Por
eso la mirada ecofeminista nos invita a ser conscientes y a escuchar el grito
de las mujeres y el grito de la tierra, dos realidades que no podemos separar
porque sufren el efecto destructivo del patriarcado.
Según
ONU Mujeres la violencia contra las mujeres y las niñas ha aumentado de manera
significativa en los últimos años. Según datos disponibles de 106 países se estima que
736 millones de mujeres -alrededor de una de cada tres- ha experimentado alguna
vez en su vida violencia física o sexual por parte de una pareja íntima, o
violencia sexual perpetrada por alguien que no era su pareja (el 30% de
las mujeres de 15 años o más)[1]. Datos
espeluznantes que no nos tienen que dejar indiferentes. En estas cifras no se
contempla la violencia como arma de guerra, realidad terrible que están
viviendo muchas mujeres. En Ucrania están informando atrocidades en este sentido.
Sin ir más lejos, leía una noticia de un soldado ruso que llamó a su novia para
pedirle permiso de violar a mujeres ucranianas, la respuesta de la novia fue
que sí pero que no se lo contase y que se protegiera. No podía dar crédito a la
petición del soldado y a la respuesta de la novia. Hasta qué punto está naturalizada
esa forma de “dañar” los cuerpos de las mujeres como campo de batalla y un
efecto colateral de las guerras. El dominio masculino que considera a las
mujeres un “terreno” suyo en el que puede hacer lo que le plazca. ¡Hasta
cuándo! Hay que gritar, hay que salir a las calles, hay que denunciar, que las
mujeres no somos propiedad de nadie, nada más que de nosotras mismas. Que
nuestros cuerpos son nuestros y solo nosotras podemos decidir libremente qué
queremos hacer.
Y ese dominio del que he estado hablando es el mismo que el patriarcado ejerce sobre nuestra casa común, que también la considera un “terreno” que puede violarlo, destrozarlo y dañarlo con tal de sacar el beneficio y el lucro que le interesa.
Por eso, es que necesitamos
la mirada ecofeminista que nos quite el velo de los ojos y nos haga salir a las
calles a gritar con todas nuestras fuerzas NO MÁS, NI UNA MÁS. Cuando todas nos
levantemos, tal vez podamos mantener la esperanza de un mundo mejor, de unas
relaciones más respetuosas, equitativas y justas, donde cada ser que respira en
el ancho mundo, pueda vivir sin temor a ser devorado, destruido o violado.
Junio
2022