial, Madrid, 2021.
II.Johnson Elizabeth A. La Que Es. El misterio de Dios en el discurso teológico feminista, Herder, Barcelona 2002.
III.Ress, Mary Judith. Lluvia para florecer: entrevistas sobre la ecofeminismo en América Latina. Santiago de Chile: Colectivo Conspirando, 2002.
IV.Schüssler Fiorenza, Elisabeth. En memoria de ella: Una reconstrucción teológica feminista de los orígenes del cristianismo. Ediciones Cristiandad, Madrid, 1994.

lunes, 18 de agosto de 2025

Violencia doméstica - ¿Cuál es la respuesta de las iglesias?

Introducción

Recientemente la revista NCR – National Catholic Reporter, recordó que hace 40 años, había publicado la complicidad de la jerarquía eclesial en proteger a los culpables y abandonar a las víctimas de abuso dentro de la Iglesia, en las parroquias, los establecimientos educativos, orfanatorios, hospitales[i]. Tomó décadas para que la Iglesia asumiera su responsabilidad en proteger a las víctimas y responsabilizar a los abusadores, proceso que aún está desarrollo.

Así como la iglesia institución ha despertado y empieza a afrontar la crisis de abuso/violencia sexual, falta que asuma su responsabilidad en erradicar la violencia doméstica. Actualmente, su labor pastoral enfoca en rechazo al divorcio, promoviendo en su lugar la reconciliación entre víctima y victimario, léanse el siguiente recorrido del continuado sometimiento de la mujer al abuso y la violencia.

Reconocimiento de las iglesias en cuanto a la violencia doméstica

Al principio la década de los ‘80, varias iglesias protestantes en los EE. UU. empezaron a darse cuenta de que la violencia doméstica era un problema en sus congregaciones[ii]. La iglesia metodista de los EE. UU., por medio de su Comisión del Estatus y Rol de Mujeres, realizó un estudio sobre violencia doméstica hacia las fieles, el cual destapó los casos de violencia física o emocional/verbal por parte de los conyugues, abuso de niños, historias de abuso de las mujeres cuando eran niñas incluyendo abuso sexual e incesto. La Comisión señaló que la raíz estaba el entorno patriarcal dentro de las familias y la sociedad. Recomendó la concientización en los cursos educativos en las iglesias, con el desarrollo de materiales respetivos, y capacitación del clero y laicado.

Posteriormente en 1992 y revisado en 2002 la Conferencia de Obispos Católicos en los EE. UU. emitió recomendaciones de acciones pastorales frente a casos de violencia doméstica[iii]. En estas se presentan las diferentes manifestaciones de la violencia doméstica, cómo los abusadores equivocadamente se amparan en las escrituras para justificar el uso de violencia, y porque las mujeres permanecen en la relación de peligro. Luego, los obispos plantean posibles planes de acción para atender a las mujeres maltratadas y a los hombres que abusan, y el uso de las homilías y servicios de reconciliación para concientizar a los fieles que la violencia contra las mujeres es un pecado. Finaliza hace referencia al Salmo 55 que busca un “alegre convivencia”.

Restored, una alianza internacional de iglesias cristianas ofrece un paquete de materiales para enfrentar y atender el abuso y la violencia doméstica contra las mujeres.[iv] Desde 2008, ha trabajado en búsqueda de terminar con la violencia, enfocándose en el rol de las iglesias y el de los hombres con el fin de transformar las relaciones y sanar a las víctimas y los abusadores. El paquete incluye información especialmente útil para las iglesias en el Reino Unido.

Trabajos en Guatemala

En Guatemala, la violencia contra las mujeres y feminicida era común durante la extendida guerra interna, donde se señalaba a los grupos armados como victimarios y a las mujeres, especialmente las indígenas, como las víctimas. Los Acuerdos de Paz, firmados en 1996, no lograron una verdadera protección a las sobrevivientes. La violencia contra las mujeres y las feminicidas siguen, reconocidas ahora en la convivencia e incluye el incesto y embarazos de niñas y adolescentes.

En la segunda década del milenio 2000, las iglesias encuentran su voz y afirman su responsabilidad de acompañar a las mujeres sobrevivientes y sus familias. El Centro Evangélico de Estudios Pastorales en Centroamérica CEDEPCA, en su búsqueda para justicia para las mujeres en Guatemala, con el apoyo de la iglesia Presbiteriana de los EE. UU. emprende esfuerzos para interrumpir los ciclos de violencia en familia, especialmente en embarazos en niñas y adolescentes, producto del incesto[v].

