lunes, 20 de enero de 2020

2020 TIEMPO DE ESPERANZA Y OSADÍA EN LA BÚSQUEDA DE NUEVOS HORIZONTES


   

Hermana. Alzira Munhoz – CF
Los textos bíblicos que escogí como preparación para esta Navidad son evocados para apoyar la utopía de muchas personas y grupos que creen en la posibilidad de construir un mundo diferente. Hace algunos años el Foro Social Mundial viene afirmando que "otro mundo es posible". ¡Y cuantos cambios han tenido lugar en el mundo de las repercusiones de la FSM! Fui a escudriñar la palabra de Dios para ver cómo ella ilumina y ayuda a discernir qué mundo realmente soñamos y queremos construir, o, que horizontes estamos mirando.

La utopía bíblica habla de edificar un Nuevo Cielo y una Nueva Tierra, donde habita la justicia (cf. 2Ped 3,13), donde no hay más muerte, ni luto, ni clamor, ni dolor (cf. Ap 21,4); donde cesa la lágrima de cada rostro. Y el oprobio que pesa sobre el pueblo es removido (cf. Is 25,8); donde nadie practica la maldad y la destrucción en todo el planeta (cf. Is 11,9); donde no se oye más ni llanto, ni luto, ni desesperación; donde no existe mortalidad infantil, o pedofilia, o explotación de menores, o tráfico de personas; o personas mayores que viven abandonadas, deprimidas, sin dignidad y sin respeto por su ancianidad (cf. Is 65,19b-20). 

En el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra, los trabajadores rurales tienen su pedazo de tierra y pueden cultivar la agricultura familiar para su propia subsistencia; y también casas para habitar con seguridad y dignidad con sus familias (cf. Is 65,21-22); las mujeres no engendran más hijas e hijos para el abuso, el aborto, las drogas, el hambre, la violencia o cualquier otra desgracia (cfr. Is 65,23). 

En el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra la humillación y la vergüenza de vivir se sustituyen por la alegría y la solidaridad universal "permanente". El robo, la explotación y la injusticia dan espacio a la ley de la equidad en todas las naciones (cf. Is 61,7-8). La paz es la administradora de la tierra y la justicia su autoridad suprema; y si no se oye hablar más acerca de la violencia, ni en la devastación, la contaminación y la destrucción en cualquier parte del planeta (cf. Is 60,17-18).

En el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra hasta el León es tan vegetariano como el buey, y ya no agrede y mata para sobrevivir. El leopardo, tan serio y autoritario, pero es también muy paciente y reflexivo. El lobo, tan sospechoso e individualista, pero de gran perspicacia y sentido de la realidad, es capaz de convivir con el chivo, tan irreverente, rebelde y atrevido, pero tan alegre y jovial, y con el cordero, tan tímido y sumiso, pero de una generosidad extrema. La vaca y la osa, como amigas, comparten sus alimentos naturales y enseñan a sus hijos a entretenerse y dormir juntos, sin prejuicios y desconfianzas. De hecho, todos los hijos chiquitos, de animales o seres humanos, desde pequeños aprenden a respetar las diferencias y a desarrollar el sentido del cuidado como elemento clave para la armonía entre ellos y con la naturaleza. Hasta la víbora, que es tan mal interpretada, se divierte, como una niñera cariñosa, jugueteando con el niño de pecho, enseñándole a gatear y caminar por sí mismo (cf. Is 11,6- 8).

Las utopías que se expresan en estos textos bíblicos ayudaron a fortalecer la esperanza del pueblo de Israel y de los primeros cristianos en tiempos difíciles, cuando todo parecía un callejón sin salida y no estaba claro el camino a seguir. Hoy, ellas apuntan a otras direcciones ayudándonos a avanzar en el camino y, cada día, mirar nuevos horizontes. 

Sin embargo, el discurso moderno sobre la utopía resultó de la desacralización del mundo en el período del Renacimiento, hace algunos siglos. En la medida en que el ser humano, comenzó a dominar los recursos técnicos y científicos que interfieren el curso de la naturaleza y mejora la convivencia social, surge la necesidad de diseñar el futuro y prever el modelo ideal de sociedad. En este contexto, en el Siglo XVI, Thomas Moore comparó la utopía como un "lugar ideal" donde se satisfacen todas las necesidades, deseos y anhelos, es decir, donde podemos vivir en armonía y equilibrio. Nosotras/os también estamos en busca de esta utopía porque nuestras vidas están aún lejos de nuestros ideales personales y colectivos, fragmentados por sufrimientos e injusticias causadas por sistemas inhumanos y destructivos. 

