Rizpah
Los Israelitas
estaban de regreso en la tierra prometida, donde, por muchos años, los
sacerdotes estuvieron a cargo del gobierno del pueblo, no solo en lo religioso,
también en lo legal, político, económico y militar. Con el tiempo también había
los jueces, otros líderes diversos que surgían en las tribus. El pueblo comparaba
su situación con la de los vecinos que contaban con reyes como autoridad máxima
y achacaba los problemas que padecía a la falta de un rey. El profeta Samuel
estaba en contra de este cambio porque consideraba a Yahveh como el único rey,
pero al fin Yahveh accedió y Saúl fue ungido como el primer rey del pueblo de
Israel. Con el tiempo, Saúl cometió una gran ofensa, probablemente la de
ofrecer él mismo un sacrificio en lugar de dejarlo a un sacerdote o al mismo
Samuel, y con ello perdió la posibilidad de formar una dinastía. David fue
escogido como su sucesor. Siguieron conflictos con los vecinos y pleitos entre
los seguidores de Saúl y los afines a David. En este ambiente de violencia e
intriga encontramos a Rizpah (II Samuel 21:1-14).
Rizpah fue
concubina de Saúl y tuvo dos hijos de él. Cabe señalar que el rey se casaba con
una reina por ser botín de guerra o por poder político y diplomático, para
estrechar relaciones con otras naciones. Los hijos de estos enlaces fueron los
herederos principales de la corona. Rizpah, como concubina, ocupaba un rango inferior,
pero había sido escogida por el rey por su gran belleza y otros dones, y por ende
tenía una relación cercana al rey Saúl. David había sido ungido como rey de Judá,
pero no de Israel, todavía en poder de Saúl. El rey Saúl tenía una hija, Mical,
que dio por esposa a David (vendida según algunas traducciones: II Samuel 3-14).
Pero con el tiempo, Mical vivía con otro hombre, con quién tuvo cinco hijos, nietos
y herederos de Saúl. Seguía un ambiente de intrigas, violencia, y asesinatos. Saúl
y tres de sus hijos perdieron la vida en una batalla. Un cuarto hijo, Is-bóset,
asumió como rey, pero resultó ser bastante incompetente.
Abner, primo de
Saúl y su jefe militar, apoyó al nuevo rey. Prontamente circularon rumores que
Abner había tenido relaciones sexuales con Rizpah, hecho que él negó. Esta
relación con la viuda concubina del rey significaba un intento de asumir el
trono (una interpretación de este encuentro indica que podría ser un intento de
parte de Rizpah para lograr una alianza con un hombre más fuerte que Is-bóset,
otro ejemplo de la lucha de poderes en tiempos convulsos). El nuevo rey creyó
las acusaciones, ciertas o no, y expulsó a Abner de la corte. Abner se alineó
con David y al poco tiempo fue asesinado por un hombre de confianza de David.
Rizpah y sus dos hijos sobrevivieron este episodio. Is-bóset fue asesinado por
hombres de su círculo cercano.
Años más tarde,
hubo una gran sequía y se perdieron las cosechas por tres años. El pueblo
hambriento exigía que se hiciera algo para apaciguar a Yahveh. Se consideraba
que la hambruna era un castigo por la maldad de Saúl, y el efecto de esta
maldad aún estaba presente en sus herederos. La muerte de ellos sería pago
suficiente para levantar el castigo. David entregó a los gabaonitas los
herederos que quedaban de Saúl: los dos hijos de Rizpah y los cinco de Mical.
Con su muerte, durante la cosecha de la cebada, se terminó la sequía, según las
escrituras. Pero ¿cuán severa era la sequía, si hubo cosecha de cebada? ¿David realmente
quería complacer a Yahveh con esta matanza o era, más bien, una oportunidad
para afianzar su posición en el trono?
En este momento, Rizpah inició una lucha por la dignidad de sus hijos y por los de Mical, para darles el sepelio junto con su padre y abuelo. Ella se vistió de ropas ásperas y se acostó sobre una piedra cerca de los cuerpos de los siete muertos. Alejaba de los cuerpos a los buitres y a los animales salvajes por unos seis meses. Cuando falleció Saúl, primero su cuerpo y los de sus hijos habían quedado a la vista en una plaza pública, pero luego los cuerpos fueron robados y enterrados. Cuando David se enteró de la vigilia de Rizpah, mandó a recoger los huesos de Saúl, los de sus hijos que murieron con él y los de los siete entregados a los gabaonitas. Dio la orden de que fueran sepultados en la tumba del padre de Saúl en Selá.
Termina esta historia con la siguiente frase: “Y tan pronto como se cumplieron las órdenes del rey David, Dios escuchó sus oraciones y bendijo al país”. Visto con ojos patriarcales, David fue el héroe de todo este episodio trágico. Visto con ojos de madre, David fue el responsable del asesinato de todas estas personas, y cientos más, para consolidar su posición de poder, para quedarse con sus mujeres y sus posesiones. Rizpah fue la madre que vigiló a sus hijos y su pareja hasta lograr un final digno para ellos y para la complacencia de Yahveh.
Sheryl Schneider
Integrante de Núcleo Mujeres y Teología