En 2013 Rosa María Girón Balcazar publica “Violencia Intrafamiliar en Mujeres que asisten a Iglesias Evangélicas”[vi] donde estudia la violencia intrafamiliar en las mujeres y luego señala acciones para atender a ellas en la atención pastoral. Recomienda que los Centros de Práctica de la Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad Panamericana apoya en el proceso.

En 2017, Actalianza publica la investigación de Carlos Aldana Mendoza “Iglesias y comunidades de Fe ante la opresión y violencia hacia las mujeres indígenas y mestizas en Guatemala” en el cual presenta estrategias para acciones institucionales, pedagógicas, pastorales, teológicas y espiritual-psicosociales. Neli Miranda aporta una visión teológica para una vida plena para las mujeres en comunidades de fe[vii].

Publicaciones recientes revelan una orientación más amplia en las acciones de iglesias protestantes en el problema de violencia hacia las mujeres y sus familias. Martina Bär estudia la obra de las iglesias pentecostales con los jóvenes marginalizados[viii]. CEDEPCA ha mantenido una postura firme sobre la violencia hacia las mujeres, enfocando su trabajo de 2024 hacia la violencia digital[ix].  

Por el contrario, la iglesia católica en Guatemala ha estado muy callada en cuanto su rol en la protección de víctimas de la violencia familiar. Obispos católicos europeos visitaron a Guatemala en 2014 en seguimiento de los Acuerdos de Paz. Aunque su informe enfocó en violencia de género y doméstico, especialmente en feminicidas y embarazos en adolescentes, evitó hacer recomendaciones a la iglesia local más que un genérico apoyo a la dignidad y los derechos humanos[x]. Majaella Louise Ruden en 2019 crítica duramente a la Iglesia Católica en Guatemala por su indiferencia a feminicida[xi]. Encontró que solo un obispo de los 31 estudiados, Óscar Julio Vian Morales, mostró interés en confrontar el problema de feminicida. 

Actualmente la comisión de la mujer de la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Guatemala – CONFREGUA incluye actividades promoviendo el autocuidado y la autoestima de las mujeres, sin entrar en el rol de la iglesia en atender a las sobrevivientes de la violencia. El Núcleo Mujeres y Teología apoya a las adolescentes y mujeres en crear ambientes más saludables, con dignidad para todas, sin violencia, fomentando la autoestima, el autocuidado, el liderazgo. No presenta acciones pastorales específicas a nivel parroquial para atender a las sobrevivientes y sus familias.

Consideraciones teológicas finales

La Biblia incluye mensajes contradictorios, que hoy como cristianas debemos interpretar en el contexto del mensaje de amor de Jesús, tal como Pablo recuerda en 1 Corintios 13,13 cuando nos recuerda de las tres virtudes, la fe, la esperanza y el amor, siendo la mayor de estos, el amor. Los abusadores justifican sus acciones en Efesios 5,24 donde la mujer debe someterse en todo al marido, pero no leen lo que sigue en capítulo, una oda al respeto y amor conyugal en que el marido ame a su esposa como a sí mismo. El mensaje de Jesús es de amor, de sanación, de protección a las y los oprimidos, no el abuso de poder.

Usualmente atribuimos la violencia doméstica a la formación patriarcal, el alcohol o drogas, presiones económicas y sociales. Pero la población que envejece manifiesta violencia producto de la demencia y el Alzheimer en personas anteriormente pacíficas y amorosas. ¿Qué es la respuesta de las iglesias y su labor pastoral para las familias y las cuidadoras que están en peligro?

Sheryl Ann Schneider Bogh 
Núcleo Mujeres y Teología


 

jueves, 17 de julio de 2025

Salud mental de las mujeres emigrantes: el costo invisible del desplazamiento forzado

En la crisis actual del fenómeno migratorio millones de personas en el mundo son desplazadas a causa de conflictos armados y desastres naturales entre otros. Además de perder su hogar y su estabilidad, enfrentan otra amenaza silenciosa: la falta de atención médica adecuada.

