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Litúrgicamente, el adviento es un tiempo
de preparación, espera, alegría y esperanza. Las lecturas bíblicas, durante
cuatro semanas, presentan algunos personajes bien conocidos del calendario
litúrgico: el profeta Isaías, el profeta Juan El Bautista y María de Nazaret.
Sin embargo, la figura de María ocupa un lugar especial en el Adviento.
El relato de Lucas en los dos primeros
capítulos del evangelio exalta dos figuras femeninas fundamentales: María y su
prima Isabel, ambas pilastras de fe y resistencia. El sí de María al recibir el
anuncio del ángel Gabriel, de que será la madre
del Mesías, es un acto radical de valentía y una afirmación de su autonomía en
un contexto patriarcal donde las mujeres no decidían por sí mismas. Isabel, por
su parte, también es presentada con poder de
decisión pues es ella quien pone nombre a Juan, rompiendo la tradición que
reservaba ese derecho solamente al patriarca. No nos olvidemos de que en la
Biblia “nombrar” es un acto de poder y posesión.
Las primeras comunidades cristianas
releían las profecías de Isaías sobre la venida del Mesías a la luz de la
persona y actuación de Jesús de Nazaret, el profeta del Reino de Dios,
anunciado por El Bautista. De hecho, Lucas, al inicio de su evangelio, presenta
a los dos niños: Juan y Jesús, destacando que, con la llegada de ellos “Dios
visitó a su pueblo”, y así, los dones mesiánicos, sobre todo la paz y la
justicia, pueden alcanzar a todas las personas.
Junto a la figura de la jovencita María
encontramos a Isabel, la anciana, madre del Bautista, que fue agraciada con la
maternidad a edad avanzada. Esas dos mujeres y los niños que habitan sus
vientres son signos de un “nuevo tiempo”, lleno de esperanza y alegría para las
personas empobrecidas, sobre todo para las mujeres, que esperaban ardientemente
la venida del reinado amoroso de Di*s donde ellas serían definitivamente
“contadas” e “incluidas”. Así se expresa María valientemente en el cántico del
Magníficat (Lc 1,46-55) cuando se da cuenta de lo que está ocurriéndoles a ella
y a Isabel.
Las imágenes de María e Isabel
embarazadas, el útero joven y el útero anciano que se encuentran y vibran,
lleva a rememorar el pasado y a actualizar el presente de las mujeres. La
historia de las mujeres, igual que la de María e Isabel, está preñada de dolor
y de lucha, de embarazos y partos difíciles, de sueños no alcanzados o
interrumpidos, pero también de mucha consciencia, resistencia, articulación y
sororidad. En otras palabras, el presente de las mujeres sigue grávido de
audacia, rebeldía, tenacidad y esperanza porque el futuro ya está naciendo en
pesebres y pañales ecofeministas inusitados, tejidos por la justicia de género,
la equidad, la autonomía y la sororidad, compañeras inseparables de las
mujeres.
Y aunque sabemos que todavía falta mucho
para que, en la sociedad y en las iglesias y religiones, las promesas y utopías
del adviento se transformen en realidad para las mujeres, queremos firmemente
reafirmar la esperanza de que “tiempos nuevos” son posibles a partir de nuestro
compromiso y nuestra lucha sororal. Nuestro adviento no es una espera ingenua y
estéril. Son muchas las conquistas y logros que históricamente hemos adquirido
y eso es un signo de que podemos seguir adelante con confianza y esperanza,
aunque nos duela tanta violencia del poder patriarcal hacia nosotras.
María, en su adviento “Magnificado”
proclama la justicia de Di*s, donde los poderosos son derribados y las personas
humilladas levantadas; donde el poder y la opresión son reemplazados por la
igualdad y la justicia. El adviento de Isabel, por su parte, muestra la fuerza
de la sororidad entre las dos mujeres. A partir de su experiencia de mujer
madura Isabel apoya a la joven María en su embarazo celebrando con ella la
acción divina en sus historias de vida. No son dos figuras pasivas, sino que son
actoras que desafían y anuncian una reconfiguración de las estructuras de
poder, donde el protagonismo de las mujeres es fundamental. Igual que María,
muchas mujeres hoy viven un protagonismo que abre puertas, caminos, sueños y
derechos para otras tantas mujeres. A esto nombramos como “adviento femenino”. Que
en este adviento cada una de nosotras pueda reavivar la esperanza de una vida de
paz y justicia para todas las mujeres, sin ningún tipo de violencia, de
discriminación ni de subordinación.
Integrante Núcleo Mujeres y Teología