martes, 4 de mayo de 2021

¿Qué las mujeres no tenemos historia?


Este año he iniciado un Diplomado denominado Mujeres y Teología y en el curso “Mujeres en la Prehistoria hemos ido trabajando la “presencia invisibilizada” de tantas mujeres que, en verdad, han hecho un gran aporte a la cultura. Interesada en este tema he querido centrar mi comentario en dos aportaciones interesantes que me permiten expresar mi propio pensamiento.  ¿Que no tenemos historia las mujeres?

 En el capítulo 11 del libro de Gerda Lerner “La creación del patriarcado”, del que recomiendo su lectura, se hace referencia a Simone de Beauvoir en su libro El segundo sexo” y cuando explicaba “por qué las mujeres carecen de medios concretos para organizarse y formar una unidad” en defensa de sus intereses, declaraba con llaneza: “Ellas (las mujeres) no tienen pasado, ni historia, ni religión que puedan llamar suyos”[1]. Esto significa que el pensamiento y los saberes de las mujeres han sido olvidados, sin trascender en el tiempo, pero no significa que no tengan historia.

 En los períodos hasta ahora conocidos como históricos desde el inicio de las grandes civilizaciones antiguas (alrededor de 3,500 años A.C.) de la tradición oral, eran las mujeres las que, como formadoras de los hijos, fueron las transmisoras de las tradiciones, creencias, valores, rituales religiosos. Pero como no disfrutaban de autonomía y lugar social, toda esa tarea quedó en el silencio, permaneciendo solo aquellas acciones y saberes de los varones.

 Posteriormente, con la escritura se fue afianzando el pensamiento de los varones, quedando postergadas las mujeres del acceso a la educación. La dominación masculina, la exclusión de las mujeres del ámbito público y de la elaboración de un pensamiento propio mantuvo a la mitad de la humanidad en el silencio e impidió a las mujeres ser intérpretes de la historia, quedando ésta registrada como “historia” solo desde una visión parcial interpretada por los varones y desde sus intereses andocráticos. Mujeres invisibilizadas e imposibilitadas de interpretar su propia historia quedan sin futuro, ya que la historia de los pueblos permite reflexión, avance y elaboración de nuevas propuestas y saberes.

 Esta perspectiva histórica androcéntrica-patriarcal permaneció hasta los inicios de la época Contemporánea, hace más o menos dos siglos, las mujeres han trabajado para hacerse presentes en la cultura, en la literatura, en la investigación, en el desarrollo de nuevas fuentes del saber, con una palabra y un estilo propios. No siempre ha sido fácil, incluso han tenido que adoptar formas masculinas para ser incluidas y escuchadas, pero va llegando el tiempo de decir nuestra palabra y levantar la voz con lenguajes propios de nuestro ser mujeres.

 La escritora Irene Vallejo, en su investigación sobre las huellas de las mujeres en los libros, destaca y considera que ellas han sido un eslabón fundamental en la educación y transmisión de los conocimientos, aún a pesar de permanecer en el ámbito privado. En el mundo romano las mujeres que estaban preparadas a nivel intelectual eran elegidas por varones, y al mismo tiempo utilizadas por ellos, para la educación de sus hijos. Sin embargo no estaban interesados en que las propias mujeres recibieran educación para sí mismas.

 Es interesante en su investigación el constatar que fueron las mujeres las primeras narradoras de historias mientras cosían, una tarea netamente femenina. La autora destaca el nexo entre las tareas de coser y narrar. Términos que encontramos en los textos y que guardan relación con la acción de coser: Y así nos encontramos con expresiones como “nudo de una historia, hilo del relato, urdir una trama, bordar un discurso, referirse al desenlace de una narración…” metáforas netamente femeninas. Se puede reconocer en esto que en la época de la oralidad, y mientras cosían, las mujeres contaban cuentos, narraban historias, utilizando metáforas de la costura.

Toda esta experiencia de saberes ha sido borrada…[2]

 Pero a través del tiempo, las mujeres siempre se han ido rebelando ante ese silencio impuesto. Repasando la historia esta misma escritora encuentra el texto más antiguo conocido con nombre propio y firmado por una mujer, sacerdotisa acadia hace 4.300 años y su nombre es Enheduanna.  Y Enheduanna utiliza, a su vez, una metáfora muy propia de las mujeres al manifestar que cuando ella escribe, la diosa Inanna entra en su cuerpo y da a luz las palabras.

 Es cierto que  través de los siglos las mujeres hemos ido ganando cierto espacio, tanto en la ciencia, como en la literatura, la investigación, el arte, la música, las distintas ramas del saber, pero es claro que este aporte viene de muchos años y etapas atrás.  Hay en nuestro ser una habilidad para, desde la situación concreta y sin demasiados recursos, hacernos presentes…aún en el silencio y la invisibilidad. Acudamos a la historia, investiguemos, utilicemos el criterio de la sospecha y hagamos preguntas al silencio donde reencontrar a nuestras ancestras.

 Yo he aprendido de otras mujeres que investigan la historia y se resisten a creer que solo ha habido vacío y silencio en relación al aporte de mujeres sabias. Invito a que levantemos la voz, digamos nuestra palabra y la pongamos al servicio de quienes nos precederán para que nos conozcan a través del tiempo. Porque las mujeres, SÍ,   tenemos historia.                                                                                          

Soy la mitad de la historia humana y la plenitud de la vida.


Todo el cosmos está dentro de mí.

Yo soy mi propio territorio.

Cierro los ojos y contemplo  a mis ancestras

toda la historia está en ellas.

Nos acompañan las mujeres que nos precedieron

las narradoras, las cuentacuentos, las sanadoras,

madres, amantes, amigas, sabias…

Sé de dónde vengo y a dónde voy

En mi ser ya brota la primavera,

Es nuestro tiempo de generar semillas de humanidad 

sabiendo de dónde venimos.

No temas, ya salgo de las sombras y el silencio

Para decir mi palabra.[3] 


Chus Laveda
Integrante del Núcleo Mujeres y Teología 




                                                                           


[1] Gerda Lerner, “El origen del patriarcado”, cap.11, 321,   citando a Simone de Beauvoir, The Second Sex, Nueva York, 1953, Introducción, 22.

[2] Se puede descargar en: Irene Vallejo, “Las mujeres en la historia de los libros, un paisaje borrado” https://www.youtube.com/watch?v=yw7C_MLqgQw

[3] Poema escrito por María Jesús Laveda

2 comentarios:

  1. Querida Ma. Jesús, me ha encantado tu artículo, resumes con frescura y profundidad la maravilla del encuentro con las mujeres en la Prehistoria. Gracias

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  2. Gracias por tu artículo Chus. No temas, dices en tu poema, ya salgo de la sombra y el silencio....una invitación provocadora a que todas, desde nuestros espacios y nuestra historia salgamos y también digamos nuestra palabra.

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