Aunque los diccionarios clasifican la utopía como un "no lugar", o "lugar ninguno", que no está aquí y ahora, nosotras/os resignificamos la utopía como "el sueño todavía no realizado, pero que es posible llegar a ser una realidad". Un ejemplo actual de esto son las actuales comunidades de budistas en el mundo, comprometidas con la transformación de la realidad, que enfatizan el "solo aquí" y el "solo ahora" como lugar de la "tierra pura", es decir, el "Nirvana". Así, de "no lugar" el significado del término utopía se convirtió en "lugar del aquí y ahora". La persona que no puede encontrar la "tierra pura", el Nirvana, "aquí y ahora", no la encontrará en ningún otro lugar, ni después de la muerte. La utopía está "aquí y ahora" indicando cuales caminos debemos seguir para alcanzar el "buen-vivir" y "el buen-convivir".

Los movimientos locales y globales iniciados por organizaciones indígenas, campesinas, ecologistas, ecofeministas y otras, así como el movimiento francisclariano, también entienden que la utopía pasa por el "aquí y ahora", en esta tierra, concebida como un organismo vivo, fecundado por la Divina Fuente de la Vida. Esta visión conduce a crear alternativas de agricultura orgánica, de revitalización y reforestación de zonas devastadas, de preservación de los recursos naturales, de desarrollo económico sostenible y de muchas otras iniciativas en favor de la vida.

A su vez, los movimientos globales por la paz, justicia y transformación social también son "espacios utópicos" donde se fomenta la tolerancia, la convivencia, la cooperación, el respeto, el reconocimiento y la interacción de las diferencias humanas, culturales, religiosas etc., con el fin de construir un mundo más cariñoso y solidario. Che Guevara lo entendió como el "sentimiento colectivo", o el "gran amor", que absorbe el pequeño "yo", abriéndolo a una dimensión cósmica de cuidado y ternura: "luchar sí! pero sin jamás perder la ternura", dijo. Gandhi también vivió y difundió esta actitud como "no violencia activa". San Francisco y Santa Clara de Asís fueron más allá, en su cuidado y fraternidad universal a todas las criaturas asumiéndolas como hermanas. La hermana misionera Dorothy Steiner, entendió que la floresta amazónica, así como sus pueblos, suspiran por vida, justicia y paz; por lo que entregó su vida a esa causa. Más cerca de nosotros, aquí en Guatemala y en otros países de Centroamérica, tenemos tantas otras personas, como Rigoberta Menchú, Julia Oquelí, Mirna Mack, Berta Cáceres, Mons. Gerardi, Beato Obdulio Arroyo, San Óscar Romero, que son reconocidas por su lucha y por su vida entregada a la causa de los derechos humanos y los derechos de la madre tierra. 

Hoy, sin duda, los movimientos de mujeres, en todas sus expresiones, constituyen uno de los espacios más propicios y fecundos para la realización de las utopías. Con determinación ellos contestan los dualismos: cuerpo/espíritu, público/privado, sexualidad/espiritualidad profana/sagrado, y, por extensión, hombre/mujer, blanco/negro, pobre/rico y muchas otras dicotomías. Estos movimientos de mujeres defienden la integralidad y las alianzas, y no las dicotomías y jerarquías. La Teología Feminista enfatiza que lo cotidiano es el lugar fértil desde el cual debemos tejer nuestra reflexión teológica. Las mujeres, no queremos una única y/o mega utopía, en un futuro lejano. Sí, queremos muchas pequeñas utopías diarias "aquí y ahora". Utopías diversificadas, plurales, pero con fuerza transformadora en nuestra cotidianidad histórica, corporificada, y, a veces, tan fragmentada y dolorida. Este es el suelo donde se fecunda la Teología Feminista, para muchas utopías. No hay una gran utopía, pero muchas utopías plurales, diversificadas. pero también la alegría de la celebración[ii], creatividad y esperanza.