Agencias internacionales como la Organización de Naciones Unidas (ONU) para los Refugiados (Acnur) han indicado que más de 60 millones de mujeres y niñas desplazadas o que son apátridas se enfrentan a un alto riesgo de violencia de género, y el financiamiento para los servicios vitales que les prestan apoyo es lamentablemente escaso.

Algunos datos alrededor del mundo[i]

·       Más de 600 millones de mujeres y niñas viven en zonas afectadas por conflictos, un aumento del 50% desde 2017.

·       En situaciones de emergencia, 1 de cada 5 personas desarrolla trastornos mentales como depresión, ansiedad, TEPT (trastorno por estrés postraumático) o esquizofrenia.

·       Sin embargo, solo el 2% recibe atención adecuada, mientras que la salud mental recibe apenas entre el 1% y 2% del financiamiento global en salud.

Entre los principales problemas que enfrentan las mujeres y niñas migrantes se encuentran:   Acceso desigual a servicios de salud, en los países de bajo ingreso los pobladores locales tienen acceso precario a los servicios de salud. Esto tiene mayores repercusiones para las mujeres migrantes; Otro problema es el grave impacto en la salud física, la escasez de vacunas, atención prenatal, medicamentos básicos o cirugías urgentes.

Desde la visión de salud pública el análisis del desplazamiento forzado es visto no solo como una crisis humanitaria, sino como un determinante social de la salud. Las personas desplazadas enfrentan múltiples barreras: pérdida de redes de apoyo, interrupción de tratamientos, hacinamiento, inseguridad alimentaria y exposición a violencia continua. Todo esto incrementa el riesgo de enfermedades transmisibles, crónicas y trastornos mentales.

El desplazamiento y el estado de intemperie a que se ven sometidas las mujeres y niñas migrantes puede provocar un estado permanente de duelo, el miedo constante, la ansiedad. Esto hace urgente la necesidad de servicios de salud mental culturalmente sensibles a esta situación.

El trauma del desplazamiento se transmite entre generaciones, afectando la construcción de redes solidarias y la memoria histórica. Niñas y adolescentes desplazadas reportan encapsulamiento emocional: silencio, culpa, aislamiento y miedo a denunciar.[ii]

Búsqueda de soluciones

Dentro del fenómeno migratorio la situación de salud de las mujeres y niñas implica un enorme desafío. Las soluciones no están a la orden del día, algunas agencias internacionales, ONGs y otras organizaciones humanitarias tratan de abordar el problema a sabiendas que son gotas de agua en un océano inmenso de causas y efectos.

Además, se trata de conectar con enfoques interseccionales, mostrando cómo mujeres, personas con discapacidad o comunidades rurales enfrentan barreras específicas, pero también cómo las comunidades organizadas generan redes de apoyo.

Acorde con lo anterior es importante colocar el pensamiento decolonial que invita a cuestionar cómo se construyen los discursos sobre salud, normalidad y sufrimiento desde una lógica occidental. En contextos de desplazamiento, muchas veces se imponen modelos biomédicos que ignoran saberes locales, espiritualidades y formas comunitarias de sanar.

La politóloga argentina Agustina Barukel, en su trabajo sobre salud mental y decolonialidad, señala que los dispositivos de atención muchas veces reproducen relaciones coloniales de poder: patologizan el dolor sin atender sus raíces estructurales (racismo, despojo, violencia histórica). Desde esta mirada, el sufrimiento psíquico no es solo un “trastorno individual”, sino una respuesta legítima a contextos de opresión.

Teniendo en cuenta lo anterior es urgente reafirmar la importancia de políticas públicas que prioricen la salud de personas desplazadas. Incluir un llamado a reconocer su dignidad, resiliencia y derecho a cuidados integrales.

Para una atención real y eficaz proponemos crear: Clínicas móviles y alianzas con organizaciones locales para llegar a zonas remotas, especialmente donde se concentran las poblaciones migrantes tales como las periferias de las grandes ciudades o las zonas fronterizas. La capacitación comunitaria en primeros auxilios y salud mental y uso eficiente de tecnología móvil servirá para seguimiento de pacientes y educación sanitaria.

La propuesta decolonial implica también, reconocer el saber de las comunidades desplazadas como fuente de sanación.  Incorporar prácticas culturales y espirituales en los procesos de atención. Denunciar las causas estructurales del desplazamiento como parte del abordaje en salud.

