martes, 28 de agosto de 2018

“MUCHACHA, A TI TE DIGO, LEVÁNTATE” (MC 5, 41)

                                                                             
    
*Ana Luisa Argueta W.








Por el texto bíblico referido se sabe que la joven se levantó al instante, caminó y comió. Si imaginamos que podemos conversar con ella, ¿Qué nos diría ante la experiencia de haber recuperado la vida? ¿Qué pudo haber pasado por su corazón y mente al saber que su vida era tan valiosa que no le fue indiferente al hijo de Dios?  Claro que perfectamente se puede subrayar que fue la fe de Jairo, padre de la adolescente, el principal móvil que motivó a Jesús a desafiar a la muerte.  Pero, conociendo a Jesús, podríamos también atrevernos a decir que más allá de querer enfatizar su identidad, lo que le ganaba era su deseo de estar cerca de quienes sufren y de quienes, aparentemente, no valen porque la sociedad les coloca en el último escalón como simples objetos que son utilizados cuando conviene. (Vale la pena recordar en este momento, que  en el tiempo de Jesús, las mujeres eran marginadas tanto social como religiosamente, no participaban en la vida pública en donde debían pasar inadvertidas.)

Al trasladarnos a hechos concretos de nuestra realidad guatemalteca: ¿Qué diría…qué dice Jesús ante la noticia publicada en Prensa Libre[1] el sábado 18 de agosto de 2018, página 11, titulada “Mujeres explotaban sexualmente a tres niñas”?  Aparte del dolor tan profundo que puede sentir, me animo a creer, sin equivocarme, que su indignación es tan grande como cuando expulsó a los mercaderes del templo.

Y, ¿Cómo puede sentir nuestra sociedad ante un hecho como éste? Una madre y una tía vendiendo a tres niñas de 11, 13 y 15 años, durante 6 meses por Q.50.00 (aproximadamente US$6.50) para “servicios” sexuales requeridos por hombres mayores de edad. ¿Qué las llevó a actuar tan nefastamente, a desvalorizarse desvalorizando a estas chiquillas? ¿Será que el desenlace de estas jovencitas violentadas es que podrán caminar, comer y seguir viviendo, levantando sus rostros con dignidad como signo de que pese a haber sufrido tanto daño, están vivas y tienen derecho de ser felices?  ¿Cómo podemos sentir las mujeres que tenemos hijas, sobrinas, hermanas, amigas ante esta acción de pisotear la dignidad de estas jovencitas?  Porque, al fin y al cabo, esta afrenta es para todas las mujeres. ¿Cómo decirles “levántate” y pedirles que reconstruyan su vida ante vejaciones de esta naturaleza?
Sin embargo, ante todo lo absurdo que pudiera parecer ese “levántate”, puede que sea la fuerza que impulse a gritar que el mal NO puede ganar y que, también, sea lo que empuje a que la justicia se aplique para: proteger a estas niñas (brindarles tratamiento psicológico y médico adecuado para que puedan rehacer su vida, creer en ella y que no repitan la historia con sus hijas o hijos); así mismo, para que las medidas que se tomen contra quienes las dañaron sean tales que garanticen que nunca más volverán a cometer actos en contra de seres indefensos.

Ojalá que ante realidades tan dolorosas e inaceptables como la de esta noticia, las personas seamos capaces de dejarnos tocar para decir ¡SI A LA VIDA! y testimoniar así que no pertenecemos al grupo que padece de la “globalización de la indiferencia”, que nos puede volver incapaces de compadecernos ante el sufrimiento de los y las otras.[1]

Ojalá que nos dejemos iluminar por Jesús, que lloró, se compadeció y que, también actúo en favor de la existencia humana: “Yo he venido a dar vida” (Jn 10,10).

Así que es necesario… es urgente rescatar el valor de la indignación ante noticias como la expuesta en este espacio, de preguntarnos: ¿Qué hay detrás de un trato tan inhumano e injusto? ¿Qué vida es la que se promueve en nuestra sociedad? ¿Puedo aportar de alguna manera para que la obscuridad de la muerte (y no con referencia a la natural como proceso normal de la vida) no se cierna sobre nosotras y nosotros? ¿Responde nuestro actuar a lo que espera Jesús cuando habla del Reino?

Por eso, quiero terminar este mensaje dirigiéndome a ellas y a todas las mujeres jóvenes, niñas, adultas que han pasado por momentos de muerte, diciéndoles:

¡LEVÁNTATE!
Si no fueras tan valiosa, no hubieras sido hecha a imagen y semejanza de Dios (Gn1,27).  Si Dios no te quisiera tanto, no tendrías la dignidad que recibiste por el sólo hecho de nacer.  Eres valiosa, fuerte, tienes derecho a ser amada y, no estás sola. 
 ¡LEVÁNTATE!



[1]Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, No.54.

[1] Periódico guatemalteco.
*Ana Luisa Argueta W. es Licenciada en Teología por la Universidad Rafael Landívar. Actualmente trabaja en: ICE/CEFAS, Trabajo pastoral, Parroquia Nuestra Señora del Carmen, Ciudad de Guatemala.
Integrante del Núcleo Mujeres y Teología de Guatemala.




miércoles, 1 de agosto de 2018

SABIDURÍA CREYENTE DE LAS MUJERES

Marisol Puente

   


         




                         
“Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor” (Mt 11, 25-26)
Hace ya varios meses, no sé cuántos, lo que sí sé es que el evangelio del día me hizo reflexionar de manera nueva, distinta a como lo había hecho en otras ocasiones. Se trataba de un cambio de perspectiva. Jesús alude aquí a los pequeños, a la gente sencilla, como receptora de la revelación de Dios.

