lunes, 28 de mayo de 2018

La intriga del género

*Lilian Vega Ortiz







En marzo, una tarde viajé en un bus urbano, el cual iniciaba su ruta. Fui la tercera persona que subió y con extrañeza percibí que alguien me solicitara pasar al asiento de mi lado, cerca de la ventanilla, habiendo tantos a disposición.  Era una persona de aproximadamente 50 años, quien reflejaba cansancio de la jornada laboral. Noté de inmediato que el tono de su voz no estaba dentro del canon social de “aceptable” con relación a su vestimenta e inicié una investigación creyéndome una generóloga[1].

Así que decidí conocer su nombre, como primera pista… Lo hice a manera de mutua presentación, pero cuando lo dijo, hizo un movimiento de cabeza que no permitió escuchar la última sílaba, no sabía si era Antonia, o Antonio… y no me atreví a pedirle que lo repitiera.

Cuando platicábamos empecé a sentir incomodidad, no sabía si por haber iniciado un cuestionamiento interior hacia su persona o por parecerme indefinida su identidad.

En cada intervalo de la plática reflexionaba lo siguiente:

Reconocía que era un abuso que quisiera conocer sobre su intimidad, ¡Era su sexo-género que deseaba desvelar! ¡Era su privacidad!

También venía a mi mente que no tenía ningún derecho de prejuzgar a esta persona. ¿Cuál sería el objetivo? ¿Para acomodarla bajo los supuestos sociales binarios de “hombre” o “mujer”?,  luego de eso… ¿Qué?

Por un momento creí que notaría luminosidad en mi semblante, cuando recordé también el arco iris del género, el principio sobre la multiplicidad de determinantes del género y las diferentes categorías. Dicha ley establece que el género de los seres humanos está constituido por un continuo de posibilidades infinitas, dentro de las cuales el hombre y la mujer son los extremos.[2]

Se sumaron más ideas: que ninguna persona es o somos 100% hombre o mujer, porque ¿Se mide la masculinidad y la feminidad? ¿Cómo se esclarecen esas categorías y quién las establece?
 
Además, que Dios estima la inclusión dentro de toda su creación. También vino a mi memoria el pronóstico de la teóloga Mary Hunt sobre los cambios para el siglo XXI, entre estos que habrá poca necesidad de analizar la homosexualidad o la heterosexualidad, puesto que lo que importará es el amor y el compromiso, no las partes del cuerpo.[3]

Por esto, urge la deconstrucción de la alienación del género. La lucha por el respeto a la humanidad diversa, en la que se construya una sociedad justa en la que todas las personas alcancemos la vida plena.


Mientras la plática continuaba, esta persona, admirable persona, reflejaba su sencillez y valor para afrontar nuestra realidad, del tinte patriarcal que vulnera y somete a quien considera fuera de lo normativo. Sentía ternura y se añadía a mi pensar: ─ Cuánto he analizado sobre su identidad… ¡Por favor perdóneme! Perdone también al sistema que violenta la dignidad de las personas, que teme a la diferencia y la rechaza─. Reconocía la insensatez y la arrogancia humana que fortalecen los esquemas herméticos que minan la libertad y la vida en armonía. Recurrí en un momento a la Declaración Universal de Derechos Humanos, a la dignidad y derechos que posee sin ninguna excepción toda la familia humana.

Llegó el momento de despedirnos. Al escuchar mi nombre respondí: ─ ¡Fue un gusto conocerte, Tony, deseo lo mejor para ti! ─.

*Lilian Vega Ortiz es Cirujana Dentista, con Licenciatura en Biblia y Teología y estudio especializado en Género. Integrante del Núcleo Mujeres y Teología de Guatemala. Esposa, madre, abuela.




[1] Relativo a la persona que se dedica a la generología, que  es una disciplina que estudia todos los asuntos relacionados con la compleja realidad del género y sus derivados: identidad de géneroroles de géneroestereotipos de género, asimetría de género, entre otros.
[2] Ortiz, 1996, 229-246.

[3] https://www.alainet.org/es/active/22784