Antes de concluir quiero ofrecer tres imágenes del evangelio que son en si mismas sugerentes. Los dos primeros: El pasaje de la hemorroisa y la hija de Jairo están en Marcos 5, 21-43. Ambas, mujeres adulta y niña son restauradas en su salud. La hemorroisa es una buscadora de salud, preocupada por el autocuidado, comprende que el cuerpo de Jesús es fuente de salud. La niña, hija de Jairo, a los ojos de muchos no hay nada que hacer está muerta, sin embargo, tanto su padre como Jesús son restaurados de salud y vida.

El tercer pasaje descrito por Marcos 2, 1-12, “vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro”. Este pasaje describe una acción colectiva, cuatro preocupados por recuperar la salud del paralítico.

Dejo acá esta reflexión con la esperanza que nos cuestionen: ¿Qué podemos hacer en nuestros espacios personales y colectivos, para el autocuidado y reclamo de servicios de salud dignos y acorde a las necesidades de todas la mujeres y niñas, especialmente la salud de las mujeres emigrantes?

María Concepción Vallecillo MSC

lunes, 12 de mayo de 2025

Lilith

¿Cuántas creencias enraizadas en nuestro inconsciente colectivo legitiman ideas, sentimientos y conductas que culpabilizan, dañan y marginan a las mujeres? Estas creencias se fundamentan en los mitos, relatos que abren la puerta a la trascendencia de una forma caótica e irracional. Es valioso reflexionar sobre algunos de esos mitos que señalan a la figura de la mujer.

Lilith es un mito que manifiesta una imagen de mujer que se rebela, que dice no al sometimiento masculino (no quiso someterse a los mandatos de Adán, quien confabulaba con Dios). La negativa de Lilith a las opresiones masculinas se da en un sentido no solo psicológico, sino también espiritual y corpóreo. Desea que sus conductas reflejen autonomía y decide ser libre.

Ante su actuar liberador, es demonizada y tratada como un monstruo que quita la vida a niños y desordena la sexualidad, cuando en realidad vive su sexualidad de manera personal y libre y no se amolda a la figura de una madre y esposa modelo.

Lo que descubro en este relato es la necesidad del sistema patriarcal de someterme como mujer a una imagen de lo femenino asociada a una sexualidad que se lee en clave de subordinación a mandatos preestablecidos, conductas familiares y prosociales enfocadas en pensar en los demás antes de mí y falta de sororidad con las mujeres que se atreven a decir no.

Me llama la atención cómo haber realizado este ejercicio despertó en mí temor de atreverme a contemplar a la figura de Lilith como una mujer con necesidades y capacidades que reaccionan al sistema patriarcal. Siento que yo misma tengo un entramado en mi centro como persona que responde aún al patriarcado, el temor es respuesta al mismo.

Desde una mirada ecofeminista, Lilith no representa el mal, sino la dignidad femenina que se resiste al sometimiento. Su rebeldía es símbolo de libertad espiritual y corporal, de una relación con la divinidad no mediada por jerarquías. Lilith encarna la ruptura con un orden que subordina a la mujer y la naturaleza, por eso es expulsada, marginada, silenciada.

Lilith me habita cuando cuestiono los roles impuestos, cuando vuelvo al cuerpo como lugar sagrado, cuando escucho la voz de la tierra que me llama a cuidar, a resistir, a florecer.

El mito de Lilith tiene en común con el de Tiamat, las mujeres de Toba y Eva el hecho de que fueron demonizadas por defenderse, por no aceptar someter su voluntad a la violencia patriarcal. Su vida y libertad son puestas en peligro a raíz de su capacidad de raciocinio y resiliencia. 

Lilith me habita cuando me atrevo a decir no, cuando pongo límites, cuando me reconcilio con mi cuerpo y mi deseo, cuando nombro el dolor y también la esperanza. Lilith también danza en las mujeres de mi pueblo, que, con su rebeldía silenciosa, cocinan, siembran, sanan y siguen viviendo.

Desde una espiritualidad ecofeminista, creo que estamos llamadas a resignificar los mitos, a desarmar las narrativas que sostienen el patriarcado, y a tejer otras historias desde el amor, la memoria, el cuerpo y la tierra. Lilith, la que no quiso someterse, nos recuerda que otra historia siempre es posible.