Con certeza, hoy, la Divina Fuente de la Vida fomenta utopías en muchas organizaciones de mujeres, que se levantan, toman la palabra y exigen el reconocimiento de los derechos que les han sido negados durante siglos. Solamente la mirada de fe es capaz de percibir esta Presencia Divina, despertando y alimentando utopías en el movimiento mundial de mujeres, que se extiende y diversifica en cada país, en cada cultura, en cada iglesia, en cada religión. Hace décadas, las mujeres de todo el planeta, estamos mostrando que otro mundo es posible "aquí y ahora". Rompimos el silencio sobre la opresión y la violencia, conquistamos el acceso a la educación que nos fue negado, y seguimos luchando por mejor acceso a los servicios de salud, por estabilidad económica, por seguridad ambiental y por derechos para nosotras, para nuestras comunidades y para toda la humanidad. Creamos cambios en muchas actitudes sociales y reivindicamos nuestro espacio de liderazgo en nivel de toma de decisiones porque creemos que es posible "hacer la diferencia". La Marcha Mundial de las Mujeres, creada el año 2000, que se extiende en casi todos los países del globo, es una señal viva de la energía y de la fuerza que nos habita, como también de nuestra capacidad de organización y de articulación local y mundial. 

De hecho, según Kiyoko Takeda[i], que participó del Consejo Mundial de Iglesias, existen tres fuentes de "energías primordiales" que llevan a la gente a actuar: la primera es la "energía del desespero", que mueve las personas sin esperanza a luchar para romper las barreras que las encierran en el sufrimiento, en la pobreza, en el hambre, o en otras necesidades no satisfechas. La segunda está en el "ethos" moral o religioso, en las ideas filosóficas, en los conceptos de valores, en los cuentos, en las artes y la música, en la literatura y la poesía de las culturas nativas, que permiten la comprensión tradicional del ser humano y del sentido de la vida. La tercera consiste en el la "energía de las mujeres". No sólo de las mujeres de países empobrecidos, sino también de muchas organizaciones de mujeres de países considerados muy avanzados. Esas "energías primordiales" son utopías que indican nuevas formas y direcciones, fomentando el cambio de paradigmas. La teóloga coreana Chung Hyun Kyung mencionó algunas características de los cambios de paradigmas, presentes en las nuevas utopías emergentes. Las presento aquí, porque nos ayudan a entender cómo el momento que estamos viviendo, aunque lleno de contradicciones, puede abrir para nuevos horizontes:

➢ Estamos pasando de una utopía
➢ Estamos pasando de una utopía abstracta, idealizada, para una utopía encarnada, corporificada, donde las necesidades, deseos y anhelos más profundos de nuestros cuerpos sean respectados y tomados en consideración. 
➢ Estamos pasando de la vida fantástica de la imaginación, para nuestra vida cotidiana
➢ Estamos pasando de un tiempo: “tal vez en el futuro”, para el momento “aquí y ahora”.
➢ Estamos pasando de una dirección de metas, a una orientación a través de procesos
Y para llegar a la utopía, estamos eligiendo no sólo el camino de la lucha.

Para concluir, volvamos al texto utópico de Isaías que dice: "en el momento adecuado hago que se realicen estas cosas" (Is 60, 22b). Y más adelante: "Regocíjense con lo que ya está ocurriendo: ¿no entiendes? Estoy creando un Nuevo Cielo y una Nueva Tierra" (cf. Is 65,17- 18). Sin duda, nosotras/os también estamos convocadas a colaborar en esta Nueva Creación. 






Este artículo fue escrito por Hermana Alzira Munhoz. Religiosa Brasileña, de la congregación de las Hermana Catequistas Franciscanas. Es teóloga y catedrática de teología en varios centros de formación teológica en Guatemala. Actualmente es participante activa del Núcleo Mujeres y teología de Guatemala.

[i] KIYOKO, Takeda. Inquire into indigenous cultural energies. In: JENKINS, D. (Ed.). The humanum studies, 1969-1975. A collection of documents. Genebra: Consejo Mundial de las Iglesias, 1975, p.97-103. 
[ii] KYUNG, Chung Hyun. El lugar y las posibilidades de la utopía hoy. In: SUSIN, Luís Carlos (Org.). Teología para otro mundo posible. San Pablo: Paulinas, 2006, p. 249




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