Nadie ignora que en la época de Jesús (más incluso que ahora) si alguien estaba entre los pequeños, entre los que no cuentan, ese alguien era la mujer por eso ¿por qué no hacer un recorrido por el evangelio tratando de descubrir qué “cosas” revela Dios a las mujeres?
De todas las mujeres que aparecen en el evangelio he elegido tres, quizás porque las tres toman la iniciativa en su acercamiento a Jesús.

1.      La hemorroisa (Mc 5, 25-34)
Esta mujer, según la ley patriarcal, está condenada al aislamiento por ser crónicamente impura y portadora de impureza (Lv 15, 19ss) incapacitada para la relación sexual (Lv 20,18) con riesgo de morir prematuramente (Lv 15, 31) o ser extirpada (“por Dios”) del pueblo.

Pero Dios revela a esta mujer lo equivocado, lo falso de una ley opresora que la excluye; ella es capaz de transgredir esa ley porque sabe que, en lugar de transmitir impureza, el contacto físico, la relación personal con Jesús la curará: “con solo tocar su manto”. En ocasiones la transgresión es lo correcto, lo liberador, lo que se ajusta al deseo divino.

2.      La mujer pagana (Mc 7, 24 ss.)
En el caso de la mujer pagana, su certeza radica en la universalidad de la salvación divina que transciende toda barrera. Dios no se deja secuestrar por cultura o religión alguna, para él (ella) todas y todos son sus hijos. Tal es su certeza que se atreve, siendo mujer y pagana, a corregir al Maestro.

3.      La mujer que unge a Jesús (Mc 14, 3 ss)
Esta mujer ha captado la importancia del amor ciertamente, pero además de eso lo que no señala el texto, pero puede deducirse, es que ha captado también el derecho que siendo mujer, le asiste de ejercer el sacerdocio y el profetismo, ya que unge a Jesús en la cabeza, signo de consagración para una misión, rito que realizaban los sacerdotes o los profetas.

Este don de captar, comprender lo que se oculta a los sabios y prudentes bien podría corresponderse con la capacidad psíquica de la que oí hablar a Luis Cencillo,  psicoanalista; dicha capacidad consiste en “captar la totalidad sin mediación de los sentidos. El nivel radical de lo inconsciente es intimativo y funcionalmente operante y “como un instinto especial” precede y se anticipa a la reflexión y a los actos concretos de conocer, comprender, expresarse, actuar y producir”. (http://www.drsedano-psicoanalista.es/psicoanalisis/vida-inconsciente/)
En su explicación, añadía él que en su experiencia como psicoanalista había podido observar que el desarrollo de esta capacidad era más frecuente en la mujer que en el varón. ¿Será que las leyes excluyentes del patriarcado fuerzan a desarrollar aspectos psíquicos atrofiados en quienes creen saberlo todo?

Aún me atrevo a hacer otra correspondencia entre los relatos evangélicos y las capacidades psíquicas que poseemos, lo pone de manifiesto el relato de la hemorroisa y la pregunta de Jesús: “quién me ha tocado”. También la psicología profunda puede contribuir a entender el relato desde una perspectiva distinta: así como la mujer capta, sabe, la misericordia divina, Jesús capta la necesidad y la angustia de alguien silenciado e “invisible” a los ojos de toda la sociedad.

Se da entre Jesús y la mujer una comunicación de inconscientes, no hay palabras, más bien fluyen entre ambos sentimientos y deseos; el deseo de ser salvada de un lado y el de salvar por otro.

La experiencia de estas tres mujeres me da pie para responder a la pregunta planteada por Rosemary Reuther según testimonio de Hugo Cáceres en su artículo “Feminismo y Teología de la Liberación” publicado en la agenda Latinoamericana: “¿Puede un salvador varón salvar a las mujeres?”

Mi respuesta a esta pregunta es rotundamente sí, al menos por dos motivos:

1.      El propio Jesús, a pesar de tener en contra toda la tradición religiosa judía, se deja salvar de su posible nacionalismo por una mujer pagana lo cual supone el reconocimiento de la capacidad de enseñar y de corregir aspectos culturales por parte de la mujer.

2.      En los tres casos lo que sucede se da en el ámbito de lo público, (cierto que el episodio de la unción se da dentro de una casa pero en contexto público ya que no se trata de la casa de la mujer sino que ésta llega de fuera,  “llegó una mujer”); pues bien, Jesús públicamente acepta y alaba la actitud de estas mujeres; más aún, aquello que podía haber quedado en lo oculto, en lo privado, lo sucedido entre Jesús y la hemorroisa, él lo desvela, lo hace público, saca de la invisibilidad y aplaude el acierto y la fe de las mujeres.

¿Acaso no es esto salvación?

*Marisol Puente es licenciada en Estudios Eclesiásticos, actualmente trabaja en Pastoral social de la Arquidiócesis de Guatemala. Integrante del Núcleo Mujeres y Teología de Guatemala.