Dentro del imaginario colectivo guatemalteco, existen también leyendas que responden a mitos patriarcales que representan a lo femenino como irracional, inmoral, sexualmente desordenado y demoníaco.

Tal es el caso de la Llorona, quien, al ser abandonada por un hombre, asesina a sus hijos y es condenada a vagar y lamentarse; ¿Cuántas mujeres son condenadas y señaladas como malas madres, “locas” o fueras de sí, cuando en realidad el mismo sistema les falló y les arrebató a sus hijos? Repensar en su llanto como una denuncia, es una alternativa:

https://www.youtube.com/watch?v=9FL7GmbNzK4

Por otra parte, está la Siguanaba, una mujer con un cuerpo deseante, pero con rostro desfigurado. La mujer que es víctima de abusos hacia su cuerpo y que se atreve a poner un alto, es llamada monstruo por defenderse y clamar justicia:

https://www.youtube.com/watch?v=TtcuGxmWczU

Por último, tenemos a la Tatuana, una mujer sabia y bella, acusada de hechicería por ser independiente e inteligente, a diferencia de las demás, se libera a través del arte encontrando grietas en el sistema patriarcal:

https://www.youtube.com/watch?v=xH0CL5QCC6k

Reescribir estos relatos desde el sentipensar es un acto político, espiritual y sanador. Nos permite mirar la historia con otros ojos, reconectar con nuestras ancestras, y soñar futuros donde lo femenino y lo sagrado vuelvan a abrazarse sin miedo. 

Rita María Gálvez Retolaza
Psicóloga clínica, diplomada en Teología y catequista del Buen Pastor.



lunes, 7 de abril de 2025

LA AUTORIDAD DE LAS MUJERES EN LA IGLESIA, UNA CONQUISTA DE RECONOCIMIENTO Y JUSTICIA

En el contexto guatemalteco por la época de cuaresma y Semana Santa se observan varias procesiones llamadas de “pasión”, en donde no faltan dos figuras muy importantes que cierran el cortejo, se trata de Santa María Magdalena y San Juan. Son imágenes dolientes que aluden al discipulado de quienes no abandonaron al Nazareno en sus momentos más difíciles y que se distinguen por llevar en sus manos un copón[1] y un cáliz.  Esta representación de María de Magdala hace pensar, que en estas tradiciones de piedad popular desarrolladas entre el siglo XVIII y mediados del siglo XX, se tenía una devoción especial por ella.

Dentro del ámbito teológico actual, es ampliamente conocido el papel relevante de algunas mujeres dentro del movimiento de Jesús, no obstante, la pregunta frecuente es, ¿por qué si fueron tan importantes dentro del grupo siendo discípulas incluso apóstoles, como María Magdalena, su figura no trascendió de la misma forma que los varones como Pedro o Pablo en el Nuevo Testamento? Surgen otras preguntas: ¿por qué este liderazgo femenino no tuvo una continuidad lineal dentro de las primeras comunidades cristianas?, ¿Ha sido una cuestión de autoridad o poder?

La teóloga Carmen Bernabé hace una distinción entre los términos autoridad y poder, así como su vinculación para que estas realidades sean fructíferas.  La autoridad auctoritas puede referir las cualidades que poseen algunas personas por las que adquieren preeminencia moral ante otras, la cual requiere de reconocimiento por parte del grupo, aunque no de manera oficial, de ahí que, en el ámbito religioso, la autoridad, tiene que ver con los carismas y la santidad. El poder potestas indica la capacidad de algunas personas o instituciones para influir en la conducta de otras, el cual es otorgado por reconocimiento social de forma legal, pero necesita ir acompañado de autoridad para que no resulte opresivo.[2]

Desde esta perspectiva, dar una mirada a la autoridad de las mujeres en la iglesia naciente contempla ciertas aristas. Es innegable la existencia de mujeres líderes que apostaron y trabajaron por la expansión del nuevo movimiento cristiano. Un ejemplo, es el capítulo 16 de la Carta a los Romanos donde el autor menciona a ocho mujeres que son felicitadas por su participación en el desempeño de algunos ministerios. Esto afirma que muchas mujeres sobresalieron por su carisma y autoridad como maestras, líderes de comunidades, diáconos, apóstoles, pero no se constata que se les otorgaran espacios de poder debido a la construcción social de género que les excluía.

Más adelante en el siglo IV, la Iglesia constantiniana al institucionalizarse adopta una estructura heteropatriarcal de corte imperial donde las mujeres paulatinamente van quedando fuera de los ministerios ordenados y del clero conforme estos se iban estableciendo. Su autoridad fue cubierta por la cortina nebulosa de una teología misógina llena de prejuicios hacia su género que las descalificaban para cualquier ejercicio de poder.

Han pasado ya más de quince siglos, y aún se sigue limitando la participación de las mujeres en la iglesia, aduciendo argumentos falsos que en la historia deberían formar parte de los capítulos oscuros de la iglesia donde se tergiversó la figura femenina y se desdibujó su dignidad de ser creada a imagen y semejanza divina. Esta falacia sigue afectando a las mujeres, principalmente en el desarrollo de sus capacidades y el reconocimiento de su autoridad. Por otro lado, mientras no haya representaciones de mujeres que tengan acceso a algún tipo de poder, seguirán siendo las que están detrás de, o al lado de un “gran hombre”, y no al frente, como personas capaces de ejercer su poder ellas mismas y con otras, para generar liderazgos positivos, creativos y acuerpados.

El desafío a un cambio simbólico que lleve a transformar paradigmas patriarcales de autoridad y de poder sigue latente. A través de la historia, a las mujeres se les hizo creer que eran personas débiles, incapaces de desempeñar cargos de poder debido a su frágil moral, lo cual ha resultado perjudicial para el desarrollo como humanidad. Recuperar su lugar, es un proceso lento que requiere de un compromiso multilateral capaz de incidir en el tejido social, de ahí que, sea necesario que las instituciones como la familia, la iglesia y la sociedad en general establezcan políticas para que las mujeres accedan y ejerzan poder como una justa reivindicación a su género.

Para comenzar, faltan más imágenes de María Magdalena, las otras Marías, Salomé, Juana y las tantas mujeres fundantes del cristianismo con representaciones protagónicas misioneras, porque ¿acaso no fueron ellas las que transmitieron el anuncio del Resucitado?, falta incluirlas en nuestras memorias y reflexiones como referentes de discípulas y apóstoles, falta agradecerles y nombrarlas en nuestras liturgias y oraciones, falta creerles que es posible generar opciones de vida y esperanza. Solo recuperando su memoria histórica se irán trazando nuevas rutas concretas hacia la igualdad, hasta que esta se haga costumbre[3].

Lubia de León
Integrante Núcleo Mujeres Y Teología

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[1] Se asocia el copón que llevan las imágenes procesionales de Santa María Magdalena como una reminiscencia de un perfume o mirra, que recuerda la visita al sepulcro. Julio Martínez, “Santa María Magdalena en la devoción y el arte guatemalteco, en las ciudades de Santiago de Guatemala, Nueva Guatemala de la Asunción y otras regiones, durante los siglos XVI al XX” (Tesis, USAC, 2009), 151.
[2] Carmen Bernabé Ubieta (ed). Mujeres con autoridad en el cristianismo Antiguo (España: Editorial Verbo Divino, 2007), 11-12.
[3] “Hasta que la igualdad se haga costumbre”, lema del Movimiento de la Revuelta de las mujeres en la Iglesia.

miércoles, 5 de marzo de 2025

La Trinidad vista por los ojos de Sor Juana de la Cruz Vásquez Gutiérrez, Juliana de Norwich y Elizabeth Johnson

En nuestro blog de agosto 2024, se revisaron brevemente las tres Juanas de la Edad Moderna, Sor Juana de la Cruz, Madre Juana de la Cruz, y Sor Juana Inés de la Cruz. Entre ellas, me cautivó Sor Juana de la Cruz (1481-1534), abadesa de Cubas de la Sagra, radical y feminista antes de su tiempo, por su propia fluidez sexual, sus visiones y la manera que ella incorpora estas en sus predicaciones y la vida propia. Aunque ella vivió hace 500 años, resuena en el presente entre las teólogas feministas y los filósofos de la comunidad LGTBIQ+. Marisa Vidal Collazo y Pepa Torres Pérez incluyeron a Sor Juana de la Cruz en Mujeres para una cronología, resaltando su vida como predicadora, consejera y visionaria, párroca de Cubas y fundadora de un beaterio[1]. La vida de Sor Juana de la Cruz fue única y en este artículo, veremos algunas similitudes con sus contemporáneas y luego luces en las voces de hoy en el siglo XXI.

Sor Juana de la Cruz dejó setenta y dos sermones, conservados en el Libro del Conorte. En ellos, la sexualidad es fluida[2]: la de la Trinidad, de Santa Clara, de San Francisco de Asís y de ella misma. Frecuentemente los atributos de género son exagerados, y aún más, transcienden el género[3]. Ella considera que Jesús, entre la sangre y sudor de la cruz, nos dio a luz como nuestra Madre, nuestra salvadora. Sor Juana toma esta visión materna de Jesús, de una gallina empollando, como está escrito en Mt 23.37 “Jerusalén, Jerusalén … cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas …”. Una visión similar tuvo Francisco de Asís donde él cuidaba a multitudes de niños bajo sus alas, como una gallina que empollaba los huevos. Según Francisco, Dios le decía que era su gallina morenita. Juana, en su labor de guía de las almas que buscaban el Cielo, imitaba a Jesús y Francisco.

Los sermones de Juana reflejaban sus experiencias místicas. Compartió esta esencia de un género fluido cuando interpretando a Jesús dice:

E todos los que me quisieredes en padre, en padre me fallares. E los que me quisieredes en madre, en madre me falleres. E los que me quisieren en esposo, en esposo me fallaran. E los que me quisieren en esposa, en esposa me fallaran. E los que me quisieren en hermano o en amigo o en proximo o en compañero, por semejante me fallaran para todo lo quisieren[4]

La fluidez sexual de Juana surge en varios momentos. Ella creía que, en el momento de su concepción, era hombre, pero la Virgen María intercedió, persuadiendo a Dios moldearla como mujer. La Virgen vio que el convento construido en su nombre[5] requería a una mujer para reformarlo y consideraba que Juana sería la responsable de ello. La adolescente Juana, deseosa de ser religiosa, se viste de hombre para escapar del hogar paternal y refugiarse en el beaterio de Santa María de la Cruz en Cubas. Al entrar, se cambia de ropas de nuevo y se presenta a la abadesa quien, viendo su compromiso y entrega a Dios, la admite como novicia. Al profesar como hermana franciscana, se toma el hábito unisex de los y las franciscanas. Luego en su vida de religiosa, asume cargos tradicionalmente limitados a los hombres como es predicador, párroco y abad/abadesa. Cabe recalcar que, para Juana, la sexualidad es fluida, adaptándose al entorno, a la necesidad. De ninguna manera representa un cambio transexual.

En el siglo XIV, Juliana de Norwich (1342 – 1416) era una teóloga, filósofa, escritora y consejera inglesa. Ella desarrolla una teología muy propia para la época, madurada por la vida de anacoreta dedicada a la oración, meditación y estudio. Benedicto XVI[6] realza su optimismo fundado en el amor divino a pesar de vivir en una época de guerra, grandes epidemias, y una Iglesia tormentosa y dividida. Juliana también es recordada por el concepto de una Santísima Trinidad muy femenina[7]. En ello, compara a Jesús con una madre sabia, amante y misericordiosa. De hecho, como dice Adelaide Baracco Colombo[8] “El Cristo de Juliana no es <<como>> una madre, sino que <<es>> madre. Es decir, su maternidad es ontológica, y <<dice Dios> en femenino, rompiendo los esquemas del discurso teológico clásico”. Del mismo modo, enlaza a Dios con la maternidad por medio de la frase “engendradora de la Naturaleza.” Juliana, pues, al igual que otros grandes místicos, usó tanto términos femeninos como masculinos para referirse a Dios y convierte este concepto en el centro de su teología.

Elizabeth Johnson está entre las primeras teólogas feministas norteamericanas. Desde el inicio, busca cómo ampliar el lenguaje masculino, la visión tradicional patriarcal de Dios, a una expresión más femenina, más inclusiva. En su libro de 1992, She who is[9] Elizabeth explora la Trinidad y rescata el concepto antiguo femenina de Dios Sophía como Sophia-Padre, Sophía-Hijo y Sophía – Espíritu, este último como la manera de presentar un Dios más afín a la realidad de las mujeres.

Benedicto XVI en la Audiencia General del 1 de diciembre de 2010[10] celebra la vida de Juliana de Norwich. Recuerda su vida de anacoreta, sus experiencias místicas, sus escritos teológicos y su comparación del amor divino con el amor materno. Francisco declara venerable a sor Juana de la Cruz en 2015[11], dando así continuación a un proceso parado hace cuatro siglos. Citó sus momentos de éxtasis, sus dotes de predicadora y su labor como abadesa del monasterio de Cubas de la Sagra.

Las actuaciones de esas tres mujeres refutan la posición actual de la Iglesia católica de no aceptar a mujeres en roles de liderazgo[12], que se ha fundamentado en los discursos equivocados sobre su ser, como los de Agustín que afirmaba que, a las mujeres les caracterizaba la debilidad intelectual, por ser hombres con defectos en los ojos de Tomás de Aquino, y según la Congregación para la Doctrina de la Fe en Inter Insigniores del 1976, que las mujeres no pueden asumir el sacerdocio porque debe existir una “semejanza natural” entre Cristo y su ministro. Mejor mundo tendríamos si los “ministros” tuvieran los dotes excepcionales de sor Juana de la Cruz, Juliana de Norwich, Elizabeth Johnson y miles de hermanas más, teólogas, filósofas, predicadoras, maestras y servidoras dedicadas a un mundo más justo, con promover los derechos de las mujeres, la igualdad de género y la eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres y el desarrollo pleno de la persona.

Sheryl Ann Schneider Bogh
 Socia del Núcleo Mujeres y Teología
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[1] Marisa Vidal Collazo y Pepa Torres Pérez. Mujeres para una cronología, p 309 en Pilar Calle Humanes et al. Revuelta de las Mujeres en la Iglesia. Segunda edición, 2023. Madrid: La Imprenta.
[2] La fluidez sexual no es sinónimo de transexual ni bisexual, pues la fluidez es respuesta a la situación o el entorno en dónde se encuentra la persona. Es la capacidad de un individuo de reaccionar sexualmente y de manera flexible según las circunstancias. No es una condición permanente.
[3] Kevin Elphick, Madre Juana de la Cruz: ¿Una Santa Transgénero en la España del siglo XVI? https://santosqueer.blogspot.com/2014/05/madre-juana-de-la-cruz-una-santa.html. Consultada 19 octubre 2024
[4] Transcripción en castellano del siglo XVI de los sermones de Juana, tomados de Ronald E. Surtz, La guitarra de Dios; sexo, poder y autoridad en el mundo visionario de madre Juana de la Cruz. Philadelphia, EEUU: University of Pennsylvania Press, 1990, y citado por Kevin Elphick, op cit.
[5]Jesús Gómez López (2004) en “Juana de la Cruz (1481-1534) <<La Santa Juana>>: vida, obra, santidad y causa” describe en detalle la iglesia y el convento en Cubas construido por solicitud de la Virgen María de la Cruz en apariciones a Inés en 1449 y las reformas posteriores dirigidos por Juana de la Cruz. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1180854 Visto 21 octubre 2024.
[6] Benedicto XVI. Juliana de Norwich. Audiencia General 1 diciembre 2010. Visto el 21 de octubre 2024 en https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2010/documents/hf_ben-xvi_aud_20101201.html
[7] Adelaide Baracco Colombo. “Cuando las mujeres hablan de Dios: La mística teológica de Juliana de Norwich”, pp 115 – 132 en Carmen Picó, (ed.), Resistencia y creatividad. Ayer hoy y mañana de las teologías feministas. Madrid: Editorial Verbo Divino, 2015.
[8] Op cit. P. 129.
[9] Elizabeth Johnson, La que es: el misterio de Dios en el discurso teológico feminista, (Herder y Herder, Crossroad, 1992, 2002)
[10] https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2010/documents/hf_ben-xvi_aud_20101201.html.
[11] https://www.religiondigital.org/vida-religiosa/Papa-declara-venerabe-Juana-Cruz_0_1666333385.html#:~:text=El%20papa%20Francisco%20ha%20reconocido,beatificaci%C3%B3n%2C%20inform%C3%B3%20hoy%20el%20Vaticano.
[12] https://www.americamagazine.org/politics-society/2024/11/21/harris-misogyny-catholic-church-249316?utm_source=piano&utm_medium=email&utm_campaign=2928&pnespid=vOlqCjVOaKERxOTKpG7kAYmF7kKpU5FlILK5n_llvxlmg_TiN0.nIFm.24mIlo2yBqvLOIla